Capitulo 3: Una relación de negocios.

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—Estás completamente loco —escuché decir a la mujer apenas entré a la suite el lunes temprano.

Apenas crucé la puerta noté que todos estaban allí, la mujer, el hombre mayor y Patrick, más otro hombre de la misma edad de este, sólo que él era un poco más bajo, de cabello color arena y ojos castaños claros.

—Buenos días —saludé.

Me moví a la habitación un poco incómoda y al girar mi rostro noté que seguían mirándome, y que Patrick sonreía, evité estremecerme por eso. Cerré la puerta de la habitación y murmuré.

—Mal presagio.

Cuando observé el cuarto me sorprendí. Estaba exactamente como lo había dejado, ordenado y limpio, solo el baño se veía como siempre.

Cuando salí del lugar todos guardaron silencio de nuevo, al parecer ahora habían estado murmurando. Dejé las toallas húmedas en el carro y regresé. No podía limpiar con tanta gente allí.

—Si lo desean puedo regresar más tarde.

Patrick negó un poco y me miró.

—Ven aquí y siéntate —dijo. Abrí y cerré mi boca al oírlo.

—¿Perdón? —debía estar oyendo mal.

Volteo sus ojos.

—Ven aquí y siéntate —repitió con más energía apuntando el sofá.

—Ok —dije y llegué hasta él. Me senté e increíblemente él lo hizo a mi lado.

Esto no está bien, pensé.

—¿Recuerdas lo que hablamos ayer? —preguntó, miré a todos los demás y luego a él, asentí.

—Patrick esto es una locura —dijo el otro tipo, tenía un pequeño acento.

—Cálmate Rodrigo. Sé lo que hago —contesto él, su amigo suspiró—. Bien, entonces recuerdas eso de que si alguien te pagara te casarías.

¿Que qué? pensé, este hombre estaba loco, ¿qué pretendía?

Asentí otra vez.

—Quiero que pienses en eso—. Me miró fijamente y arrugué mi frente.

No lo mires a los ojos, no lo hagas, dijo mi cabeza, pero lo hice.

—Está bien —dije con duda—, ¿para qué?

—Quiero que hagamos negocios —dijo él.

¡Oh rayos!, pensé enseguida.

Podía ser cierto, el hombre en verdad pretendía pagarme, contratarme para que fuera su esposa, debía asegurarme. Pero, ¿y si era así?, si él estaba dispuesto a pagar lo haría, ese dinero podía ayudarme con la deuda, apreté mi mandíbula. Aunque, pensé, me estaría casando con el hombre que odio y me gusta a partes iguales, todo al mismo tiempo. Ya había ignorado mis sentimientos el tiempo suficiente, ¿podría seguir haciéndolo?

—¿Cuáles? —pregunté luego de un rato, mirándolo de la misma manera que él me había mirado a mi apenas el día anterior. Patrick esperaba.

—Creo que te imaginas cual.

No estaba bromeando.

—No puedes hacerlo —dijo la mujer y se acercó a él —no la conoces siquiera.

Oh sí, yo podía ser una estafadora y todo esto era parte de mi maléfico plan. Evité soltar un bufido.

—¿Conoces a alguien que lo haga? —le preguntó él, noté que ella separaba levemente los labios como si quisiera decir algo. Patrick continuó como si nada—, ninguna mujer que conozco se casaría conmigo para luego divorciase sin llevarse la mitad de mi dinero, las otras no lo harían porque no querrían y ninguna de ellas mantendría la boca cerrada si les digo porqué quiero casarme.

La mujer abrió y cerró la boca varias veces sin saber qué decir. Patrick me miró.

—¿Entonces? —preguntó—, ¿aceptas el negocio? casarte conmigo por un año y luego divorciarte.

Lo soltó tan de repente que, si bien sabía lo que quería, me estremecí.

Me puse de pie y me alejé de él pensando, crucé mis brazos frente a mí.

Vamos Ana Luisa, dijo mi cerebro, si lo haces obtendrás dinero fácilmente, es solo un año. Evité soltar un bufido. Debía admitir que esto era divertido, casarme con quien llevó a la ruina a mi familia.

Luego de unos minutos lo miró.

—¿Cuánto? —pregunté—, ¿cuánto me pagarás? —dejé las formalidades para después. Él sonrió y también se puso de pie.

—Dos millones de dólares —soltó y jadeé.

No podía ser cierto, era más del triple de lo que debía mi padre. Con eso podía pagar la deuda y vivir sin problemas por el resto nuestras vidas.

—Te pagaría la mitad el día de la boda —dijo Alberto y lo miré —y el resto al acabar el año, luego del divorció.

Claro, pensé, aun así, pagaba todo.

—¿Solo un año? —le dije —¿y si tu padre quiere más tiempo? —negó.

—Solo un año y si alarga su demanda hablaremos en ese momento.

Suspiré y empujé cualquier otro sentimiento a un rincón lejos en mi mente. Ahora, esto es un negocio.

—Está bien —dije —acepto ser tu esposa por un año.

—¿Tenemos un trato? —extendió una mano hacia mí y la observé un segundo antes de tomarla.

Rayos, mi mano casi desapareció entre la suya.

—Es un trato —aseguré.

—Perfecto —dijo él antes de soltarme y mirar a Alberto.

—Prepararé un contrato —dijo él y se despidió antes de irse.

—Yo hablaré con mi padre —dijo Patrick y miró a su amigo —tengo que darle la feliz noticia —el hombre se rió.

Ambos se fueron. Miré a la mujer parada a metros de mí.

—¿Sabes lo qué haces? —preguntó ella sin mirarme.

—Negocios —dije yo, suspiró y me miró.

—Patrick y William, su padre, tienen una guerra que comenzó apenas el cumplió los dieciocho, ahora tú solo te has convertido en otro de sus sacrificios para ganarle —y sin más me dejó sola.

—Por dos millones de dólares—dije —no me importa en lo más mínimo.

Solo Son NegociosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora