Capítulo 10: Un día en la playa.

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—Buenos días señor y señora Sinclair —dijo uno de los botones al abrirnos la puerta. Lo observé varios segundos sorprendida mientras salíamos del hotel.

Señora Sinclair, pensé. Debía acostumbrarme a ser la señora Sinclair. Increíble. Sacudí mi cabeza un poco y apuré el paso para alcanzar a Patrick.

—¿Y dónde se supone que vamos? —pregunté.

Él apuntó hacia el mar sin mirarme.

—Ah —contesté.

Llevábamos una semana en ese lugar y aun nos quedaba otra. Patrick me informó que nos íbamos a tomar dos semanas. Estuve tentada a decirle que era demasiado tiempo para mi gusto, pero ya que estábamos allí decidí disfrutar del lugar.

Observé la espalda de Patrick mientras caminábamos.

Llevaba puesto una simple camiseta y unos pantalones cortos color caqui, gafas oscuras protegían sus ojos del sol. Aunque debía admitir que cuando usaba traje se veía bastante bien, que vistiera de esta forma, tan relajada, lo hacía parecer no tan intimidante.

Suspiré suavemente y él me miró por sobre su hombro, aunque no podía verlo, sabía que debía de tener una ceja alzada. Parecía que le gustaba hacer eso cada vez que me miraba.

Negué y llegué a su lado.

Era la primera vez que salíamos a la playa. Habíamos estado en la piscina, habíamos salidos a conocer museos, restaurantes, calles, parques, todo. Al hombre le gustaba pasear por la ciudad; además de comprar y probar comida exótica. Y claro, yo como su esposa debía seguirlo como si nada.

Cuando nos detuvimos debajo de un toldo, él se tendió cómodamente sobre una silla de playa y sacó un libro de su pantalón. Lo observé varios segundos sin saber qué hacer.

Debía admitir que había imaginado, con esto del matrimonio, que por lo menos hablaríamos un poco más, pero claramente no era así. El hombre solo me dirigía la palabra para ordenarme o informarme de algo, nada más.

Suspiré y observé el mar. No iba a pasar mi tiempo sentada leyendo cuando tenía todo esto delante de mí. El mar y la arena llamaban más mi atención, así que me quité mi ropa y la dejé sobre una silla. Me detuve al notar que él me observaba, incluso había bajado levemente sus lentes de sol.

—¿Qué? —le pregunté.

Él me observó a los ojos antes de negar, regresar los lentes a su sitio y continuar a su lectura.

Volteé mis ojos y me dirigí hacia el agua. Me detuve justo antes de tocarla, los dedos de mis pies se enterraron en la arena caliente y sonreí. Inhale profundamente para sentir el olor característico de este lugar. Ese olor a sal, arena y muchas cosas. Luego armándome de valor corrí hacia el mar y cuando el agua alcanzo mis muslos me zambullí.

Al principio me pareció casi congelada, pero luego de un segundo sintió cálida, muy refrescante. Apoyé mis pies en la arena y observé alrededor.

Patrick seguía en su silla, leyendo. Algunas personas jugaban cerca de la orilla y otros nadaban como yo. Me giré y alejé de la orilla lentamente. Cuando logré pasar las olas floté observando los botes y lanchas a lo lejos. Sonreí.

—Solo es un año —murmuré —y ya llevas una semana.

Suspiré.

Vas a tener que buscarte algo que hacer, me dije.

De repente escuché el zumbido de un motor que se acercaba y me giré para ver pasar, demasiado cerca de mí, a un hombre sobre una moto acuática.

—¡Ey! —le grité molesta antes de golpear al agua con una mano. Él se detuvo al oírme, giró su rostro en mi dirección y arrugó su frente.

Como lo vi girarse y dirigirse hacia mí me tensé.

—Lo siento, no te vi —dijo apenas se detuvo a un metro de mí.

—Pues deberías fijarte mejor—. Alzó una ceja antes de sonreír.

Observé la moto.

—¿Quieres dar un paseo?

Arrugué mi frente y lo miré a los ojos. Se veía divertido.

—No, gracias, preferiría seguir nadando.

—Mm —dijo él—. No eres de aquí —aseguró, miró alrededor —¿Qué haces por estos lados?

—¿Por qué? —pregunté enseguida.

Sonrió suavemente y se estiró como si nada. Los músculos de su cuerpo se mostraron con elegancia, al ver que lo observaba sonrió aún más. Supe en ese segundo que lo había hecho apropósito.

Debía admitir que era guapo, pero lo era de una forma demasiado perfecta. Muy falso, me pareció.

—¿Estás sola? —alcé una ceja —solo preguntó. Es raro ver a una mujer como tú sin compañía.

—¿Una mujer como yo? —repetí, extendí mis brazos para moverme un poco y toqué el borde de su moto—, ¿cómo es eso?

Sonrió.

—Guapa.

Solté una carcajada y negué con mi cabeza.

—¿Qué?

—Guapa —repetí divertida —en verdad, ¿qué estás intentando?... ¿sorprenderme?

—¿Lo hice? —siguió sonriendo.

—Para nada—. Extrañamente hizo un puchero que me hizo reír. —Ahora, eso me sorprendió.

Volvió a sonreír.

—Entonces, lo preguntaré de nuevo, ¿quieres dar una vuelta?

No, pensé enseguida y negué. Me alejé de él.

—No gracias, solo quiero nadar, nada más—. Suspiró y asintió.

—Bien, nunca pregunto más de una vez —alcé una ceja —y jamás me habían rechazado dos, así que señorita...

—Señora —corregí, ahora él alzó una ceja —soy una mujer casada.

Por alguna extraña razón eso le hizo reír.

—Ahora lo entiendo —arrugué mi frente—, por un segundo pensé que había perdido mis encantos —me reí suavemente y sacudí mi cabeza divertida.

No le dije que simplemente él no me interesaba, nada tenía que ver el hecho de que ahora estuviera casada.

—Entonces, señora —lo miré—, un gusto conocerla, pero ahora me voy.

Asentí.

Él me sonrió una última vez antes de alejarse rápidamente. Un segundo después me giré para ver a Patrick en el mismo lugar, aun leyendo. Suspiré.

—Un año —me dije—, un año pasa volando.

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