Cuando llegué a la cocina Patrick me llamó desde la sala, llegué a él y lo vi de pie al lado de las flores que seguían en el mismo lugar.
Rayos, pensé un segundo.
—Lindas —dije como si no fuera importante.
Me miró y alzó una ceja.
—Sí, lindas —tocó una y luego me congelé.
Patrick tomó la tarjeta que había dejado y olvidado en el mismo lugar.
Sin mirarme siquiera o preguntar algo la leyó.
Observé como su rostro pasaba de la confusión a la compresión en cosa de segundos. La golpeó con sus dedos suavemente antes de dejarla sobre la mesa. Siguió observando las flores largo rato, sin decir absolutamente nada.
Miré incomoda alrededor hasta que por fin me hablo.
—¿Quién las envió?
Suspiré y me miró.
—Mm —tragué y me encogí de hombros —Gabriel Muñoz.
Alzó una ceja.
—Gabriel Muñoz —repitió —asumo que es el que yo conozco —asentí suavemente —¿Cómo es que él sabía de esto y yo no?
Se cruzó de brazos y siguió observándome.
—El sábado me lo encontré en una discoteca —no dijo nada —salí con mis amigas de la universidad y nos encontramos con él —volví a encogerme de hombros—. Voy a cocinar algo.
Con eso me giré y alejé rápidamente de él. No quería que me preguntara sobre mi cumpleaños ni nada, ni siquiera sobre Gabriel.
Él me siguió, obviamente, y lo ignoré.
—¿Ana Luisa? —me llamó luego de escuchar cómo se sentaba.
—Mm —dije y me concentré en hacer el almuerzo.
—¿Te preguntó por mi cuando lo viste?
Lo miré un segundo.
—Sí —confirmé.
—¿Qué le dijiste?
—Nada —comencé a picar verduras.
—¿Te beso?
Me detuve un segundo, luego continué.
—No.
—No —repitió—. ¿Estás segura?
Volteé mis ojos.
—Creo saber cuándo un hombre me besa o no.
—¿No lo intento?
Volví a detenerme un segundo.
Suspiré.
—Le dije que podíamos ser amigos y aceptó.
—¿En serio? —preguntó con ironía y lo miré.
—¿Crees que miento?
Negó y observó el cuchillo en mi mano.
—No, claro que no, no me amenaces con eso—. Volteé mis ojos y seguí.
Nos quedamos en silencio.
Cuando terminé llegué a su lado y me agaché un poco, me observó y alzó una ceja. Luego me agarró de la cintura y me hizo sentarme sobre sus muslos. Me reí un poco y lo observé.
Estaba serio. Dejé de reír enseguida y miré su pecho.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—No lo sé —dije —tu viaje me tomó por sorpresa, luego de eso no hablamos ni una sola vez —me encogí de hombros.
—Me hubiera gustado enterarme por ti, no por una nota, y menos por un obsequio de un hombre que quiere algo con mi esposa —negó suavemente.
—No hubiera cambiado nada —me miró enseguida —estabas de viaje y regresaste ayer. Mi cumpleaños fue el sábado, no estabas aquí.
Me observó con intensidad.
—Te molestó que no estuviera —murmuró.
Asentí, para que negarlo.
—Pero lo entiendo —dije.
Suspiró y me acerqué a él, deposité un beso en su cuello, él se movió suavemente y besó mi boca.
—Feliz cumpleaños —murmuró contra mi oído.
Sonreí contra él. Cuando sus manos se movieron por mi cuerpo gemí y las detuve.
—Primero comamos o me desmayaré de hambre en medio de la acción—. Él rio contra mi mejilla y me miró divertido.
—Jamás me habían rechazado por comida.
—No como desde ayer en la tarde.
—Bien —se quejó —comamos de una vez por todas.
***
Dos horas después estábamos otra vez en su cama, cubiertos por una sabana delgada. Me estremecí cuando mi cuerpo comenzó a enfriarme.
—Tienes frío —dijo él y llegó a mi lado. Pasó un brazo por mi vientre y una de sus piernas sobre las mías. Sonreí cuando apoyó su cabeza sobre mi pecho.
Moví mis manos alrededor de él y acaricié su cabello.
—¿Cómo es que hoy no fuiste a trabajar? —le pregunté.
—¿Cómo es que me lo preguntas a estas horas? —respondió él. Solté un bufido —y tú tampoco fuiste a tu universidad.
—Me divertí más que en un día de clases.
Su mano se movió hacia mi entrepierna al oírme y me reí. La regresó a mi alrededor.
—Sí, es más divertido —. Volví a reírme.
Luego de unos minutos de silencio volví a llamarlo.
—Patrick —susurré.
—Mm —murmuró, su respiración me hizo cosquillas.
—¿Has llorado alguna vez sin motivo? —seguí susurrando.
Sentí su cuerpo tensarse un segundo ante la rareza de mi pregunta, pero se relajó casi enseguida.
—No, no he llorado nunca sin razón.
—Yo sí —suspiré y observé la luz de la ventana —sobre todo cuando era adolescente, me gustaba.
—¿Te gustaba llorar sin razón? —se oía más despierto.
—Sí, era una forma de liberar la tensión, a veces simplemente lo hacía mientras me duchaba, unos cuantos minutos y luego lo dejaba.
—¿Por qué? —preguntó y se movió un poco.
—Dicen que siempre después de la tormenta sale el sol, así que siempre, después de llorar, sentía que mi pecho estaba más liviano —levantó su cabeza y me observó —así que ya sabes, si alguna vez me ves llorando y te digo que lo hago por nada, debes creerme —sonreí.
Patrick me observó unos segundos antes de negar con su cabeza y volver a recortarse sobre mí.
—¿Por qué me cuentas algo así? —murmuró.
—Porque ahora sabes algo de mí que nadie más sabe, ni siquiera mis padres, era mi único mayor secreto.
—Tu único mayor secreto —repitió —¿no tienes más?
—No, ahora me conoces completamente.
Suspiré y cerré los ojos.
Era verdad lo que decía. Patrick me conocía como nadie, probablemente solo ahora se daba cuenta de eso, por mis palabras. Me pregunté ¿Por qué le decía eso? ¿Qué deseaba lograr al hacerle consiente de algo así? Quizás que se sintiera más cómodo conmigo o, más involucrado, o quizás, era yo quien deseaba sentirlo más cerca de mí, no solo físicamente, de eso tenía mucho, sino emocionalmente.
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Solo Son Negocios
RomanceSinopsis ¿Quién era él? Mi vergonzoso y culpable amor platónico. ¿Qué me llevó a casarme con él? El dinero. ¿Y por qué me enamoré de él? Porque era como el mar. A veces calmado, tranquilo, cálido y agradable. Y otras veces furioso, destructivo, frío...