Nicasia Derval ha sido condenada a confinamiento por ser cómplice de uno de los delincuentes más famoso y buscados en el Arca. A pesar de la mayoría de edad, el Gobierno le concede dos meses para confesar o ser flotada.
Derval tenía claro cuando ing...
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BELLAMY
—¿Tienes la lista de los visitantes? —preguntó a Erna cuando se acercó al escritorio.
—¿Qué me darás a cambio, Blake? —coqueteó, acercando la silla hacia él.
Bellamy, apoyado sobre el escritorio sonrió por compromiso. La realidad era que, desde la última vez que habían estado juntos, no sentía la misma apremiación de seguir con los juegos. Supuso que aquel lunes había sido una debilidad entre el estrés por la llegada de Nicasia y lo perdido que se había sentido tratando de leerla. Pero ahora que Nicasia pasaba más tiempo rodeada de libros, no había tenido tiempo ni la necesidad de asegurarse que no se metiera en problemas. Todo estaba tranquilo, como debía ser.
—Lo hablaremos después —replicó.
Erna le dejó la planilla de los nombres bajo sus narices antes de deslizarse de vuelta frente al ordenador.
—Eso me dijiste la última vez —replicó en un tono teñido de frustración.
La ignoró, concentrado en los nombres de la lista. Conocía a todos, porque se trataban de familiares que visitaban a los reclusos cada semana. Excepto por uno: Jevon Kimball.
¿Quién era Jevon Kimball?
—Eh. —Dio un respingo al oír a Wells acercarse. Soltó una risita—. ¿Qué pasa? ¿Te asusté? —bromeó, pispando la planilla en el escritorio—. ¿Qué haces? —preguntó en un tono curioso.
Bellamy sacudió la cabeza. Era demasiado tarde para dejar la hoja a un lado y volver a su trabajo, olvidarse del hombre que había visitado a Nicasia Derval. Hacía solo unos segundos estaba seguro de haberse liberado de ese drama...
—¿Estás averiguando quién es el novio de Derval? —inquirió Wells, captando la atención de Erna.
—¿Novio? —repitió como una adolescente—. Nadie me dijo que tenía novio —añadió, deslizando la silla hasta ellos—. ¿Qué pasa, Blake? ¿Celos? —bromeó, arrancando una risa de Wells.
Bellamy mordió el interior de su mejilla. No sabía cómo contestar sin sonar paranoico. Ni Wells ni Erna tomarían esto como una simple observación, una precaución para el caso.
—La verdad es que no creía que tuviera pareja —comentó Wells.
—Bueno, tampoco es que habla mucho, ¿no? Estuvo toda la semana encerrada en la biblioteca —repuso Erna, jugando con una lapicera entre sus dedos—. Además, no sabemos si es la pareja. Tal vez es una de muchas —añadió en el mismo tono bromista que hizo reír a Wells.
Deseó nunca haber pedido la planilla. Esto no tenía nada que ver con las parejas de Nicasia. No le hubiera sorprendido que tuviera una; comprendía que Nicasia Derval era sinónimo de Caja de Pandora. Lo que llamó su atención durante la visita eran los susurros intercambiados, los movimientos estudiados, la forma en que se tocaban tras echar un vistazo a los alrededores. Y, por último, el beso que Nicasia le dio a Jevon cuando sus miradas se encontraron como si hubiera querido demostrarle que eran pareja.