Nicasia Derval ha sido condenada a confinamiento por ser cómplice de uno de los delincuentes más famoso y buscados en el Arca. A pesar de la mayoría de edad, el Gobierno le concede dos meses para confesar o ser flotada.
Derval tenía claro cuando ing...
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NICASIA
No estaba segura de lo que pasaba con Bellamy. Quería creer que sus encuentros furtivos se debían a mera atracción física, y tal vez lo era; pero Bellamy encontraba la manera de involucrarse más en su vida por cada segundo que pasaba. Temía que se metiera bajo su piel y no pudiera quitarlo.
Cuando Bellamy estaba cerca, su cordura fallaba como la de un juguete con poca batería, su mente se apagaba por completo y solo podía pensar en sus dedos acariciando su cabello, tomándola de la nuca mientras la besaba con lujuria.
En la lavandería, el silencio había reinado entre ambos. Tampoco tuvieron tiempo para seguir conversando ni continuar con lo que habían comenzado, ya que los reclusos entraban y salían para pedirle la vestimenta del desfile. Algunos se quedaban merodeando, hablando entre ellos con ánimos y parte de Nicasia lo agradecía. De haber estado a solas con Bellamy, dudaba que hubiera logrado mantenerse concentrada en sus tareas. No sabía hasta dónde estaba dispuesta a llegar con él.
Al acabar con las tareas, la alarma sonó para darle comienzo al almuerzo y se encaminó hasta allí, procurando no voltear para asegurarse que Bellamy estuviera detrás.
Tomó asiento en una mesa alejada del resto. La felicidad del día la agobiaba; no recordaba la última vez que hubiera pasado un Día de la Unidad con tantas personas alegres. Casi parecía que no estuvieran encerrados, pagando por crímenes, sino que se encontraban reunidos en un bar, listos para la fiesta.
Finn se sentó a su lado.
—¿Fue Bellamy a buscarte?
Dejó a un lado lo que estaba comiendo.
—¿Tú lo mandaste?
Finn masticó despacio.
—Sí... —susurró—. Creo que estaba celoso —añadió de inmediato.
Nicasia sacudió la cabeza, incrédula. Buscó con la mirada a Bellamy. Se hallaba de pie junto a la puerta principal, conversando con Jaha. Ni siquiera le había preguntado cómo sabía Finn de su relación. Una señal de que Bellamy también perdía la cordura estando con ella.
—¿Le contaste lo que planeas hacer? —murmuró Finn, arrancándola de sus pensamientos.
—No —replicó con un vacío en el pecho—. No lo haré —aseguró ante el horror en Finn—. No puedo hacerlo —continuó, inclinándose hacia delante—. Finn, lo que estamos haciendo... —Luchó, buscando la manera correcta de expresar lo que sentía. No la encontró—. No está bien.
Y, sin embargo, cada vez que estamos cerca quiero tocarlo, y quiero que me bese, y que me haga olvidar todo lo malo que rodeó durante tantos años en la vida.
—¿Se lo dirás?
Frunció el ceño.
—¿Que está mal? —Finn asintió—. No lo sé —confesó como si se tratara de un pecado capital.