Capítulo Treinta y Nueve. El Lago

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-Bienvenidos a las Pléyades, Haya y Únax.

El hombre que nos daba la bienvenida era hermoso. Sus ojos azules, la constelación dibujada en sus pupilas. Únax y yo nos miramos sorprendidos.

-¿Zahir?.

-Sí, soy yo.

-¿Y Chiara?. ¿Y Abdid?.

-Abdid vendrá más tarde. En cuanto a Chiara, os la presentaré tan pronto os acomodéis en vuestra casa. Os guiaré hasta ella.

-¿Por qué parece que aquí todo es más ligero?. Es como si mi cuerpo no pesase.

-Estás en quinta dimensión, Haya. Aquí la densidad es diferente a la de la Tierra. Cuando fuí por primera vez a tu actual planeta, me costó mucho adaptarme al principio. Era como si una gelatina me envolviese, luego estaba la gravedad. Me pasé días vomitando antes de acostumbrarme.

-Quien lo diría.

Los horiundos del lugar caminaban, conversaban y hacían su vida normal sin preocuparse por nuestra presencia. Eran esa serie de gente evolucionada que no se fijaba en los demás, que simplemente se preocupaban por la evolución de su alma sin sentir envidias ni preocupaciones derivadas de la vida material.

La casa donde Zahir nos instaló, era hermosa. Básica, sin ostentosas decoraciones pero dulce y amorosa. Una luz entre azul índigo y dorada iluminaba el lugar.

-Leila y Vincenzo están en la casa de al lado. Os veo en lo que vosotros diríais una hora.

-¿Diríamos?.

-El tiempo lineal aquí no existe. Es por eso que vivimos mucho más que los humanos. Todo lo que necesitéis, tan sólo tenéis que imaginarlo y será creado. Tened cuidado con los malos pensamientos pues también podrán ser creados.

-¿Puedo crear una papaya si lo pienso?.

-Tú más que nadie deberías saberlo, Haya. Convences a los objetos para que cambien su estado. ¿Por qué no ibas a crear una papaya con la mente?. Además estarás de enhorabuena. Todos aquí somos vegetarianos.

Sin más se fue. Únax y yo nos quedamos en medio de la casa de planta baja mirando el uno para el otro.

-Es extraño, ¿verdad?.

-Muy pero que muy extraño, Haya. Llevo escuchando hablar de las Pléyades desde que era un adolescente pero nunca imaginé estar aquí y menos contigo.

-Sólo has entrado porque estoy contigo-sonreí-.

-Al igual que tú.

Se acercó a mí para abrazarme. El dulce Únax y sus golosos brazos. Él era como una de esas piruletas con forma de corazón que saben a cerezas, un dulce al que yo no me podía negar.

-¿Habias soñado alguna vez con instalarte en una casa en forma de mandala?.

-Jamás de los jamases-sonrió-. Pero me gusta esta casa, me gusta el amor que se respira en el ambiente, es como estar de nuevo en mi hogar.

-Nunca te has sentido en casa, ¿verdad?.

-Los primeros años de mi vida, me acostumbré a guardar todo en mi mochila por si acaso había que huír nada más llegar. Después, en Estambul, me costó acostumbrarme a Rober y Hande, cuando empezaba a sentir que Estambul era mi casa, sucedió lo de Liana. He visitado muchos lugares, muchos países, muchos sueños y diferentes épocas y nunca las llegué a amar del todo aunque he de reconocer que en la ciudad azul, albergaba una pequeña esperanza de que nos acogiese, me apeteció fundar allí un hogar contigo. De hecho, hablé con un hombre hace una semana. Sólo quedaba que tú dieses el visto bueno a tu nuevo hotel. Iba a ser una sorpresa.

Soy tu Oscuridad #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora