Capítulo 9 "En La Biblioteca"

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Se lo pensó dos veces antes de bajar. No sabía con qué podía toparse ahí abajo, pero, a final de cuentas, su curiosidad pudo más y terminó por descender las gradas. Se paró tras la pared para observar mejor el lugar. Había un cuarto muy amplio y tenía una iluminación fucsia al más puro estilo de un cuarto de revelado de fotografías. Coló curiosa la mirada para ver qué ocultaba ese cuarto que parecía más un cuarto de torturas que una habitación. Había una enorme cama con arneses para atar a una persona de pies y manos, además de una especie de mesa con un círculo en el centro y una ruleta. Una "X" roja como de dos metros se vislumbraba en un lado de la habitación. Una silla con correas se había camuflado un poco con la luz del lugar. Era de color rojo y había un pequeño orificio por el que se podía ver una especie de micrófono, aparte de varios artilugios y una especie de jacuzzi en el centro de la habitación.

Seis personas lucían túnicas negras. Eran hombres, por lo que podía apreciarse, o al menos eso es lo que sus cuerpos revelaban. Una puerta se abrió dejando ver un pequeño baño que ocultaba la habitación y del que salió otro hombre. Era Alessandro, que lucía un traje de color negro con algunos bordados de plata en la chaqueta y unos guantes de cuero que sujetaban un bastón con una empuñadura de escorpión y que hacían juego con su boina. Le ofreció su mano a una joven y esta salió. Traía una bata roja y los ojos vendados. Era alta y de cabello largo de un color rojo sangre. Cinco mujeres más le siguieron: rubias, morenas, de cabello platinado... Había mucho de dónde escoger.

Caminaron juntos hasta quedar frente a la cama, formando una fila y dejando ver sus rostros. Eran chicas del instituto. Se quedó paralizada sin entender bien qué era lo que pasaba y, pronto, Alessandro se paró en el centro para hablar.

— Esta noche ustedes han decidido unirse a nuestra secta —se dirigió a las mujeres—, una secta que no juzga ni señala. Hoy, señoritas, conocerán el verdadero placer del voyeur, un placer que va más allá de lo bueno y lo malo. Recuerden que todas son mayores de edad y están aquí por voluntad propia, y recuerden también que, una vez que entren, no podrán salir, aunque dudo que quieran hacerlo —afirmó seguro—. Bienvenidas a Valknir y disfruten de este pequeño infierno disfrazado de paraíso.

Se acercó hasta ellas y les colocó unos colgantes.

— Disfruten de la noche —dijo antes de caminar con dirección a un sillón de estilo barroco que parecía el de un rey y en el que se sentó.

Vio a los hombres sacarse las capuchas. Eran... eran Reth, Zigor, Yannick, Drac, Mirt y Ezra, sus profesores. Se llevó las manos a la boca, incrédula de lo que veían sus ojos. Botaron las túnicas al suelo dejando ver sus trajes del mismo color que el del director y caminaron con dirección hasta donde estaban las chicas. Las rodeaban como lobos a punto de devorar a su presa. Uno a uno, los hombres eligieron a una chica y se repartieron por la habitación. Reth escogió a la pelirroja y la llevó hasta la cama. Sin demoras, le sacó la bata dejando ver su cuerpo desnudo, aunque optó por no quitarle la venda de los ojos, al igual que el resto. Tomó una botella de vino y lo vertió en el cuerpo de la joven, que sonreía moviéndose inquieta. Paseó sus labios por el cuerpo de la mujer, secando el licor que bañaba su piel. Gemidos retumbaban por la estancia, muestra del placer que se estaba viviendo ahí. Sus ojos se habían perdido en Zigor, que tenía a una guapa morena en la cruz y que sollozaba descontrolada con cada embestida que este le daba. Una verdadera orgía se vivía ahí. ¿Dónde carajos estaba? ¿Era eso un internado de verdad?

Miró todo el lugar por última vez, topándose con los ojos turquesa de aquel misterioso hombre que no hacía más que presenciar el espectáculo y que, por un momento, creyó que la había visto. Volvió a observar en dirección de Alessandro solo para descubrir que este ya no estaba sentado. ¿Dónde se había metido? Sinta metido? Sint\u00ió un escalofrío recorrer su espalda y la sensación de sentirse descubierta no tardó en invadirla. Huyó del lugar tratando de no hacer ruido y corrió con dirección a su habitación, mirando de vez en cuando para atrás, buscando asegurarse de que nadie la siguiera, pero distrayéndose hasta chocar con el hombre que tenía al frente. El golpe fue seco y por poco la hace caer al suelo, pero, por suerte para ella, Alessandro fue más rápido y la sostuvo.

— Son casi las tres de la madrugada. ¿Qué hace fuera de su habitación, señorita?

— Yo... estaba muy sedienta y fui por algo de agua a la cocina —trémulo intento de excusa entre enredadas palabras.

— Pues parece que se extravió, la cocina está en el otro piso.

— Es que... quería leer un poco —mintió— y pensé en venir a la biblioteca. No tenía sueño y tal vez un libro me ayudaría.

— Qué coincidencia, yo también iba para allá. ¿Vamos?

Lo miró dudosa de ir con él, pero terminó por aceptar; no quería levantar sospechas. Se acercó hasta uno de los estantes buscando tomar un libro para salir de ahí de una vez, pero no pudo...

— ¿Alessandra, estás aquí? —escuchó decir. Era Karina, que la buscaba por todo el internado.

ALESSANDRO "MÁS QUE UN SIMPLE DESEO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora