Siete.

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NICASIA

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NICASIA

La biblioteca estaba casi lista. Como había creído, no muchos reclusos ingresaban a tomar libros. Los pocos que lo hacían, no permanecían mucho tiempo en su presencia.

No le disgustaba la soledad. Es más, le agradaba. Le permitía perderse en algunas líneas, leyendo sinopsis y sintiendo el aroma a las páginas viejas que no sabía cuánto había extrañado.

Al colocar el último libro en el piso superior, oyó un sonido debajo que le hizo asomarse por el balcón.

Jaha estaba de pie con los brazos sobre su cadera, observando el recinto sin levantar la vista. Preguntándose dónde estaba Blake, a quien no había visto desde el primer día, habló:

—Estoy aquí.

Jaha levantó la cabeza, exaltado. Pasó una mano por su barbilla, tratando de ocultar el susto.

—Tienes visita —soltó, haciendo un ademán hacia la puerta—. Será mejor que te apures. La hora está por acabar.

Confundida, manteniéndose en silencio, se acercó a las escaleras y bajó los peldaños. Dudaba que fuera Jex. Luego de su fallida visita, no creía que fuera a entablar contacto alguno hasta al menos la semana próxima para asegurar que el enojo se hubiera esfumado. Sería una mala noticia cuando Nicasia se negara a verlo otra vez.

Siguió a Jaha por el pasillo.

Pensó en su madre y su corazón se encogió un poco. Tampoco estaba segura que fuera Kaisa. Sería devastador ver a su hija en el uniforme gris, con el cabello corto y desprolijo, desprovista de color alguno en el rostro. Hacía meses que no la veía. Meses desde que había dejado su hogar y todo se hubiera ido en picada.

Llegaron hasta las rejas que se deslizaron hacia un costado. En el escritorio se hallaba Finella, inversa en lo que fuera que estuviera viendo en la pantalla de su ordenador. Por lo que logró atisbar, su uniforme estaba pulcro. Recordó la sonrisa que le había regalado a Blake el día en que Jex la visitó y el uniforme ligeramente arrugado y los rizos desordenados de Blake más tarde en la biblioteca. Tal vez creía que nadie lo notaría, por eso se desenvolvía como si nada hubiera ocurrido pero Nicasia sabía observar y, por alguna razón, Blake llamaba su atención más que ninguno entre aquellas paredes grises.

En cuanto llegaron al pasillo de rejas, Nicasia se detuvo de inmediato.

Todas las mesas eran ocupadas por familiares y reclusos hablando en susurros, entre sonrisas o lágrimas excepto por una. Reconoció el cabello castaño, corto; los ojos celestes y hombros anchos. La sombra de la barba que tanto lo caracterizaba seguía allí. Se puso de pie en cuanto la vio y Wells abrió la puerta.

Sabía que tenía todas las miradas sobre ella. Era la primera vez que recibía visitas en una semana desde la de su padre. Por lo que se apuró entre las mesas, dejándose envolver en los fuertes brazos de Jevon Kimball, la mano derecha de Ziv. Suspiró en alivio, permitiéndose cerrar los ojos. Era un rayo de luz entre toda la oscuridad. Sintió las manos de Jevon acariciar su cabello.

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora