Leila

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Ahora que escuchaba los gritos de dolor de Fátima provenientes de la habitación de al lado, me sentía más culpable aún por haberla mentido no sólo una sino dos veces.

Era cierto que veía el futuro, que había previsto su viaje y que necesitaba salir de las Pléyades junto a Vincenzo pero había dos motivos que me llevaban a ello. El primero de todos era que Abdid me habia pedido que los acompañase aceptando yo de buen grado. La compañía me gustaba y agradaba y además quería ayudarles en todo lo que pudiese. La posibilidad de que la ponzoña acabase consumiéndo a tan bellas personas que tanto habían dado por el mundo me amargaba pero por otro lado, necesitaba alejarme de Jonan.

Helen había clavado la profecía en la que me veía enamorada de dos hombres y en eso también había mentido a mi amiga.

Vincenzo era un gran hombre lleno de amor, un oso de peluche que había sufrido lo insufrible con la pérdida de la mujer que amaba, por la que había sido capaz incluso de ingresar en el violento y poco honesto mundo de la mafia. Amaba todo en él. Desde su precisa habilidad para dibujar y pintar hasta su forma de besarme. Ambos éramos dos personas que habíamos pasado por muy malos momentos en el planeta Tierra y eso ayudaba a que nos compenetrásemos aún más.

Jonan era, para mi gusto, soberbio y altivo aunque extremadamente bello pero eso sólo fue al principio. Después logré ver el gran hombre que se escondía detrás de él. Una persona que no dudaría ni un segundo en dar su vida por aquellos a quienes amaba. Descubrí esos rasgos en él un día de confesiones en el que abrimos nuestros corazones el uno al otro. Fue ese día cuando me besó y cuando le dí un bofetón tam grande que estoy segura, le dolió durante días. Después volvimos a discutir, como de costumbre y no volví a verlo.

Tampoco necesitaba hacerlo pues por mucho que las señoras Alfasi me dijesen, no comprendía como iba a ser capaz de amar a dos personas a la vez sin traicionarlas a ambas.

-Ya está hecho-anunció mi tío Alazar-. Necesita descansar unas horas para que el hechizo haga efecto y pueda recuperarse.

-¿Se encuentra bien?-pregunté-.

-Está dormida. Por suerte tiene un marido capaz de aliviarle el dolor con sólo poner sus manos sobre ella.

-Gracias, tío.

Me sonrió para después irse a su retiro. Desde que se había liberado del arconte, pasaba la mayoría de su tiempo meditando en el lago.

-Leila.

-¿Sí, padre?.

-Confío en que en unas pocas horas, Haya pueda viajar. Has de ir a avisar a Jonan.

-¿A Jonan?. ¿Para qué?.

-Su sapiencia puede ayudar a Haya y Únax a liberarse de su yugo. Irá a la Tierra con vosotros.

-¿Cómo?. Pensé que....

-¿Qué irías sola con Vincenzo y te liberarías de tu carga?-sonrió-. Me temo ,pequeña Leila que tendrás que seguir luchando.

Caí desplomada sobre el sofá presa del agobio de mis propios miedos. ¿Viajar a la Tierra con Jonan?. ¡Si había estado evitándolo a toda costa!. Y ahora no me quedaba otra que volver a verlo de nuevo cada día.

¡¿Por qué la vida se empeñaba en hacer las cosas cada vez más difíciles?! ¿No podía simplemente amar a una sóla alma?.

Soy tu Oscuridad #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora