Chan.

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Chan solía anhelar muchas cosas. Deseaba cambiar su iCoffin por uno de último modelo, quería una bicicleta, muchos amigos y varias cosas más que hacía que su madre suspirara por lo ambicioso que era.

Pero, sobre todo, su más grande anhelo era que Jeongin lo quisiera de la misma manera en que él lo quería.

Cuando a los tres meses de creado descubrió el amor por primera vez, quedó alucinando. Todo era tan real, nuevo e incomparable. Se sentía igual de vivo como los humanos, a pesar de que no poseía esa chispa que los hacía vivir. Nunca había experimentado eso antes, y al hacerlo por unos momentos se volvió adicto.

A pesar de que debía ocultar lo que sentía por el temor a arruinar la pequeña amistad que crecía cada vez más, el tiempo que pasaba junto a él hablando y riendo se sentía increíble.
La presencia del menor era electrizante. Igual de refrescante como salir en medio de una tormenta y dejar que los rayos cayeran sobre su cuerpo.

El hecho de que le gustara alguien como él lo hacía sentir culpable. Jeongin era bonito, amable, comprensivo y mil adjetivos más, era igual que aquel adorado personaje principal de las historias. Chan, al contrario, era alguien de relleno, que sólo se presentaba una vez y que cuando desaparecía nadie notaba su ausencia.

Hay ciertas personas en el mundo que apenas se alejan o dejan de comportarse como antes la gente a su alrededor lo nota, porque hay algo incómodo, algo incorrecto, algo mal. Sin embargo, hay otras que si hacen lo mismo no son notadas.

"¿Él se alejó?, ¿Ya no nos habla? Ah, no lo noté."
"Sí, yo tampoco."
"Diablos, ¿Él incluso estaba en nuestro grupo? Ni sabía."

Suele ser así, y Chan creía ser una de esas personas.
Él no era como su madre, no poseía esa simpatía inmediata que provocaba que la gente la quisiera. No era bueno ayudando y mucho menos luchando por la justicia o lo que sea que ella hacía en sus años de estudiante.

Él era incómodo, desagradable a la vista y un cotilla de lo peor. De hecho, la gente sólo le hablaba por esto último, ya que si no fuera así nadie lo reconocería en la escuela.

Notaba la forma en que los demás monstruos lo miraban asqueados cuando una de sus extremidades se separaba de su cuerpo en contra de su voluntad, o su extraña heterocromía que provocaba molestas preguntas, o el peculiar color verdoso de su piel, o las chispas que saltaban en los momentos menos oportunos.

Jeongin era cautivante y asombroso, superior a él en todos los sentidos. Y por esa misma razón, si el menor llegaba a enamorarse algún día, merecía estar con alguien mejor que Chan; alguien que, al contrario de él, tuviera algo bueno que ofrecerle.

...

Había llegado la noche luego de un largo día, así que cargó su iCoffin, se conectó a su cama eléctrica y cerró los ojos dispuesto a dormir.
Entonces Jeongin apareció entre la oscuridad.

Le sonreía con amor, acercándose lentamente a su rostro. Chan creyó que quería abrazarlo, pero el otro parecía querer ir por algo más. Entonces, cuando estaban a punto de besarse, un Changbin gigante apareció entre las sombras, negando con su cabeza, modulando un "NO" con una voz que parecía haber salido del infierno y mirándolos con los ojos rojos de furia.

"Bin, ¡Te juro que no hicimos nada!" se excusó con rapidez.

Pero Changbin siguió mirándolo con odio. Y todo se desvaneció después.

En la mañana siguiente, lo primero que hizo fue recordar aquella bizarra situación creada por su cabeza. Sinceramente, desde el incidente de la pijamada quería aclarar todo con Changbin, ya que más que ser el primo de su amor imposible, era su mejor amigo. Y viendo ese sueño como una oportunidad para hablarle, decidió ir de una vez.

ARE U IN LOVE WITH A MONSTER? | Stray Kids. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora