Capítulo 31: No me gusta ese apodo.

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—Estás nerviosa —aseguró Patrick, lo miré.

—Ansiosa, hace tiempo que no los veo—. No desde que me había dado cuenta de que estaba enamorada de él. Temía que mis padres se dieran cuenta.

Él se estacionó fuera de la casa de mis padres y bajamos. Yo más rápido que él y lo miré para que se apresurara, ni siquiera sabía porque lo esperaba.

—Ya voy —dijo al verme y llegó a mi lado.

Ya en la puerta toqué y esperé. Mi padre abrió a los segundos.

—¡Papi! —casi grité al verlo y me arrojé a sus brazos.

—¡Ey! —rio él y me abrazó con fuerza.

Suspiré feliz al sentir ese olor que solo él tenía. Olía a hogar, su colonia, incluso un poco a mamá. Y no quería que me liberara, me hacía sentir como una niña y por esos segundos quise tener otra vez diez años y pensar que todos los niños en el mundo eran asquerosos, la vida era más simple en ese entonces.

—Pasa —le dijo a Patrick sin dejar de reír y lo miré, acaricio mi cabello—, parece que hace años no te veo.

—Cierto —arrugué mi frente—, me da la impresión de que ha pasado mucho tiempo.

—Bueno, el matrimonio causa eso —volteé mis ojos.

—No esté —aseguré y miré alrededor— ¿Y mamá?

—Esa sería yo —dijo está saliendo por la puerta de la cocina.

También la abracé enseguida.

Me reí cuando agarró mis mejillas y las piñizco suavemente.

—Mírate, pareces toda una mujer —alcé una ceja.

—¿Antes no lo parecía?

Miró el techo un segundo.

—Eras una rara mescla entre adolescente vieja y adulto joven —la miré confundida y sonrió.

—Hola señora del Monte —saludó Patrick.

Mi madre se acercó a él y sorprendiéndonos a todos lo abrazó unos segundos. Mi marido le devolvió el gesto torpemente.

—No me llames así, mi nombre es Margarita y eres parte de esta familia así que deja las formalidades—. Abrí mi boca ante las palabras de mi madre y miré a papá, él se veía divertido.

—Tiene razón, hay que dejar esas cosas atrás —le dijo —Margarita —se apuntó —Josep —lo apuntó a él —Patrick —y me miró a mí —y ella es Al.

Jadeé al oírlo, odiaba ya ese apodo.

—No me digas así.

Patrick nos miró confundido.

—¿Al? —preguntó —¿Como el de esa serie de televisión vieja?

Me quejé abiertamente ante su comparación.

—Yo no soy un hombre que solo ve televisión.

Patrick alzó una ceja en mi dirección al oírme.

—¿Por qué el apodo? —le preguntó a mi padre.

Él le sonrió y apuntó hacia la sala.

Lo seguimos.

—Ven, sentémonos y te lo contaré—. Volví a quejarme y salí de la sala, luego regresé.

—¿Alguien quiere algo para beber? —pregunté de mal humor, casi como una niña pequeña.

Mi padre sonrió al verme y mi madre volteo sus ojos.

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