Chapter | 0 3 |

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-¿Nos vemos después, princesa?- preguntó Jasper acariciando la mejilla de Rebekah.

-<<Sumamente curioso>>pensó al oír al vampiro, en sus manos tenía una pequeña ardilla, muy cariñosa.

-Vendrás en la noche, cariño- rió risueña, dándole un último beso, antes de bajarse del auto del vampiro.

La observó, despedirse del vampiro, observó sus ojos brillantes, y debía admitir que era más hermosa que Afrodita, ese aire tan inocente y divertido que la rodeaba.

Los pasos que daba parecían danzantes, y no podía olvidar el hecho de que pequeñas mariposas acompañaban su paso, imposibles de ver al ojo humano, pero muy visibles para el ojo de los protegidos y los dioses.

Su cabello brillante, su pequeña nariz fina y sus labios gruesos, sus pestañas largas... ¿Qué está ocurriendo conmigo? ¿Pequeño diablillo estás por aquí? Pensó buscando a su amigo.

Sus ojos naranjas, brillaron con intensidad al escuchar la voz de su protegida, si, Zeus había aceptado.

Eros y Él, iban a protegerla, le iba a enseñar todo lo que sabía.

Aspiró innecesariamente el aire del cuarto, la tierra mojada del bosque le recordaba los bosques de su Templo.

-¿Estás bien, amiguito?- le preguntó a la ardilla, su voz era suave y parecía estar recitando.

El dios de las artes, y la poesía algo que le quedaba muy bien... ¿Qué podría él enseñarle? Se sentía inseguro, su orgullo tembló al verla...

-¿Sientes esa presencia?- escucho la voz de la protegida de su melliza.

-Demonios... No me había dado cuenta- escuchó la voz de Nathaniel, el príncipe de la magia.

-<<Sumamente divertido>>sonrió viendo al animalito en sus brazos.

Rápidamente cambió su atuendo, sus rizos siempre perfectos fueron adornados por su gran corona de laureles, de oro, su toga cambió a una más blanca, una tonalidad blanca nunca antes descubierta por la humanidad... <<Humanos>>pensó con un poco de disgusto.

Pequeños destellos dorados, rodeaban al dios, destellos que parecían fuego, sus sandalias de oro, y sus muy notables brazaletes, en su mano derecha tenía el brazalete con el símbolo del Olimpo, y en la izquierda tenía una con su símbolo, ambas de oro forjadas por su tío Hefesto, un muy magnífico trabajo, debía de admitir.

Sus brazaletes brillaron más si es posible, el invocar el nombre de una divinidad era algo muy especial.

Sonrió al escuchar los pasos apresurados de tres personas.

Se preparó mentalmente, para dar una buena impresión, aunque su sola presencia causaba admiración, y podía enamorar hasta al ser más duro de corazón.

Escucho el jadeo fuerte de Nathaniel, giró al escuchar a la bella damita ya en la habitación.

¡Oh, Santa Hecate!- leyó los pensamientos de Nathaniel.

Enseguida se pusieron de rodillas, los dos Maxwell mayores, giró suavemente, y ese simple moviento se vio tan atractivo, escucho la poesía que recitaban los dos hermanos.

-¡Oh salve, señor Apolo! ¡Arte eres, siempre! ¡Belleza eres, siempre! Amable eres al permitirnos estar ante tu presencia- rió risueño, últimamente estaba riendo muchísimo.

-Mi gracia estará con vosotros, por algunos días- su voz salió un poco sería pero sin perder ese tono risueño.

-¿Eres Apolo?- escuchó la voz suave y tierna de la joven, y se vio retenido a soltar un jadeo, esa voz lo transportó hace muchos milenios atrás.

-S...i... Lo soy- se paró más firmemente, su postura había flaqueado un poco, los dos Maxwell se vieron extraños, habían notado eso.

-Es totalmente un gusto, Señor- la niña sonrió, inclinando su cabeza un poco.

-Él mío igual, bella damita- le sonrió grandemente- Creo que te verías mejor... Si- pensó rápidamente en lo que quería, y la cabeza de la joven se vio rodeada por pétalos blancos con un pequeño fuego dorado, tal como el que rodeaba al dios, los cabellos castaños de la joven fueron adornados por una corona de laureles, a diferencia del dios su corona era de laureles de verdad, muy pequeña a comparación del dios.

La corona de laureles de Apolo... Él recogió alguno de los laureles de su amada, en sus manos las llevó donde su tío Hefesto, con los ojos brillantes de lágrimas y entre sollozos, Hefesto comprendió lo que quería su sobrino, tomó las manos de su sobrino, las apretó un poco, intentando darle fuerzas, y en las manos del joven e inexperto dios había aparecido la corona que hoy portaba con total orgullo.

-He venido aquí con una sola intención- la sonrisa de Apolo jamás dejó su cara, se acercó a ella, y la diferencia de porte se hizo muy notoria- En años... En años, nunca mejor dicho, he protegido a alguien- el jadeo sorprendido de los tíos de Rebekah no se hizo esperar- Aparte de eso, un hecho único ocurrirá, serás la primera en ser protegida por dos dioses... Mi fiel mejor amigo Eros, y yo... El gran Apolo- su voz llena de arrogancia, pero cálida hizo sonreír a Rebekah.

-Es totalmente un honor para mí, en verdad, Señor Apolo- la joven estaba totalmente emocionada.

-Sé que lo es- su voz sonó un poco confundida, aunque sólo fue notada por Caroline- Creo que tengo que retirarme- se despidió sin esperar nada, y se fue directo a la presencia de su Padre.

-Padre- murmuró su voz como el terciopelo, le causó tranquilidad a Zeus.

-Mi pequeño Sol- Zeus con una sola mirada, hizo que todos se retiraran del salón principal, quedando él y su hijo.

-Ha pasado algo raro- su mirada estaba perdida en un bello cuadro que él mismo había realizado, estaban bellamente retratados su Padre y Hera.

-¿Qué ha ocurrido, hijo mío?- preguntó con su rostro un poco contraído, no era un secreto la estrecha relación entre los dos.

Apolo y Afrodita, eran los preferidos de Zeus.

-Siento... - se paseó de un lado a otro, pasando la mano por su cabello desordenado este un poco-Dejame mostrarte- paro su caminar, y se acercó a su padre, tomando su mano, sintiendo descargas eléctricas.

Los ojos de Zeus se volvieron un azul, totalmente oscuros, vio lo que atormentaba a su pequeño sol.

-¿Apolo?- preguntó una voz entrando al salón, llevándose una mirada de reproche por Zeus, pero fue ignorado totalmente.

Si, así era él, después de todo, era la actitud tan distinguida propia de él.



M O O N||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora