Capítulo Cuarenta y Uno. Un Aura Dorada

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Miré asustada a Únax. Al fin sabíamos algo concreto sobre lo que teníamos que hacer pero eso significaba tener que enfrentarme a mi propio arconte, al que tanto temía. Era una batalla para la que aún no estaba preparada.

-Tengo miedo, mucho miedo....

-No debes tenerlo Haya. Estoy contigo.

-¿Papá?. ¿Eres tú de nuevo?.

De nuevo volvió a reinar el silencio..

-No puedo hacerlo-dije-.

-Crees que no puedes, Haya-habló Zahir-. El arconte de Leila era muy pero que muy poderoso, casi más que el tuyo y, sin embargo, lograste acabar con él en segundos. Eres más poderosa que muchos caminantes juntos. Tan sólo tienes que vencer tus miedos y bloquear tu mente. Él sabe tus debilidades y sabrá que escuchas a tu padre si tú se lo permites.

-¿Cómo sabes lo de mi padre?.

-Él nunca te ha dejado, Haya. Su tenue presencia es difícil de percibir para muchos pero yo soy capaz de verlo. Su alma está contigo. Tan sólo tienes que entrar en lo más profundo de tu corazón para verlo, para hablar con él.

Miré pensativa hacia los cristales del lago de Macalania. Apenas percibía sus colores, mis pensamientos me mantenían ocupada. Veía sin ver nada, sentía sin sentir nada.

-Te ayudaremos a conseguirlo, Haya-habló Chiara-. Al igual que os ayudaremos a los demás. Una dura guerra se acerca. Debéis manteneros unidos pues sólo así conseguiremos ganar la batalla.

-¿Cómo que una dura guerra?-preguntó Leila-.

-La orden debe ser quemada hasta los cimientos para volver a ser refundada. El mundo necesita de la ayuda de los caminantes, como las plantas necesitan el agua para sobrevivir pero la orden está corrompida y no todos estarán dispuestos a que esto cambie. Se sublevarán y es ahí donde entraréis vosotros. Es una misión difícil pero la Tierra no se salvará si fallamos.

Con el ánimo un poco bajo y con una responsabilidad demasiado enorme a nuestras espaldas, nos despedimos de Chiara y Zahir. Quedamos en entrenar al día siguiente. Para mí, aún existían demasiadas dudas respecto a todo. Sentí una presión en la cabeza demasiado difícil de soportar.

-Haya, cielo,no debes temer a nada ni nadie. Tú puedes hacer todo lo que quieras. Eres grande.

-No, Únax.

-¿No?. ¿Cuántas personas son capaces de gestionar un hotel?. ¿De sacarlo adelante?. ¿De una vez hecho seguir mirando por sus clientes?. ¿De levantarte por la mañana para hacerles el desayuno?.

-Tú me dijiste que ese empeño no era del todo bueno.

-Yo te dije que te exigías demasiado, que debías delegar, Haya. No que no estuvieses haciendo las cosas mal. Es precisamente esa autoexigencia la que te hace querer hacer todo perfecto, la que te hace ver que no puedes conseguir hacer las cosas bien. Haya-me hizo mirarlo a la cara-. Eres mi esposa-aunque aún no me crea esta nueva situación-, estoy orgulloso de ti y se que lo harás perfecto.

-Estoy desbordada, Únax.

Me lancé a sus brazos llorando. Llorando porque mi perfecto marido me apoyaba más de lo que yo misma era capaz de hacerlo, porque todo me quedaba demasiado grande, porque al parecer, la humanidad dependía más de mí que de ella.

-Todos lo estamos, Haya-me abrazó-.

-Soy egoísta, Únax. No he pensado ni un momento en tí.¿Cómo te sientes después de descubrir todo esto?.

Soy tu Oscuridad #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora