Changbin.

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Lo primero que Changbin pensó al llegar a Monster High fue que era mucho mejor de lo que su mente se imaginaba. Tenía aterradores pasillos, oscuras aulas y, lo más importante: Comida deliciosa.

Entonces llegó a creer que si existía un lugar en el que se sintiera cómodo, Monster High sería su segundo lugar favorito en el mundo -el primero eran los brazos de su madre en las noches tormentosas, aunque nunca compartiría eso con alguien, claro está-.

Pero toda alegría se desvaneció cuando sintió a su primo a su lado, pegándose a él como las asquerosas verduras en su paladar.

Changbin pensó que no era necesario empeorar las cosas, es decir, Jeongin podía irse por su lado y él por el suyo, no era obligatorio estar siempre juntos, ¿Verdad?

Incorrecto.

Jeongin lo seguía a todos lados, y me refiero a TODOS. A sus clases -aunque les tocaran asignaturas diferentes-, al baño, al casino. Y por si no fuera poco, el maldito engendro era vegetariano, por lo que, en cada almuerzo, debía escuchar sus "diez razones por las que deberías volverte vegetariano".

A pesar de no alejarse de su primo y mantener siempre esa expresión de murciélago perdido, todo el colegio adoraba al pequeño Jeongin, tan tierno y amable. Incluso una vez Chan comentó que era muy adorable para vivir en este mundo.

Y él no podía estar más en desacuerdo.

No piensen que odiaba a su primo, lo amaba, incluso si lo siguiera todo el tiempo como cachorro perdido. Pero el hecho de que todos lo prefirieran a él y encontraran la presencia de Changbin muy intimidante porque "Dios, ¿Viste sus colmillos? Pueden matarte en un segundo si quisiera", lo hartaba. Y demasiado.

¡Él y Jeongin tenían casi los mismos colmillos, maldita sea!

Sin embargo, eso ya no era relevante.
Desde el primer momento en el que intentó socializar como buen canino y vio cómo los demás monstruos se alejaban de él con temor, aceptó que su lugar en la vida era ser el rarito solitario incomprendido. Monster High no lo quería, así iba a ser su vida ahora.

Por lo que tuvo que acostumbrarse a la soledad, hasta que, más tarde, Jisung apareció, saludándolo con efusión y comentando que no le tenía miedo, ya que la piraña de su madre, Neptuna, tenía dientes peores que los de Changbin.

El acuático parecía alguien hiperactivo, y Changbin pensó con lamento que sus constantes tropiezos y los eternos comentarios que tenía para hacer iban a interrumpir su vida pacífica. No obstante, bajo todo ese desastre, Jisung era un monstruo bastante tranquilo. Y entonces ambos se volvieron buenos amigos.

Pero luego, su serena rutina, fue interferida por la llegada del infeliz con cara de metal.

— Y yo le dije que podía patinar todo lo que quisiera, ¡Mi madre es Robecca Steam! Y luego me respondió que no, porque mis propulsores no estaban funcionando muy bien. Eso me enojó mucho ya que...

— Por favor, te ruego que cierres tu boca un minuto.

Si Changbin creyó que Jisung hablaba mucho, nunca había conocido a Felix. El chico parecía no cansarse nunca, y claro que no se cansaba, si era una máquina.

Pero, a pesar de ser una molestia, en lo profundo de su corazón, Changbin, tal vez, se había acostumbrado a la presencia del chico.

Felix era alegre, espontáneo, era como no te esperas que una máquina sea. Le parecía increíble.

...

Su historia comenzó de una manera peculiar. Changbin corría como si su vida dependiera de ello -y así era-, ya que olvidó esperar a Jeongin al salir de clases. Entonces cuando llegó a casa, se encontró con Clawdeen y Draculaura tomando el té.

Su madre al verlo sonrió, pero cuando se percató de que sólo estaba él sus cejas se fruncieron y Changbin en ese momento se dio cuenta que estaba jodido.

Precisamente ahí estaba él, llorándole a la luna porque su primito estaba perdido. Hasta que lo encontró riendo con un monstruo desconocido.

Nunca lo había visto, pero no sacó de su mente que podría ser peligroso, claro que su enojo temporal no pudo captar la sonrisa amable que éste le concedía.

Tenía el cabello negro con reflejos color azul, estaba cubierto de tornillos y en el área de sus mejillas habían unos clavos pequeñitos, un poco más oscuros que el tono de su piel. Changbin pensó que se asemejaban a pecas.

Se acercó rápidamente y le gruñó al extraño, mientras tomaba a Jeongin del brazo para ponerlo detrás de su cuerpo. Debido a la amenaza, Changbin esperaba que el otro se enfadara y quisiera iniciar una pelea, pero ocurrió lo impensable: El desconocido se sonrojó y comenzó a elevarse por un vapor que salía de sus zapatos. Changbin no sabía qué hacer.

"¡Bin, es mi amigo, ayúdalo!" le gritó su primo, y luego de perseguirlo por unos buenos diez minutos mientras Jeongin, un poco más atrás, gritaba al máximo de lo que sus cuerdas vocales podían soportar, el chico pudo bajar.

Hablaron bastante, ignorando las extrañas miradas de los monstruos que pasaban debido al espectáculo antes hecho. Y, bueno, supo que el chico se llamaba Felix, se encontró con Jeongin en una tienda de cómics y era hijo de otra máquina: Robecca Steam, la legendaria patinadora.

Luego de unos días volvieron a encontrarse -ahora sin Jeongin- y sorpresivamente, ambos tenían intereses similares, por lo que se volvieron más cercanos. Algo impensado para Changbin gracias a su mala suerte en hacer amistades.

El licántropo estaba feliz. Y -aunque nunca lo diría en voz alta-, agradecido de que alguien como Felix apareciera a iluminar su vida.

ARE U IN LOVE WITH A MONSTER? | Stray Kids. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora