Treinta.

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NICASIA

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NICASIA

El sonido de la puerta abriéndose la alertó. Se sentó en la cama, apoyando la mano en el punzón que había colocado bajo la almohada, lista para atacar.

—Soy yo —dijo la voz de Bellamy.

Se permitió respirar, aunque la extrañez no la abandonó.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro, puesto que aún debía ser temprano.

Bellamy cerró la puerta bajo la tenue luz; otra señal que tendría que estar durmiendo. Se acercó en silencio, tomando asiento a su lado. Fue entonces cuando Nicasia notó su labio inferior hinchado con un fino tajo y un moratón recorriéndole la mandíbula del lado derecho.

—¿Qué te pasó? —cuestionó, arrodillándose en la litera y tomando el rostro de Bellamy con cuidado para examinarlo—. ¿Quién te lastimó? —preguntó ante el silencio tortuoso.

—Jevon. —El tiempo se congeló. Nicasia dejó caer las manos con la boca abierta. ¿Había oído bien? —. Fui a visitarlo porque quería respuestas sobre el paradero de Ozias.

Nicasia intentó hablar, pero soltó un sonido gutural. Su mente entumecida frente a la nueva información.

—¿Có...? —Cerró la boca, tomando aire—. ¿Cómo...? —Intentó otra vez.

—¿Por qué no me dijiste que mantenías una relación personal con Ozias?

Apoyó la espalda en la pared. Sus extremidades no se sentían propias. Bajo la atenta mirada de Bellamy, con la luz creando sombras en su rostro mutilado, Nicasia se armó de valor.

—No creí que fuera importante —murmuró.

Bellamy apoyó los codos en las rodillas, inclinándose hacia delante. Su atención se perdió un instante en las paredes de la celda. Nicasia deseó desaparecer.

—Bellamy... —empezó, acercándose a él cuando retomó el control sobre su cuerpo.

Bellamy la miró.

—No te estoy juzgando por lo que pasó, Nicasia —repuso, deteniéndola de tocarlo—. Es que es incomprensible por qué seguirías protegiéndolo después de todo lo que te ha hecho. —Soltó una risa amarga, rascándose la frente. El cansancio escrito en sus expresiones. ¿Qué hora era? —. Una semana después de que entraste estabas dispuesta a escapar para volver con él —señaló.

—No tenía a dónde ir —murmuró.

Asintió, digiriendo las palabras.

—Y ahora que Ozias mandó a matarte, ¿qué harás?

La pregunta la paralizó. Jevon le había contado absolutamente todo. ¿Cómo había acabado en su casa? ¿Cómo había averiguado dónde vivía? ¿Quién...?

—Fue Finn, ¿no? —arriesgó, apretando los dientes—. Finn te dijo que buscaras a Jevon —afirmó.

—Sí —replicó Bellamy sin alterarse—. Y la verdad es que fue lo mejor que podía hacer...

Nicasia se puso de pie, dispuesta a gritarle a Finn a través de la ventilación cuando Bellamy la detuvo, abrazándola por detrás.

—¡Suéltame! —chilló—. ¡Suél...! —El grito se perdió en su garganta debido a la mano de Bellamy sobre su boca. Intentó zafarse del agarre como una víbora, pero el cuerpo seguía doliéndole y no podía luchar contra los brazos fornidos que la sostenían.

Indefensa, atrapada en su propia cárcel, se rindió con lágrimas escociéndole los ojos. Rompió a llorar, dejándose caer en el suelo. Bellamy no la soltó en ningún momento hasta que se halló sentada en el piso; allí aflojó el abrazo para colocarse frente a ella.

—Ey... —murmuró, sosteniendo el rostro de Nicasia entre sus manos. Ella sacudió la cabeza, mordiéndose el labio inferior e incapaz de enfrentar la mirada de Bellamy—. Nicasia, por favor... —añadió preocupado, dispuesto de darle un abrazo cuando Nicasia lo alejó.

