Él, el salvador de mujeres en apuros, estaba al lado de mi hermano mirándome con un gesto que yo diría divertido.
-¿Os conocéis?-preguntó Hadid-.
-Sólo hemos coincidido un par de veces-respondió Únax-. No sabía que fueses dueña de este hotel.
¿No lo sabías?. Algo me dice por tu risita burlona que ya sabías que era la dueña.
¿Y ahora qué hago?. ¿Cómo me las ingenio para despedirlo?.
No hay forma, Haya. Al parecer es bueno en su trabajo. ¿Cuándo has tenido un buen camarero?.
¡Mierda!.
-Ya basta de presentaciones. No os pago para hablar.
Zanjé de modo brusco aquella conversación. No era mi estilo pero hacerme a la idea de que tendría que trabajar con Únax- si es que ese era su nombre real-durante todas las mañanas y tardes restantes de verano, me desconsolaba. ¿En qué momento había decidido perseguirme?. Demasiadas cosas en la cabeza como para concentrarme en lo que tenía entre manos.
-Dos tostadas francesas, unos huevos revueltos con bacon...-Hadid entró en la cocina cantando la comanda-. ¿Huele a quemado?.
-¡Mierda!.
Se me había quemado el pan. Por supuesto, tanto pensar no era bueno.
-¿Estás bien, Haya?.
-Lo estoy. Nunca se me ha quemado nada antes. Supongo que es la emoción de experimentar cosas nuevas.
-¿Por qué Únax te altera tanto?.
-¿Alterarme?. ¡En absoluto!. Llévate el café. La comida saldrá en cinco minutos.
Sabía que mi hermano me estaba mirando sospechosamente, como si supiera que no le estaba diciendo toda la verdad pero proseguí concentrada en hacer las cosas bien, en dejar de quemar las cosas.
Únax entró varias veces a la cocina. Era profesional, rápido y eficaz, cualidades que siempre me habían gustado en un camarero; cualidades que pocas veces, casi nunca, había visto en mi cocina. Sin contar a mi hermano claro.
Las palabras que nos dirigimos fueron estrictamente profesionales. Incluso cuando terminamos nuestro trabajo y nos sentamos, como cada día, a desayunar todo el equipo. Hablaba más con Hadid que con nadie y es que, o poco conocìa a mi hermano o estaba intentando sonsacarle toda la información posible para establecer un juicio y protegerme si hubiese que hacerlo.
Únax contestaba educadamente pero por su tono de voz, pude intuir que las preguntas sobre su origen no le eran del todo agradables. Decía que había nacido en Ankara. Podría ser cierto pero había algo más. Algo más que, por supuesto no me interesaba. Ni siquiera el hecho de saber porque me había curado con las manos. Había visto a mi madre hacer reiki muchas veces. Por lo que sabía, algunas personas, eran muy habilidosas y poderosas.
Durante los días siguientes, traté de evitarlo pero, como jefa suya que era, lo supervisaba cada vez que tenía ocasión. Era alto y atractivo, las huéspedes del hotel estaban encantadas con él y además siempre se mostraba amable y dispuesto. Esto último, me chocaba. A mí me había protegido pero nunca jamás me había sonreído y mucho menos ser agradable. Se había negado a darme su nombre, me había increpado y tomado por el brazo a la fuerza. Quizás la solución hubiese sido pedirle un daikiri.
Quizás....
-¡Únax!. ¿Puedes venir un momento?.
Estaba relajada en la terraza del hotel gestionando papeleo desde mi portátil. Era una costumbre veraniega demasiado arraigada. Estar en una oficina encerrada despercidiando sol y vitaminas era una locura.
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Soy tu Oscuridad #4
RomanceEsta historia pertenece a una saga. Se recomienda leer en este orden. *Atrapada *Y entonces llegó ella *Más que hermanos *Soy tu oscuridad Muchos conocéis a mis abuelos, padres e incluso a mis bisabuelos pero esto va más allá del apellido Alfasi. Au...