Capítulo 26: Casi amigos.

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—¿Entonces? —le dije a Patrick sin mirarlo.

Estábamos en la cocina, yo terminando de hacer el desayuno mientras él observaba el periódico, era domingo y ambos nos habíamos levantado tarde. No es que despertáramos en la misma cama, eso solo pasaba cuando teníamos relaciones en su habitación y nos quedábamos dormidos, pero no cuando simplemente nos íbamos a dormir.

Casi dos semanas habían pasado desde el comienzo de esta relación y seguía sintiendo curiosidad sobre él, y muchas de sus cosas.

—¿Entonces qué?

—Tengo una duda —lo miré y noté que me observaba. Alzó una ceja esperando —¿por qué te casaste conmigo?

Me miró confundido.

—No es obvio —dejo su periódico a un lado —estoy completamente enamorado de ti —cuando lo dijo me congelé, tanto que apreté el mango del cuchillo con fuerza casi dolorosa—. Solo bromeo Ana Luisa, no te vayas a desmayar.

Solté el aire que había estado conteniendo y me giré rápidamente para dejar de sentir su mirada en mi rostro, la sentí en mi cabeza y también en las partes más abajo.

¿Por qué reaccionaba de esa forma?, obviamente estaba jugando, y sí, Patrick podía jugar.

El hombre podía hacer una broma de vez en cuando, solo que siempre las hacia cuando le preguntaba algo muy serio.

Luego de suspirar continué con el desayuno. Lo llevé a la mesa pequeña y me senté frente a él.

—¿Qué querías saber en verdad? —preguntó tranquilamente.

Lo miré enseguida. Volvió a observarme fijamente, como si yo tuviera toda su atención.

—Pues eso —me encogí de hombros —¿Por qué te casaste conmigo?, sé que dijiste que si te casabas con una de tus novias, ella no te daría el divorcio muy fácilmente o que no se quedaría callada.

Lo pensó.

—Bien, primero creo recordar que no dije mis novias —arrugó su frente un segundo —segundo, tienes razón en lo del divorcio, sería muy complicado realizarlo después de un tiempo, de esta manera es más rápido —nos apuntó a los dos.

—Pero —insistí —¿Por qué yo?

Se quedó callado unos segundos, solo con la frente fruncida mientras me observaba. Hasta que suspiró y comenzó a comer.

—¿Qué? —pregunté.

—Eres mujer, no te gustaría la respuesta.

Abrí muchos los ojos al oírlo y tuve miles de razones para que me eligiera, ninguna de ellas tenía relación con el amor, claro que no, pero si muchas con el dinero.

No insistí más, porque como dijo, su respuesta podía no gustarme, y si no me gustaba me iba a deprimir, y si me deprimía no le iba a permitir acercárseme, y eso me deprimiría más porque me gustaba mucho que lo hiciera.

Lo imité y comí. Bebí café de a sorbitos sin despegar la mirada de mi plato.

Para distraerme enumeré todo lo que tenía que hacer ese día. Tareas, limpieza, lavar ropa, bañar al perro, salir a correr con el perro, estudiar para el examen del viernes y decidir si asistiría o no a la fiesta de la universidad.

Arrugué mi frente al recordar eso y tomé una decisión enseguida.

—Por cierto —le dije a Patrick, me miró —el sábado voy a salir, lo más probable es que llegue tarde.

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