Veinte.

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BELLAMY

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BELLAMY

Los labios de Nicasia lo habían dejado aturdido; aún sentía el calor en su boca, en la nuca donde Nicasia lo había abrazado. Todavía oía el gemido que soltó cuando la atrajo hacía él por la cintura. Maldito Finn. De no haber interrumpido, podrían haber continuado con la sesión de besos y caricias, dejarse llevar por lo que sentían y averiguar hasta dónde se animaban a llegar.

Pasó una mano por su rostro, espabilándose. Acomodó el libro de Donde los Leones Comen por Wilbur Smith en el estante y se puso de pie.

Mientras bajaba las escaleras, deseó que Nicasia volviera. Que se excusara con Finn y apareciera en la puerta, que volviera a besarlo con la misma blandura que lo había hecho la primera vez, como si no estuviera segura de lo que estaba haciendo.

Nada de esto sucedió. Salió de la biblioteca, consciente de que debía cruzar las rejas antes de que los reclusos acabaran con el desayuno.

¿Estaría Nicasia pensando en él de la misma forma? ¿Estaría repasando cada segundo juntos como él lo hacía al igual que miraba una película? ¿Sentiría los mismos deseos de repetir el encuentro?

Erna abrió la puerta en cuando lo divisó acercándose.

—¿Dónde estabas? —cuestionó de inmediato.

—Buscando a Derval —replicó sin darle mucha importancia. Se acercó al escritorio, con cuidado de tener una vista del pasillo que conectaba con el comedor, así podría ver a Nicasia en cuanto saliera—. Wells me lo pidió.

—Y después fue Collins —repuso. La miró. Los ojos celestes que tantas veces lo habían mirado con cariño, eran fríos, distanciados—. A la biblioteca. Donde estabas tú.

Luchó por no removerse en su lugar.

—No la vi allí dentro, por lo que eché un vistazo en los otros salones —contestó tras un instante, esperando que Erna no notara la mentira.

—¿No la viste en la biblioteca? —cuestionó. Bellamy sacudió la cabeza—. Qué raro, porque han salido de esa dirección.

—Ahora que lo pienso —dijo de inmediato—. Tal vez estaba en el segundo piso. No me he fijado. Debería haberlo hecho. —Giró la cabeza hacia el salón principal, vacío y silencioso. Cualquiera que merodeara por allí podría oír lo que estaba pasando entre Bellamy y Erna.

—Bueno, al menos la han encontrado —susurró.

En aquel instante, la puerta que daba a la oficina de Meissa, se abrió y la mujer de cabello rubio en un alto rodete emergió. Los miró a ambos con una sonrisa cordial.

—Finella, Blake. —Ambos asintieron ante el saludo—. ¿Tienen algo que reportarme? ¿Saben algo de Derval?

—Está desayunando —replicó Erna en un tono neutro.

Meissa asintió, deteniéndose junto a Bellamy.

—El Día de la Unidad es en dos días, quiero que avises a todos los guardias que se presenten a primera hora en mi oficina.

Mientras Erna asentía y tipeaba en el ordenador obediente, Bellamy frunció el ceño, apoyándose en el escritorio. Sentía un dolor intenso en el abdomen.

—¿Pasó algo grave?

Meissa negó con la cabeza hacia él.

—No. Quiero repasar un plan que tengo para Derval. —La sangre se le heló—. Y se llevará a cabo ese mismo día. Nadie lo olvidará —añadió con una sonrisa—. ¿Tú cómo estás, Blake? ¿Mejor?

Pestañeó varias veces, reprimiendo la pregunta sobre el supuesto plan.

—Sí, gracias.

—Bien —concordó Meissa, asintiendo—. Me alegra que estés mejor. —Volteó hacia Erna—. No lo olvides, Finella, por favor.

—No, señora.

Meissa asintió satisfecha antes de pasar junto a Bellamy para dirigirse a la salida; tal vez a mantener una nueva reunión con Jaha. La observó cerrar la puerta en un movimiento elegante como toda ella. Nadie imaginaría que detrás de la fachada de mujer rica se escondería un ser tan frío. Ni siquiera podía imaginar lo que podría tener preparado para Nicasia, y la incertidumbre le hizo perder el hilo de pensamientos. Debía hablar con Nicasia, advertirle que...

—¿Bellamy? —Miró a Erna, quien tenía el ceño fruncido, inclinada hacia delante—. ¿Me escuchaste?

—N-no. —Carraspeó—. ¿Qué pasa?

Erna suspiró, cansina.

—Te pregunté si hacías algo después del trabajo.

La calma lo invadió.

—Estoy agotado.

Erna puso los ojos en blanco.

—Me estoy cansando de esa respuesta, ¿sabes? —señaló, sin ocultar su mal humor.

Bellamy sabía que había llegado el momento de decir la verdad sobre lo que sentía. Luego de lo que acababa de ocurrir con Nicasia, no cabía dudas que no era con Erna con quien anhelaba estar. Es decir, le agradaba lo que habían tenido al comienzo, pero las últimas veces que habían estado juntos eran la consecuencia de los deseos ocultos que Bellamy no tenía permitido concretar en la vida real.

—Mira, Erna... —empezó, apoyándose en el escritorio. La expresión de Erna cambió por completo—. No creo que lo nuestro vaya a funcionar.

—No dijiste lo mismo el otro día en el vestíbulo —contraatacó.

Tomó aire, ojeando su alrededor para pensar la forma más diplomática de decirle que estaba interesado en otra persona sin revelar detalle alguno.

—No siento lo mismo que antes —concluyó—. Lo lamento. Debería habértelo dicho antes... —Sin embargo, apenas había acabado de hablar cuando Erna tomó unas carpetas junto a su computador y se puso de pie.

—Tengo que llevar esto a la oficina de Meissa —dijo con sus ojos en él—. Será mejor que busques algo que hacer. No quiero tenerte todo el día aquí dando vueltas. —Giró para salir del escritorio y perderse por la misma puerta que Meissa había utilizado.

Bellamy exhaló. ¿Por qué las cosas no podían ser más fáciles?

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora