Capítulo 45 : Confía en mí.

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Un mes había pasado desde mi confesión a Patrick. Desde que me atreví a decirle que lo amaba. Durante ese tiempo no había sucedido ningún milagro, Patrick no había descubierto que me amaba ni nada parecido. A decir verdad, las cosas seguían casi iguales, solo había algo diferente. Un asunto que se repetía algunas veces.

Patrick me pedía que le repitiera mi confesión, que le dijera esas dos palabras. Te amo.

Nunca se las había repetido por propia voluntad, no podía y no quería. Solo lo hacía porque él las sacaba de alguna manera de mi boca, sus caricias y su voz provocaban que terminara cediendo, susurrándolas.

Y fue luego de tanto tiempo que tuvimos nuestro segundo problema, y no en privado esta vez.

Cuando observé la revista mensual sobre cotilleos me congelé. Marcela y Sofía me miraron confundidas y se acercaron para ver que me tenía clavada en el piso y con esa expresión.

—No. Puede. Ser —jadeó Marcela.

Sofía alzo una ceja y me miró.

Luego de comprar la revista nos alejamos unos pasos. Marcela leyó el artículo y le pedí que repitiera una parte.

—"...Gabriel Muñoz y la esposa de Patrick Sinclair fueron vistos muy acaramelados hace unas semanas en una discoteca exclusiva de la ciudad. El par pasó unas horas bailando y hablando entre ellos animadamente, como dos viejos y buenos amigos. Muchos se preguntan si esto tiene algo que ver con las fotografías que han salido del señor Sinclair y una de sus conocidas amigas..."

Ambas me observaron enseguida.

—Vaya —murmuré sin poder creerlo —son capaces de saber algo así pero no de usar mi nombre. Que horrible.

Ambas se relajaron y rieron. Tomé la revista y observé las fotografías. Ya en la portada había una de nosotros. Gabriel aparecía muy cerca de mí con sus manos en mi cintura y su rostro al lado del mío. Supe enseguida que ese momento fue justo cuando lo detuve de besarme, menos mal.

Las otras fotografías eran de nosotros bailando, hablando, bebiendo.

—Alguna de ustedes notó a alguien tomando fotografías —ambas negaron y observaron las imágenes. Podía ver el brazo de alguna de ellas, o partes de su cuerpo.

Suspiré.

—¿Crees que te cause problemas? —preguntó Marcela.

Asentí.

—Lo más probable —aseguré. Justo en ese segundo mi teléfono sonó —lo ven.

Ambas negaron.

—¿Sí?

—Necesito que vengas a la oficina de Patrick —ordenó Catalina enseguida.

Hice una mueca.

—Si lo pides tan amablemente, ¿por qué no? —colgué sin esperar su respuesta.

—¿Problemas? —dijeron las dos.

—Problemas —aseguré.

Luego de despedirme conduje hasta el edificio y subí tranquilamente hacia la oficina de Patrick. Cuando la secretaria me vio se puso de pie enseguida y me abrió la puerta, sin tocar siquiera.

Mal augurio, supuse.

Me detuve un segundo antes de entrar y observé a la mujer.

—¿Están muy molestos? —le pregunté, me miró un poco sorprendida.

—Un poco —terminó por decir.

—Entiendo —suspiré—, podrías tráeme un café por favor.

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