—Auch —me quejé suavemente luego de poner el paño frío sobre mi hombro.
Me observé en el espejo del baño y volví a quejarme. Parecía una langosta cocida, roja y brillante.
—Estúpido bloqueador —murmuré, y estúpida yo por no recordar que tenía que volver a aplicármelo sobre el cuerpo, una vez no es suficiente.
Tomé la toalla y volví a humedecerla para ponerla sobre mi otro hombro. Suspiré.
Lentamente me giré para observar el daño en mi cuerpo. Mis hombros, brazos y espalda, estaban completamente rojos y calientes. Mi pecho y vientre también estaban rojos, solo que levemente. Mis piernas estaban igual que mi vientre. En resumen, solo mis pechos y trasero se habían salvado de quemarse bajo el sol.
Volví a quejarme, tomé el paño húmedo y lo puse sobre mi rostro, que parecía más tomate que otra cosa.
Negando me puse un traje de baño y caminé hacia la cama. Patrick había salido hacía más de cinco minutos no sé por qué. Quejándome suavemente me recosté y como el roce de la sábana se sintió horrible contra mi piel, solo me cubrí hasta mi trasero.
Hice una mueca al recordar la expresión de Patrick al verme. El hecho de que estuviera en una playa paradisiaca, rodeado de arena blanca y palmeras, de mujeres en minúsculos bikinis, no habían logrado que dejara de leer su estúpido libro, pero yo, completamente roja, sí.
Me había mirado tan sorprendido que incluso su boca había permanecido medio minuto abierta.
Lo había ignorado todo el camino de regreso al hotel, ya en la habitación solo había ingresado al baño sin decir nada. A los segundos Patrick me había gritado que iba a salir.
Me tensé cuando la puerta fue abierta. Lo escuché caminar por la habitación, llegar a mi lado y detenerse un segundo antes de alejarse.
Me quede dormida diez minutos después.
Desperté cuando algo tocó mi cuello. Me quejé suavemente y abrí los ojos. Me encontré de lleno con la cara de Patrick.
Él suspiró pesadamente antes de tomar un teléfono y llamar.
—Está despierta, llamen al doctor—. Escuchó unos segundos antes de soltar algunos síes y noes, luego colgó.
—¿Doctor? —murmuré.
Me miró y sacó el paño de mi cuello. Lo mojó y estrujó antes de hablar.
—¿Cómo te sientes?
Suspiré.
—Quemada —volteó sus ojos—, ¿qué haces?
Quise detener su mano que se acercaba a mí pero no tuve energías para eso.
—Más bien deberías decir: Patrick, gracias por cuidar de mí luego de desmayarme por la insolación—. Abrí mis ojos sorprendida y levanté mi cabeza un segundo.
—Me desmayé —dije incrédula —nunca me había desmayado —arrugué mi frente —¿y cuándo fue eso que no lo recuerdo? —puso el paño en mi cuello de nuevo. Se sintió muy bien.
—Luego de acostarte, vine a ver cómo estabas y descubrí que no estabas durmiendo, estabas desmayada.
—Ohh, vaya —murmuré.
En ese segundo golpearon a la puerta.
—Adelante —dijo él y se abrió.
Un hombre vestido elegantemente con una camisa blanca y pantalones de un color café se acercó con confianza. Se veía bastante joven, aunque había arrugas cerca de sus ojos.
—Así que despertó —dijo él con un extraño acento.
Miré a Patrick un segundo y luego al hombre.
—¿Quién es...
—Es el doctor que llamé luego de que te desmayaras —me interrumpió Patrick, lo miré molesta y alzó una ceja.
El hombre se acercó y sentó en la cama a mi lado.
—Veamos cómo estás —me dijo. Asentí.
Diez minutos después estaba sentada en la cama, con la sábana firmemente puesta sobre mi pecho. Seguía llevando el bikini, pero nada más.
—Ya está bien —le dijo el doctor a Patrick—, el enrojecimiento de su piel irá desapareciendo con el tiempo, pero aparte de eso está bien. Solo debe descansar y beber mucha agua.
Me miró y sonrió con amabilidad.
—¿Cuánto tiempo debe descansar? —preguntó él.
—En un día estará bien, podrán irse luego de eso.
El doctor asintió y yo abrí mi boca.
Irnos.
Luego de que el doctor se despidiera miré a Patrick.
—¿Irnos? —repetí, me miró.
—Ya no estoy de humor para que sigamos aquí, ¿tú sí? —me miró fijamente. Suspiré y negué con mi cabeza.
No, claro que no, pero irnos así, sin más, me parecía muy excesivo, pensé.
—Además, de esta manera te instalarás antes en mi casa.
Asentí suavemente al oírlo.
—Bien —murmuré, ¿qué más podía decir?
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Solo Son Negocios
RomanceSinopsis ¿Quién era él? Mi vergonzoso y culpable amor platónico. ¿Qué me llevó a casarme con él? El dinero. ¿Y por qué me enamoré de él? Porque era como el mar. A veces calmado, tranquilo, cálido y agradable. Y otras veces furioso, destructivo, frío...