Capitulo 35: Después De Todo.

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Caminar por el bosque de noche esposado a alguien no era algo que me ocurriera todos los días. Pero ahí estábamos nosotros, lado a lado unidos por esa cadena de metal.

No era nuestra primera vez en esta situación, pero esta vez era muy diferente. Nuestro silencio, la atmósfera, todo.

María miraba su alrededor tranquila, parecía estar un poco más relajada pero seguía viéndose como triste. Era muy frustante verla de esa forma, parecía otra persona y eso no paraba de agobiarme.

¿Debería hacer algo? Suspiré metiéndome la mano libre en el bolsillo de la sudadera.

—Este camino...— su suave murmullo me distrajo de mis pensamientos —¿Me estás llevando a la casa del árbol?

No dije nada, solo la mire de reojo y devolví la mirada al camino. No sabía que decirle, después de todo ni si quiera sabía que ese era el lugar al que deberíamos ir. Fue lo único que pensé para hacerla sentir mejor, en el pasado era el lugar donde parecía estar más cómoda y segura asi que quizás esta vez sería igual, quizás volver a allí la haría sonreír.

Pasamos por el árbol con la cinta negra que lo marcaba. Estábamos cerca, y ella pareció darse cuenta porque inmediatamente alzó la mirada hacia la copa de los árboles, hacia la casa del árbol que por lo que sabía aún no había visitado.

La mire de reojo y pude ver una sonrisa nostálgica dibujarse en su rostro. Sonreí ligeramente con alivio de haber hecho lo correcto, al menos ya no se veía angustiada.

Nos detuvimos debajo de las ramas como escaleras y ella me miró con emoción genuina en los ojos, llevaba mucho tiempo sin ver esa expresión en su rostro.

—Intenta no caerte— dije comenzando a subir, ella solo me siguió poniendo los pies por donde yo pasaba, llevándome por un instante a aquellos días donde me seguía de esa forma todo el tiempo llegandome a molestar. Lo único diferente era que en ese momento lo que menos sentía hacía su forma de seguirme era molestia.

Llegamos a la cima, al pequeño balcón de la entrada de la casa. Dí unos pasos sobre la madera y ella me siguió con entuciamso. No entré, antes de hacerlo me gire hacia María y la observé en silencio. Sus ojos brillaron de emoción al ver la puerta de madera oscura cerrada, luego se giro y miró el paisaje a sus espaldas, una sonrisa alegre se dibujo en su rostro iluminandolo por completo.

—¿Puedo pasar?— su pregunta me sosprendio. ¿Por qué me pedía permiso?

—Claro— empujé la puerta abiendola y dando un paso dentro —¿O piensas quedarte afuera toda la noche?

Caminé despreocupado por el lugar que conocía como la palma de mi mano. Era una simple habitación vacía que solo tenía una escalera  hacia el segundo piso que era igual al primero solo que sin techo y sin la pared que daba al lago. Todo era de madera lleno de ventanas abiertas que dejaban entrar la luz de la luna y el frío viento de la noche.

La casa estaba curiosamente bien hecha, lo único que le faltaba era terminar las ventanas y una escalera decente para poder llegar sin miedo a caer por el árbol, pero eso era todo.

Por si sola era acojedora y agradable, justo lo que necesitábamos en ese momento.

Al entrar María cerró la puerta y observó el lugar con detenimiento. La sonrisa nostalgica volvió a aparecer.

—Está igual a como recordaba.

Aparté la vista de ella y observé el lugar. —Tampoco es que hubieran muchas cosas para cambiar.

Soltó una risita —Es cierto.— Sin pensarselo más comenzó a caminar dentro y me llevó con ella hasta el final de la habitación, hacia el espacio donde debería ir un gran ventanal. —Pero se siente igual de agradable y reconfortante. Sigue siendo esa casa que de pequeña consideraba mágica.— se subió de hombros y me dio una sonrisa suave.

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2020 ⏰

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