Dieciséis.

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BELLAMY

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BELLAMY

Aún sentía el frío rostro de Nicasia en sus manos, las lágrimas en sus dedos, la respiración contra su piel. Había estado tan cerca y la vez tan lejos.

No sabía qué lo había dominado en el momento de ofrecerle ayuda; simplemente sintió que era lo correcto. La respuesta negativa del final lo desilusionó por completo; pero no logró convencerlo de que se alejara. Si era esto lo que Nicasia buscaba, no tendría éxito.

Bellamy estaba dispuesto a encontrar a Ozias y entregarlo a las autoridades. Hacerlo pagar por el daño infligido en Nicasia y en vaya a saber cuántas personas más.

Caminando por el pasillo de vuelta al piso superior, se detuvo en un peldaño, buscando el aire hacia sus pulmones. La herida le dolía.

Había estado tan cerca de besarla.

El deseó había surgido como una estrella fugaz. El momento en que Nicasia cerró los ojos, tomando la camisa entre sus manos, había inclinado la cabeza, listo para besarla cuando se dio cuenta que no era lo apropiado. Trató de convencerse que era una reclusa y él un guardia, que no había pedido especialmente bajar la comida para Nicasia Derval solo para besarla. Mas, estaba harto de mentirse, de negar el campo magnético de Nicasia que lo atraía con tal fuerza que era lo primero que pensaba al levantarse y lo último al irse a la cama. Quería convencerse que la discusión que tuvieron dos días atrás no le quitaba el sueño; pero era imposible. Octavia lo había notado. Su madre también. Excepto que Aurora creía que su mente desconectada tenía que ver con Erna, a quien había estado ignorando desde el accidente.

No había nada en el Universo que quisiera más que enamorarse de alguien como Erna. Una mujer que estaba interesado en él genuinamente, que era preciosa y se preocupaba por su bien estar. Y, sobre todo, no era una reclusa conectada con el traficante más famoso y peligroso del Arca.

Acabó de subir los últimos escalones, encontrándose con Erna detrás del escritorio hablando en susurros con Wells, de pie del otro lado. Ambos voltearon a verlo.

—Creímos que te habías desmayado —comentó Wells, su tono desprovisto de diversión—. ¿Qué pasó?

—Nada —contestó, echándole un vistazo a las rejas. Del otro lado, los reclusos estaban en su horario libre. Aún no le permitían ingresar, por lo que gran parte de su trabajo se limitaba a estar de este lado de las rejas o en el comedor, donde había cuatro guardias más en caso de alborotos—. No me sentía muy bien, me detuve a tomar un poco de aire.

Erna bufó.

—Espero que floten a Angaros —murmuró.

Naveed Angaros era el recluso que lo había atacado durante el motín. Bellamy lo conocía porque en una ocasión lo metió en aislamiento tras causar un disturbio en el comedor. Nunca imaginó que el resentimiento fuera tan fuerte.

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora