ALESSANDRO "MÁS QUE UN SIMPLE DESEO"

Capítulo 5 "El Cuarto Secreto"

Un sonido estridente retumbó por toda la estancia, eran cuarto para las seis y la alarma había sonado, con pereza aún, Alessandra se estiró en la cama antes de levantarse y bostezó somnolienta.

—Buenos días —escuchó decir y pronto sus ojos se encontraron con una jovencita pelirroja y de ojos verdes, con algunas pecas salteadas en el rostro—. Mi nombre es Karina, soy tu compañera de cuarto.

-Hola, soy Alessandra.

—Mucho gusto, Alessandra —extendió su mano hasta estrecharla con la de ella—. El director me ha dicho que te presente con las demás chicas y con los profesores, tendrás que igualarte las materias, pero no te preocupes, yo te ayudaré.

-Gracias, eres muy amable.

-Iré a ver si mi uniforme ya está seco, vuelvo en un segundo -dijo saliendo de la habitación y Alessandra aprovechó para darse una ducha-.

Alessandra

Salió y pudo percatarse de que su uniforme estaba sobre la cama. Lo más probable era que Karina lo hubiera traído. El mismo constaba de una falda negra con tablones, una blusa blanca con lazo negro, una chaqueta del mismo color que la falda, y un par de medias largas acompañadas de zapatos de cordón con unos tacos de unos cuatro centímetros. Parecía la ropa típica de un personaje de anime, y aunque la ropa lucía bien, no iba a quedarle. La falda le llegaba a medio muslo, haciéndola sentirse incómoda. Se puso un calentador y salió con dirección a la oficina del director, en busca de conseguir una talla más grande.

—Buenos días —saludó al entrar—.

—Buenos días —contestó sin mirarla, estaba muy concentrado leyendo el itinerario de clases como para prestarle atención—. ¿Qué necesita, señorita Alessandra? —la cuestionó, al ver que guardaba silencio—.

—Tengo un problema con mi uniforme —indicó, en busca de presentar una queja—.

—¿Cuál es su problema? ¿Su compañera aún no se lo ha entregado?

—No, ya me lo dio —aclaró—.

—¿Entonces? —volvió a cuestionarla—.

—No es mi talla, la falda está un poco alta.

—Todas las faldas son así. ¿Algo más? —respondió, restándole importancia al asunto—.

—Acabo de decirle que no me queda mi uniforme, quiero una falda más larga —exigió—.

—El desayuno será servido en quince minutos, vaya a cambiarse —ordenó, obviando su reclamo—.

—¿Es que acaso no me escuchó? Quiero otra falda —repitió, perdiendo la paciencia y arrepintiéndose al instante al ver la reacción del director—.

Su fría mirada se clavó en ella y se acercó con una amenazante calma que logró ponerle los pelos de punta. Su altura resultaba intimidante, y el estar a solas con él la ponía nerviosa.

—No estás en tu casa, Alessandra —dijo tuteándola y agachándose hasta que su rostro quedó a la altura del de ella—. Yo no soy tu padre, aunque podría castigarte como si lo fuera —advirtió—. Ahora ve a cambiarte —el tono de su voz era duro y la dejó helada, y en silencio—.

Alessandro

Alzó su mano y giró la perilla de la puerta, sin quitar su mirada de los ojos de la joven, que había optado por quedarse en silencio.

—Salga de mi oficina y póngase el uniforme que se le asignó —finalizó sin darle opción a réplica, y ella no tardó en salir—.

Alessandra