Capítulo 14: Coincidimos en el mismo lugar.

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La primera vez que cociné, lo hice pensando que Patrick comería conmigo. Bueno, ninguno de los días anteriores lo había hecho. En verdad él salía temprano y llegaba muy tarde así que apenas lo había visto. Por eso, esperé por dos horas a que apareciera, tenía que hablar con él sobre esto de la convivencia. Necesitaba saber si siempre iba a hacer así, o si en realidad sí se había buscado una amante.

—Uyyyy —me quejé ante mi idea. ¿Qué? no lo veía por unos días y me estaba imaginando cosas, o era el aburrimiento extremo el que me tenía así. ¿Y por qué rayos me imaginaba cosas?

Me rendí veinte minutos después. La comida estaba fría y ya no tenía humor para compartirla con nadie. Tenía que asegurarme de que él iba a comer en la casa antes de cocinar, o por lo menos no volver a esperarlo.

Fue cuando estaba tirando mi comida al basurero que lo escuché llegar. Miré hacia la puerta cuando esta se abrió. Me congelé al verlo allí, con el cabello revuelto y sin su corbata. Él observó lo que estaba haciendo antes de mirarme a los ojos.

—Buenas noches —le dije al ver que solo caminaba hacia el refrigerador.

—Buenas noches —murmuró.

Suspiré y seguí botando la comida, luego me moví hacia el lavaplatos.

—Hay alguien que se encarga de eso —dijo él.

Lo miré y vi que había sacado el plato de comida que había guardado por si acaso.

—¿De qué? —pregunté luego de unos segundos.

—De limpiar, a menos que en verdad sea lo tuyo.

Solté un bufido al oírlo. Y también, seguí observándolo poner el plato en el microondas.

—Quedaría mejor si la calientas en una olla —no me miró.

—Así es más rápido.

Me crucé de brazos.

—¿Siempre trabajas tanto? —con eso sí me observó—, lo digo porque desde hace un par de días que no te veía, y esa vez me encontré contigo en el pasillo.

Se encogió de hombros.

—Sí, siempre estoy trabajando.

Volvió a ignorarme y comencé a molestarme por eso.

A Patrick no le importaba tenerme en su casa todo el día, no le afectaba en nada y creía, sinceramente, de que se olvidaba de mí. Su cara de sorpresa cuando nos encontramos en el pasillo hace tiempo me lo dijo.

—Sabes —le dije, no me miró —he decidido tener un amante.

Que se lo dijera justo cuando él sacaba el plato caliente del microondas fue pura casualidad. No pretendía que se quemara y se le cayera. Por eso me sorprendí como él de su reacción ante mi broma. Solo que él no lo tomó como tal.

Él me miró e ignoró el plato y sus dedos quemados.

—No vas a tener un amante—. Arrugué mi frente enseguida ante el tono de su voz. Luego, lentamente, me giré y tomé un paño de la cocina, lo mojé mientras le daba la espalda.

—Y eso, ¿por qué no? —pregunté.

—No voy a ser un cornudo. —Me reí al oírle decir eso y negué con mi cabeza.

Luego me moví hacia él, agarré su mano y envolví sus dedos con el paño. Se quejó un segundo, pero me dejó hacer.

—Para serlo, primero debería importarte, y segundo, no hemos llegado a un acuerdo en ese punto.

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