Diecisiete.

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NICASIA

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NICASIA

Cuando la puerta del agujero se abrió, se puso de pie esperando ver a Bellamy. Sin embargo, se encontró con la figura de un guardia que desconocía. La desilusión la inundó por completo.

—Es hora de salir —anunció—. Tienes un vis a vis íntimo.

Frunció el ceño, incapaz de darle sentido a lo que oía. Tal vez se debía a que una vez más se había dejado llevar por el poder que contenían las cuatro paredes para alejarla de la realidad. El guardia no se movió, esperando paciente porque lo siguiera.

—¿Quieres que le diga a tu novio que no irás?

Pestañeó, volviendo al presente. Jevon.

Se apuró hacia el guardia, quien la tomó del brazo y la guió hasta las escaleras donde Nicasia se sintió camino al cielo. Al llegar al lugar donde estaba el escritorio de Finella, inhaló el oxígeno al igual que lo hubiera hecho en la Tierra, si alguna vez la conocía.

El guardia no se detuvo ante su fascinación, siguió encaminándola hacia el mismo pasillo donde se había encontrado con su padre, excepto que ingresaron por la puerta consiguiente a un pequeño salón donde se hallaba una mujer con el cabello negro atado en un rodete.

—Está ahí dentro —anunció en cuanto guardia soltó el agarre. Nicasia notó dos puertas a su izquierda e ingresó en la segunda.

Suspiró aliviada al divisar a Jevon de pie junto a la cama, con las manos en su cadera y una expresión indescifrable.

—Por fin, Nicasia —susurró él—. Ya chequeé si había micrófonos —añadió cuando Nicasia recorrió la habitación con los ojos. Consistía en una cama de dos plazas con sábanas grises y una mesita de luz a ambos lados—. Ozias está furioso —soltó—. ¿Qué pasó? ¿Por qué no escapaste?

Las preguntas que tantas veces había imaginado en aislamiento se hicieron realidad. Mas, las respuestas ensayadas fallaron a la hora de abrir la boca.

—Tuve un altercado —replicó, rascándose la nariz.

—No me mientas —amenazó Jevon, acercándose a ella. Nicasia debió levantar la cabeza para mirarlo a los ojos—. ¿Por qué no te escapaste? —inquirió entre dientes. Lo encontraba más alterado de lo que hubiera esperado—. ¿Y por qué tengo a un guardia pisándome los talones?

La pregunta la tomó desprevenida.

—¿Un guardia? —repitió incrédula.

Jevon giró sobre sus talones, pasando una mano por su rostro.

—El mismo guardia que estaba el día que te visité —replicó.

Bellamy.

Su corazón se detuvo. ¿Qué estaba haciendo?

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora