Capítulo 32: Hospital, no es una urgencia.

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Desperté confundida al escuchar una vibración. Intenté sentarme pero el brazo de Patrick me lo impidió, este me mantenía firmemente anclada a su cuerpo.

Suspiré y miré alrededor.

No estábamos en su habitación, sino en la mía. Ni siquiera me había dado cuenta de eso cuando nos trasladamos al lugar, bueno, solo me había percatado de que nos movíamos cuando él me dejó caer en la cama. Aunque ya estaba acostumbrada a eso, siempre me perdía en el universo cuando me besaba.

Como otra vez escuché la vibración me levanté lo mejor que pude y observé el velador a mi lado. Era el teléfono de Patrick el que sonaba y, como estaba boca abajo, solo veía una delgada línea brillante proveniente de su pantalla.

—Patrick —murmuré.

Él se quejó suavemente y me atrajo aún más. Evité quejarme.

—Patrick —insistí.

—¡Dios! —se quejó, levantó la cabeza y me miró sin apenas despegar sus ojos, sonreí al ver la expresión de su cara—. ¿Qué pasa? —murmuró antes de volver a apoyar su cabeza en la almohada.

—Tu teléfono, está sonando.

Se encogió de hombros, nada más.

Suspiré y observé como el teléfono volvía a la vida.

—Oye, puede ser una emergencia.

—Si es importante llamarán mañana —le oí decir.

—Es la tercera vez, debe ser muy importante.

Suspiró y levantó su cabeza, me miró un segundo antes de observar su teléfono.

—Bien —se quejó.

Volví a reírme cuando casi pasó por sobre mí para tomarlo.

—¿Si? —gruñó al aparato.

Se apoyó en la cama de espalda y lo miré. Al ver que arrugaba su frente y se levantaba hasta sentarse me apoyé con mi codo.

Esperé.

—¿Cuándo? —dijo tenso —¿y me llamas a esta hora? —soltó un bufido —no...

Comencé a preocuparme y me senté, al recordar que estaba desnuda me cubrí con la sabana.

—Bien, gracias —colgó y dejó su teléfono a su lado.

Pasó cerca de un minuto antes de que me moviera y apoyara mi mano en su hombro, al sentirlo tensarse completamente lo imité solo que no me alejé de él, incluso me moví hasta estar a su lado y poder observar su rostro.

—¿Qué pasa? —pregunté suavemente.

—Mi padre está en el hospital.

Abrí mi boca sorprendida.

—Pero, ¿qué le paso?

—Tuvo un ataque cardiaco en la tarde.

Arrugué mi frente y observé mi reloj. Eran cerca de las dos de la mañana.

—¿Y a esta hora te avisan? —me observó al oírme.

¡Oh!, pensé, eso mismo había dicho él.

—Bien —me puse de pie —vamos.

—¿Qué? —se veía confundido.

—Vamos al hospital.

Arrugó su frente.

—Me dijeron que estaba bien.

Me encogí de hombros y comencé a vestirme.

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