—Sabía lo que estaba haciendo —confesó. Sus ojos clavados en las botas de Bellamy, agachado ante ella sin tocarla—. Puedo... —Se sorbió la nariz—. Puedo oír todos los comentarios de la gente cuando me capturaron. —Se mordió el labio inferior, su imaginación volando de la misma forma que lo había hecho muchas veces en la propia celda del piso superior—. «Una niña de bien, ¿qué le habrán hecho los padres?» —murmuró, ladeando la cabeza hacia un lado—. «Seguro la consentían demasiado», «Fue el divorcio, la causa de todos los males para esa muchacha.» —Sacudió la cabeza, limpiándose la nariz con el dorso de la mano—. «Bastante mayorcita para tomar sus propias decisiones, si está así es porque algo hizo», y la lista sigue, y sigue. —Miró a Bellamy con una pequeña sonrisa—. No me digas que no has oído ninguno de esos comentarios —repuso. Bellamy tragó saliva, dándole la respuesta que esperaba—. La culpa nunca fue de mis padres —murmuró, mirando la pared detrás de Bellamy; era mejor que la lástima en sus ojos—. Ni del divorcio, ni porque me consentían o porque vivía en Phoenix... Quería más —aseguró—. No sé qué era lo que quería, solo que fuera diferente. Y cuando Ozias apareció en la biblioteca. —Se encogió de hombros—. Acepté seguirlo. Acepté todo lo que me pedía. Acepté todo lo que hacía. Porque creía que estaba bien, porque creía que, al fin y al cabo, era lo que estaba buscando, ¿no? —Clavó sus ojos en los de Bellamy. Las lágrimas ya no caían; su rostro pegajoso—. Después me atraparon, Ozias intentó sacarme de aquí pero no lo hice porque te lastimaron —continuó en un susurro. Bellamy se removió en su lugar. Nicasia no pestañeó—. Y luego estabas en todos lados, Bellamy. No podía escapar de confinamiento y tampoco de ti. —Bajó la cabeza hacia sus manos—. No quería escapar de ti —reconoció.

Esperaba que Bellamy se pusiera de pie, la dejara sola en la frialdad de la celda o, al menos, que le dijera que lo disculpara porque él no se sentía de la misma forma; porque Nicasia era una simple reclusa con quien buscaba acostarse por mera atracción.

Ninguna de estas dos cosas sucedió. En su lugar, Bellamy se acomodó en el suelo, tomando las manos de Nicasia entre las suyas, cálidas y doradas como el sol.

Temerosa, levantó la mirada hasta Bellamy.

—No me importa lo que la gente piensa o diga de ti, Nicasia —aseguró en un tono tan bajo que la invadió por completo—. No me importa que esto esté prohibido. Quiero estar contigo, contra todo.

Su respiración falló por un instante al darse cuenta que así se sentía cuando alguien la quería de verdad.

Bellamy se acercó más a ella.

—Haría lo que fuera por sacarte de aquí —continuó—. Pero no puedo hacerlo si no me ayudas. Jevon no quiso darme ningún detalle sobre Ozias.

Nicasia sacudió la cabeza despacio. Las energías de gritar se habían esfumado.

—No tienes idea dónde te has metido, Bellamy —murmuró—. ¿Sabes por qué se hace llamar Ozias? —Bellamy la observó expectante—. Porque significa «salvación». No lo detendrás. No con todas las personas que trabajan para él. Mucho menos con la mente que tiene. —Apoyó las manos en el rostro de Bellamy, sintiendo el final acercarse mientras lo hacía—. Lo más sabio que puedes hacer ahora, es dar un paso al costado antes de que te encuentre. —Se mordió el labio inferior. La incertidumbre reflejada en Bellamy—. Sabrá que hay gente buscándolo. Hazle creer que Jevon fue un callejón sin salida, por favor —rogó.

Bellamy sacudió la cabeza, alejando las manos de Nicasia.

—Entonces, ¿no me ayudarás?

Nicasia suspiró. La voz de Bellamy la partió en dos.

—No.

La negativa desequilibró a Bellamy por completo. Lo miró con un nudo en la garganta mientras la decepción trepaba por su rostro. Se puso de pie en silencio y salió de la celda; abandonándola en la oscuridad.

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora