Treinta y tres.

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BELLAMY

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BELLAMY

—Iré al comedor —anunció Wells por lo bajo al tiempo que Nicasia atisbaba a Jex de pie al costado de la sala principal.

Bellamy no logró replicar, ya que la escena de Nicasia corriendo hacia su padre para abrazarlo le causó un nudo en la garganta. Comprendió por qué Nicasia tenía tanto miedo de hablar.

—Ps, Blake.

Pestañeó, aturdido ante la voz detrás de él. Giró para encontrarse con Erna de pie junto a la puerta que conectaba con el pasillo de los vestidores.

—Ven, por favor —pidió, señalando con la mano que lo siguiera al abrir la puerta.

El cuerpo de Bellamy reaccionó antes que su mente, se acercó a Erna, cerrando la puerta tras él. Finella continuó con un paso apretado, su cola de cabello balanceándose de un lado al otro. Con la imagen del reencuentro de los Derval en mente, Bellamy había olvidado por completo cuál era su plan con Wells. Ahora que tenía a Erna cerca de él, no tuvo la fuerza para enfrentarla. Su paso urgente lo descolocó, por lo que supuso que sería algo grave.

En lugar de detenerse en la puerta de los vestidores como Bellamy había previsto, siguió de largo, girando hacia la derecha hasta otra puerta. La conocía. Muchas veces había estado en aquel pequeño salón con Wells y otros compañeros para comentar sobre el recluso que estaría ingresando a confinamiento. En la sala había una ventana que ocupaba toda la pared, del otro lado se mantenían las entrevistas previas de los futuros convictos con un guardia que le explicaba las reglas del lugar. Las personas en la sala angosta no veían más que sus propios reflejos en el vidrio.

No entendía por qué estaba ahí.

Erna tomó el pomo de la puerta, girando hacia él.

—Quiero que veas algo —murmuró, abriéndola.

Bellamy la siguió y sintió cómo el alma abandonaba su cuerpo cuando reconoció de inmediato la figura sentada de un lado de la mesa, pequeña en la silla gris con el cabello castaño cubriéndole gran parte del rostro mientras Kit le explicaba las reglas de confinamiento. Octavia tenía el rostro hinchado de tanto llorar.

—No deberías haberte metido con Ozias, Bellamy —murmuró Erna detrás de él. Las lágrimas de Octavia caían de forma incontrolables. Su corazón se detuvo por un instante—. Agradece que no está muerta.

Volteó, tomando la camisa de Erna entre sus puños hasta hacerla chocar contra la pared, dominado por la ira. Erna, sin detenerse a pensar, llevó la rodilla con fuerza a su entrepierna, doblegándolo del dolor.

—Idiota —murmuró entre dientes—. Tu hermana está viva gracias a mí. No te imaginas las ideas que Ozias tenía.

Bellamy sintió las lágrimas escocer sus ojos, pero se rehusó a dejarlas caer. Tomó aire, irguiéndose en el lugar e ignorando el dolor gritando en cada centímetro de su ser.

Erna apenas se había despeinado y, de todas maneras, estaba irreconocible. La persona que conoció en su primer día laboral, la que tanto había llamado su atención sentada del otro lado del escritorio mientras le daba indicaciones con un mapa de confinamiento y no dejaba de sonreír al hacerlo, ya no existía. Ante ella, tenía una mujer desconocida. Una mujer cuyas facciones reflejaban solo ira calculada.

—¿Por qué? —preguntó Bellamy, deshecho—. ¿Por qué lo hiciste?

Erna no quitó sus ojos de él.

—Lo lamento, Bellamy —replicó, su tono desprovisto de sinceridad—. Esto ocurre cuando te metes con Ozias. Creía que Derval te lo habría contado, pero supongo que estuvieron ocupados todo este tiempo. —Ladeó la cabeza, encogiéndose de hombros. Bellamy sentía que estaba a punto de vomitar—. Traté de alejarte de ella porque sabía que no eran buenas noticias. Pero te dejaste llevar.

—¿Mi hermana está ahí dentro porque no quise acostarme contigo? —cuestionó con bronca.

Erna sacudió la cabeza, dando un paso hacia delante.

—No, Bellamy —contestó con frialdad—. Tu hermana está ahí porque eres un incompetente.

Bellamy abrió la boca, listo para replicar con furia cuando una alarma invadió el recinto.

Un motín.

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora