Capítulo 49 : La cuenta regresiva terminó.

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Cuando llegué a casa era tarde, muy tarde. Tanto que era la única que transitaba por las calles a esa hora. Luego de ingresar suspiré y me apoyé en la puerta, miré alrededor.

Caminé en completo silencio por el lugar, buscando. Recorrí la casa de punta a cabo, pero no lo encontré. Patrick no estaba en la casa, en ningún lado y por lo que veía él no había aparecido por allí.

Suspiré y llegué a su habitación, no la mía. Quería sentirlo a él, despertar y tenerlo a mi lado, nada más que eso. Solo quedaban un grupo de días para que esto terminara y no había sido capaz de hablar con él sobre esto, sobre nosotros, nada. Ahora, solo quería que llegara el final del año, que nos divorciáramos y si él quería, que hiciéramos esto bien.

Sonreí contra la almohada de Patrick y la abracé, por esa noche me permití imaginar que las cosas salían bien, que quizás, aunque él no me quisiera como yo lo deseaba, si nos daba una oportunidad, eso era suficiente para mí.

Desperté al siguiente día y noté que aún seguía sola. Me levanté y revisé la casa, además de saludar al perro y darle de comer, no había nada más que hacer. Patrick no había llegado. Me preocupé en seguida, pero no hice nada. Además de esperar.

El día pasó sin noticias suyas, llegó la noche y ya no sabía qué hacer.

Observé por una hora mi teléfono, me aseguré de que tuviera suficiente carga, pero nada sucedió.

—Mañana —murmuré, él podía haber salido de viaje en una emergencia, o algo así, pero si mañana no tenía noticias suyas, me iba a comportar como toda mujer preocupada sin que me importara nada.

El teléfono de la casa me despertó. Casi salté de su cama para cogerlo.

—¿Si? —jadeé.

—¿Ana Luisa?

Arrugué mi frente, era Estefanía.

—¿Qué pasa? —pregunté enseguida, temiendo lo peor.

—¿Estas en la casa de mi hermano?

—Sí —susurré.

—Sal, espérame fuera, llegaré en diez minutos.

Con eso colgó.

Observé el teléfono unos segundos antes de correr fuera de la casa y esperar. Un auto apareció al rato, Estefanía me abrió la puerta.

—Sube —dijo y obedecí.

—¿Qué pasa? —pregunté apenas cerré la puerta.

—Patrick —me miró un segundo.

—Sabes dónde está, hace casi dos días que no sé nada de él—. Suspiró y me miró.

La observé conducir largos segundos hasta que estallé.

—Mierda, chica ¿qué pasa?

Cerró los ojos un segundo.

—Conozco a un chico del hotel, donde trabajabas —no me miró—. Es un chismoso, pero solo con algunos, me llamó hace una hora —tragó —para contarme que Patrick está en el hotel —me observó unos segundos —no en un muy buen estado —dejé de respirar un segundo —y no solo.

Luego de eso dejé de escuchar y solo observé hacia adelante.

Que Patrick estaba en el hotel y no solo.

Luego de media hora llegamos y solo sentí que seguía a su hermana. La chica habló con la recepcionista que luego llamó al gerente, este me miró un segundo antes de asentir y permitirnos ir a su habitación.

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