Capítulo 46 : Cansada.

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Cuando llegó la hora para la cita con Gabriel estaba esperando a Patrick sentada en la sala, observando uno de los libros que debía estudiar. Él se detuvo a mi lado, ninguno dijo nada.

Cuando estuvo listo nos subimos a su automóvil y nos pusimos en camino.

En el estacionamiento del restaurant, justo antes de bajarme sin esperar a que me abriera la puerta, me detuvo. Patrick agarró mi brazo. No lo miré.

—¿No piensas volver a hablarme?

Cerré los ojos un segundo.

—No ahora —le dije —no puedo ahora.

No, porque si lo hacía terminaría llorando y no quería hacerlo.

Él suspiró y me soltó.

Un minuto después estábamos en el restaurant, delante de un ordenado y elegante Gabriel. Pasé toda la noche comportándome como debía, de nuevo volví a fingir que estaba bien.

En un momento dado Patrick se disculpó y se apartó de nosotros para responder una llamada. Suspiré cuando lo vi alejarse.

—¿Tan mal? —preguntó Gabriel. Lo miré enseguida —llevas toda la anoche fingiendo.

—Creí que era buena para eso —murmuré y tomé la copa de vino. Luego me reí suavemente sin humor—. ¿Cómo te fue en tu plan de venganza?

Él alzo una ceja.

—Eso no fue venganza, solo les di una lección.

—Mm —murmuré.

—Hay algo que te está molestando, más que hace un mes cuando nos vimos —solo observé sus ojos sin saber que decir —y es algo que tiene relación con él.

Me encogí de hombros.

—¿No se supone que somos amigos?

Alcé una ceja.

—Un secreto por otro secreto —casi susurré, volteó sus ojos.

—Un secreto —rio unos segundos—. Jamás pensé decirle esto a una mujer pero, te confesaré que me intrigas—arrugué mi frente —pero nunca tendría algo más que un par de noches contigo.

No supe si reírme, golpearlo, ofenderme o qué.

—Vaya —terminé por decir —eso es... halagador, creo.

—Lo es, te lo digo porque es verdad, de lo poco que te conozco sé que eres un gran problema —mis hombros cayeron ante sus palabras, sonrió —quizás demasiado apasionada.

—No sabía que eso es un problema.

—Para mí sí, seguramente si termináramos juntos yo querría otra noche más, pero tú me pedirías algo que no podría darte.

—¿Qué? —me sentí intrigada.

—Amor —solo observé sus ojos, que ahora parecían más oscuro.

—Debiste quererla mucho —murmuré.

Lo vi tensarse y cerrar los ojos unos segundos. Me arrepentí de mis palabras por metiche, allí en su mirada había algo que lo entristecía en gran medida.

—Lo siento —murmuré.

—Dime tu secreto —cambio de tema enseguida.

Suspiré.

—Mi secreto —repetí, tomé aire y se lo confesé—. Estoy enamorada de mi marido.

Pensé que me miraría confundido, extrañado, pero él solo asintió como si comprendiera lo que me pasaba.

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