Veintiocho.

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BELLAMY

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BELLAMY

—Necesito un conjunto nuevo —pidió al llegar al escritorio, donde aún Wells estaba sentado del otro lado.

—¿Para Derval?

Bellamy asintió y Wells se agachó para tomar un paquete de plástico con una muda limpia dentro.

—¿Dónde está Erna? —preguntó cuando Wells apoyó la ropa en el escritorio. Se encogió de hombros.

—No lo sé. Un segundo estaba aquí y cuando se desató el desastre en el comedor me pidió que la cubriera. Capaz no vuelva.

Hubiera ocupado unos segundos más en Erna de no ser porque encontrar al padre de Nicasia era más importante.

—¿Puedes averiguar dónde vive Jex Derval? —preguntó, inclinándose sobre el escritorio—. Necesitamos que esté al tanto de lo que está pasando —explicó ante el perplejo rostro de su amigo, el cual se tornó de inmediato a uno de comprensión.

—Ya me parecía raro que la hubieras mandado a aislamiento —comentó, pensativo—. ¿Y crees que nos escuchará?

No pasó por alto el plural en su pregunta. Dar por sentado que Wells estaría a su lado, lo hacía sentir más seguro.

—Tendrá que hacerlo. Es nuestra única oportunidad —susurró, más dubitativo de lo que había estado ante Nicasia; lo que menos necesitaba era creer que el plan podía fallar.

—¿Cómo está? —inquirió Wells tras unos segundos.

Bellamy levantó la mirada del escritorio con el rostro destruido de Nicasia en su mente. Apretó la mandíbula.

—Como puede, supongo —replicó. Tomó aire, irguiéndose en el lugar—. Cuando la jornada acabe, iremos en busca de Jex y luego de Jevon.

Wells lo miró un instante.

—Cuenta conmigo —sentenció.

Una vez más, se dirigió a la puerta para bajar las escaleras hasta la soledad del pasillo de aislamiento. Poner un pie allí significaba escalofríos recorriéndole el cuerpo entero. Sin embargo, cuando había estado con Nicasia en la pequeña celda, su mente se trasladó a otro lugar. Uno donde estaban a salvo, tranquilos. Donde Nicasia era feliz, lejos de tantas amenazas y Bellamy disfrutaba de estar en su presencia.

Abrió la puerta de su celda, encontrándola sentada contra la pared. Se puso de pie de inmediato y Bellamy notó la angosta rendija oxidada. La miró con el ceño fruncido, tendiéndole la ropa.

—Gracias —susurró Nicasia, tomando el paquete y arrojándolo en la litera. Bellamy cerró la puerta. Nunca se acostumbraría a la fortaleza que habitaba en ella—. Finn —añadió en el mismo tono de voz, señalando con la cabeza la rendija.

En otro momento, esta información lo hubiera paralizado; pero ya no le importaba quién sabía lo que pasaba entre ellos. De haber sido por él, lo habría gritado a los cuatro vientos.

Errante || Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora