Epílogo

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Cinco meses después.

Observé a Patrick al otro lado del patio de mis padres unos segundos. Él hablaba con papá tranquilamente, sonreía y asentía de vez en cuando. Estábamos en la fiesta de aniversario de mis padres y aunque solo habían decidido hacer algo pequeño, la casa no podía estar más atestada de gente.

—Sabía que iba a acabar así —dijo mi mamá y la miré.

—¿Qué cosa? —pregunté y bebí lentamente champagne. Observó a Patrick.

—Esto, que ambos terminarían juntos, lo sabía —volteé mis ojos y negué —y me alegra.

Sonreí.

—Solo estamos saliendo juntos.

Ahora ella volteó sus ojos.

—Eso no lo crees ni tu misma.

—No —estuve de acuerdo.

Claro que no, nunca había tenía una relación tan larga, exceptuando el año de matrimonio, pero eso no contaba. Además, esto era más especial, siete meses de relación sin sexo había hecho de esto algo interesante. Bueno, para mí, Patrick simplemente se quejaba cuando detenía sus avances y me decía que algún día iba a caer.

Mantener esa abstinencia entre los dos no había sido fácil, pero si necesario, tenía que asegurarme de que él no solo quisiera sexo de mí, me lo había demostrado a pesar de todo y sabía que ya era tiempo de terminar con eso, probablemente esa misma noche.

—Ya es hora —dijo mi madre, arrugué mi frente y la miré.

Ella me sonrió suavemente y me abrazo, luego, se alejó de mi unos pasos y se detuvo al lado de mi papá. Noté que él también me miraba de forma extraña, como si supieran algo que yo no.

Patrick llegó a mi lado un segundo después y me sonrió.

Supe lo que iba a pasar enseguida, como si pudiera leer su mente, solo que no fui capaz de hablar.

Cuando él se agachó y puso una rodilla en el suelo, mi corazón comenzó a latir muy rápido.

—¿Qué? —logré susurrar.

Él me miró con ternura, como lo había visto hacer ya muchas veces.

—Ana Luisa —dijo con voz firme y segura, sonrió —¿quieres casarte conmigo? —soltó, directo al grano, como él, sin darse vueltas ni nada.

Tomé aire al oírlo y una suave sonrisa se formó en mi rostro. ¿Qué podía decirle?, nada, él ya lo sabía.

—Sí, claro que sí —se puso de pie enseguida y me abrazo. Escuché como las personas a nuestro alrededor aplaudían pero no me importó.

Sus labios acariciaron los míos con cuidado, casi con reverencia. Él se alejó un poco y murmuró.

—Te amo —lo besé.

—Yo también te amo.

Un segundo después me mostró una pequeña y elegante cajita azul. Al abrirla observé un elegante anillo con varias decenas de pequeños diamantes, su diseño era sencillo, pero lo amé apenas él tomó mi mano y lo puso en mi dedo.

—Mm —murmuró y volvió a abrazarme —me gusta como se ve en ti —me reí suavemente y apoyé mi mano con el anillo en su pecho.

—No me gustan mucho estas cosas —lo miré —pero debo decir que me gusta mucho mi anillo.

—¿Si, no quieres otro?, puedes cambiarlo.

Alejé mi mano enseguida de él y lo llevé a mi espalda.

—Ni pienses en quitármelo, ahora es mío.

Él rió entre diente y me besó.

—Dios me libre de intentar algo así, no me iría bien, ¿cierto? —negué enseguida.

Volvió a besarme, esta vez con más intensidad.

Tiempo después.

—Sabes —me dijo Patrick luego de que el avión ascendiera.

—Mm —lo miré, al ver que sonreía suavemente, me acerqué y lo besé.

—Hay algo que no he hecho nunca —alcé una ceja.

—¿Y eso qué sería?

Se mordió el labio un segundo antes de mirar por el pasillo del avión, luego se me acercó y murmuró.

—Voy al baño, ve en un minuto —no me dio tiempo para decir nada, solo se levantó.

Lo observé hasta que entró en uno y luego de un minuto me puse de pie. Apenas me acerqué él me agarró de un brazo y me empujó dentro del pequeño cuarto, bueno, no tanto, los de la zona VIP eran más grandes.

Cuando me apoyó en el lavamanos y me besó comprendí lo que quería, me reí sin poder evitarlo contra sus labios y lo oí gruñir. Se movió hacia mi oído.

—No deberías reírte en una situación así —mordió mi lóbulo suavemente.

—Es que me he dado cuenta de que no has hecho muchas cosas —él soltó un bufido y me observó sin dejar de sonreír.

—He hecho más que tú y eso es mucho —volteé mis ojos y agarré su chaqueta.

—Eso ya no importa —me besó —y creo que solo tenemos unos minutos.

—Lo suficiente para hacer esto.

Patrick bajó sus pantalones y ropa interior de un empujón y subió mi vestido hasta mi cintura. Sus dedos acariciaron mi centro solo unos segundos antes de quitarme la ropa interior. Cuando ingresó en mi cuerpo él abrió la boca y yo jadeé. No se detuvo hasta que sentí sus caderas contra mí.

—Dios —gruñó —extrañé tanto esto.

Salió de mi cuerpo y volvió a entrar, lentamente, muy lentamente. No pude soportarlo así que lo empujé contra mí con mis piernas, él gruño y se movió más rápido, más desesperado.

Lo besé unos segundos hasta que me incliné hacia atrás y cerré los ojos. Yo también lo había extrañado, y mucho. Tenerlo dentro de mi cuerpo era como volver a estar completa, me sentía así, parte de un todo, de un solo ser, éramos como una sola persona.

Él jadeó mi nombre y agarró mi cintura, me tomó con intensidad y deseo. Acarició mi cuerpo y me llevó a un orgasmo enseguida.

—Ana Luisa —susurró antes de correrse dentro de mí y estremecerse contra mi cuerpo.

Cuando acabó besó mi cuello, mi mejilla, mi mentón y por último mi boca.

—Te amo —murmuró con voz ronca.

—Lo sé —respondí suavemente y sonrió —yo igual.

Cuando regresamos a nuestros asientos una de las azafatas nos observó unos segundos, luego continuó con su trabajo como si nada. Me reí y apoyé mi cabeza en el pecho de mi marido. Patrick me cubrió con una manta y suspiré. Al ver que sacaba un libro y comenzaba a leer le dije.

—Espero que no pienses que vas a leer mucho en nuestra luna de miel.

—Por eso lo hago ahora —contestó. Sonreí cuando sentí su mano vagar por mi cuello bajo la manta y llegar a mi pecho —hay que aprovechar el tiempo, ya sabes.

Cerré los ojos y asentí mientras sus dedos abrían mi blusa.

—Sí —le dije—, nunca sabes lo que puede pasar.

—O con quien te puedes encontrar —murmuró, se acercó a mi oído y le oí decir suavemente—, no sabes cuándo una chiquilla loca puede aparecer para atacarte con su bicicleta.

Me tensé al oírlo y él rió. Patrick regresó a su lectura como si nada.

Bien, tenía razón, pensé. No sabíamos que nos deparaba el futuro, pero lo único de lo que estaba segura, era que ahora ambos enfrentaríamos ese futuro junto, porque así lo queríamos, no porque lo dijera un simple papel.

Fin

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