Capítulo Cinco. intereses Románticos

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Antes de despertar, unos ojos rojos, sibilinos, malignos, se me aparecieron. Era la primera vez que veía al dueño de mis pesares. Sin dudar, envuelta en sudor, me abracé a Únax. Podría ser idiota y cansino pero, en aquel momento, era la única persona con la que podía consolarme. Él era el único que había acudido a mi llamada.

-Por favor, no me dejes sola.

-No lo haré, Haya. No lo haré.

Entre sollozos y lágrimas, logré calmarme en los brazos de Únax. Él despedía una luz dorada, reconfortante que me hizo volver a dormirme en un sueño denso, sin ataques.

Cuando desperté de nuevo, eran cerca de las doce de la mañana.

-¡Mierda!-exclamé levantándome de la cama de sopetón-.

-Te marearás.

Ya casi ni me acordaba de que Únax había venido a socorrerme la noche anterior. Estaba sentado en el butacón que mi padre me había regalado cuando me mudé a mi piso, cuando decidí independizarme.

-¿Tú tampoco has ido a trabajar?. ¿Por qué no me has desperta..?.

Tal y como él dijo, mi mirada se nubló fruto del mareo de levantarme tan rápido. ¡Odiaba que tuviese siempre la razón!. Él se levantó rápidamente para devolverme de nuevo a la cama.

-No te he despertado porque estás débil y no puedes ir arrastrándote hacia el hotel. Ana ha preparado hoy las tostadas, Hadid se ha encargado de la recepción y se ha hecho un "extraordinario" servicio de buffet en el comedor para que los clientes no se quedasen sin su desayuno.

Y, no me mires así, cuando me asegure de que te has recuperado y has comido algo, te acompañaré al hotel y haré el turno de noche si hace falta. Recuperaré mi tiempo pero tú me pediste que me quedase contigo y yo lo he hecho.

Únax era una persona que me sacaba bastante de quicio pero, a pesar estar enfadada con él por no despertarme y un poco molesta por meter las narices en el hotel, me sentí bastante agradecida por haberse quedado conmigo en medio de mi oscuridad.

Cuando vino a la habitación con un café bien cargado y una montaña de tortitas recién hechas, mis ojos se salieron de las órbitas.

-Necesitas reponer fuerzas, Haya. El ataque te ha dejado débil.

-¿El ataque?.

-Cómete las tortitas, Haya. Haces demasiadas preguntas.

Como una niña, me crucé de brazos enfadada pero, olían tan bien que no pude dejar de darles un bocado cuando se dió la vuelta. ¡Estaban realmente deliciosas!. Me fastidió no poder echarle en cara ningún pero.

-Estan muy ricas-dije a regañadientes. Había que hacer honor a la verdad-.

-Trabajé un par de años en una cafetería en Nueva Orleans. Nunca se me dieron bien los beignets pero, con las tortitas, siempre tuve buena mano.

-¿Nueva Orleans?.

-Haya, estoy aquí para protegerte, nunca dejaré de hacerlo porque tú me lo has pedido pero deja de hacer preguntas, ¿sí?. Mi pasado no es algo que te incumba.

-Vas a protegerme, como si fueses un guardaespaldas, eres mi empleado, el mejor que he tenido en bastantes años pero no puedo saber nada de tí. Curioso.

-No tienes porque saber nada de mí, Haya. Ahora, termina de desayunar. Te llevaré al trabajo tan pronto termines.

-¿No puedo saber siquiera porque apareciste tan pronto te llamé en sueños?. ¿Por qué esos ojos rojos se me aparecieron?.

Suspiró y me miró a los ojos. Pude intuir que se sentía obligado a decirme algo, aunque no toda la verdad.

-Tengo una especie de telepatía con la gente. Normalmente, no es tan intensa pero, contigo, la señal es más potente. Pude sentir cuando me llamabas e intuir tu peligro. En cuanto a los ojos rojos, no se de qué se trata pero deberías cuidar tu dieta, no beber alcohol, meditar y tratar de defenderte mentalmente. A veces los sueños juegan malas pasadas.

Me hacía gracia. No podía decirme como había ido a parar a Nueva Orleans pero me soltaba que tenía telepatía sin ningún reparo. No me asustaba para nada. Mi madre tenía el don de la clarividencia, también de la telepatía pero no era algo que la gente soliese tomarse en serio y Únax lo lanzaba a los cuatro vientos. ¿Y si su pasado era demasiado oscuro?. Él me lo había dicho claramente:soy tu oscuridad.

-Es extraño que hables de tu habilidad tan libremente. Será que esa no es la más poderosa. ¿Viajas en el tiempo también?.

-¿Me tomas el pelo?.

-En absoluto.

-Haya, debes tomarte tus sueños en serio.

Se acercó a mí para mirarme muy fijamente, cara a cara, sin apenas distancia entre los dos. Olía su sutil y cítrico perfume.

-Llevo toda la vida soñando, Únax.

-No como ahora.

No comprendí muy bien como pasó pero me encontré mirando su perfecta y bien formada boca. No tenía pensado besarlo pero algo era sutilmente poderoso en él, atrayente.

-¿Qué es lo que tienes en el cuello?.

-¿Yo?. Nada que yo sepa.

Me sacó en volandas de la cama y me puso frente al espejo. Me asusté al ver el gran moratón que había aparecido en mi cuello.

-Bájame.

-Te marearás.

-¡Bájame!.

A regañadientes, aceptó, no sin dejar de sujetarme. Me quité la camiseta del pijama. No pareció inmutarse pir verme sin sujetador, como solía dormir, y lo entendí perfectamente. Mi torso estaba lleno de arañazos y moratones. Hasta yo mismo me asusté. Las lesiones eran normales pero nada parecido a lo que estaba viendo. Eso nunca había pasado.

-Haya, esto es sólo un aviso, ¿entiendes?. Tienes que fortalecer tus barreras mentales sino, será mucho peor.

-¿Cómo de peor?-me abracé a él asustada. Su cuerpo estaba rígido-.

-Te curaré tus heridas y después te ducharás. Hablaremos más tarde de como defenderte.

-Pero....

-Todo lleva un orden.

Me separé de él y fuí directa al baño saltándome su estúpido orden. Antes de salir del cuarto, me llamó:

-Una cosa más Haya.

-¿Sí?.

-No son los intereses románticos los que me mantienen a tu lado, ¿vale?.

¿Eing?. Bufé por los pasillos de mi soleada casa sin prestar atención siquiera a mi magullado cuerpo. Únax se preocupaba por mí y yo se lo agradecía pero, ¿pensar que me sentía atraída por él sólo por mirarle la boca?. ¡Oh vamos!. ¡Qué forma más inteligente de hacerme pensar en otra cosa diferente al miedo!.

Soy tu Oscuridad #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora