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El deseo de algún día poder conocerlo en persona se hizo grande en mi interior que comencé alarmarme por pensar en aquello.

— La última vez que hablamos me habías dicho que no pudiste devolver el diccionario porque estabas recorriendo las rutas de Francia. -comenté y él rio.-

— Eso no es mentira. - respondió.-

— Ah ¿en serio?

— Las estuve recorriendo por Google Maps.

Aprete mis labios para contener la risa.

— Y ¿que hay de esa vez que me dijiste que no podías venir a la biblioteca porque te estabas alistando para una invasión extraterrestre?

— Bueno, estuve jugando a Halo en mi tiempo libre, así que no es un mentira -respondió con mucha labia-. Y me conoces. Conoces mi secreto más oscuro y profundo.

— Realmente creo que no se eso.  -respondí cruzando una pierna sobre la otra-

— Sí, lo sabes. -Su tono era ligero, juguetón incluso- Sabés que me gusta escribir. Y yo se que a vos te gusta que escriba.

Aquello último me tomo desprevenido por lo que me escuche tartamudear:

— E-es obvio que me gusta. Trabajo en una biblioteca y soy editor.

— Ajá -murmuró-. Y también sabes que acabo de empezar una maratón de Game of Thrones.

— Eso es solo porque lo usaste de excusa para no devolver el libro. Dijiste que estabas devastado emocionalmente por la escena de la Boda Roja.

— ¡Y lo estaba! -exclamó-. Ese fue un capítulo traumatizante. O sea, pestañé y había desaparecido medio elenco. Simplemente desaparecido.

Estaba sonriendo tanto que estaba seguro que él lo podía ver a través del teléfono.

— Sí, bueno. Yo sé que lloras cuando ves esas publicidades de animales. -comenté-

— ¡Todo el mundo llora al ver esas publicidades! -se defendió- Y la única razón por la que sabes eso es porque una de las veces que me llamaste, se escuchaba esa canción en el fondo. Y no me largué a llorar, solo dije que me hacían llorar.

A partir de las llamadas semanales de los últimos meses, habían surgido pequeños datos de cada uno. Nada demasiado profundo. Él sabia que no me gustaba la gaseosa y que prefería el té. Él tomaba exclusivamente agua y jugo de naranja. A ambos nos gustaban los animales. Una vez, me había contado que tuvo un pato al cual le había puesto de nombre, Daisy, pero que había tenido que llevar a un refugio de animales porque no podía tenerla en su departamento.

— Bueeeno -estiró la palabra-. ¿Alguna vez escuchaste hablar de la "celofobia"?

Luchando contra mi sonrisa, apoyé mi brazo sobre la mesa y mi cara sobre mi mano. Él siempre hacía esto. Encontraba palabras al azar y me contaba sobre ellas. Este chico era... no sé. Era simplemente... interesante.

— No. No tengo idea de lo que es.

— Es el miedo irracional a los celos. -hizo una pausa-. No estoy seguro de qué hace que un miedo sea irracional pero los celófobos parecen ser mi tipo de personas.

— Estoy de acuerdo. -murmuré con una sonrisa.-

— ¿Sabés lo que es un "zokor"? -preguntó, seguido se escuchó una puerta ser abierta y luego cerrada.-

— No, pero supongo que me lo vas a decir.

— Es un roedor parecido a un topo que, en realidad, es muy esponjoso y parece amigable.

Fruncí la nariz y se me arrugó la piel alrededor de los ojos.

— Dudo que haya algún roedor que se vea amigable.

— ¿Sí? ¿Y Mickey Mouse?

— Mickey Mouse es un dibujo animado.

— Ah, ¿en serio?

Se me escapó otra risa.

— Sorprendente, lo sé.

— Bueno, esta conversación está repleta de bufonadas. - respondió y suspiro.-

— Ay, Dios. - dije sacudiendo mi cabeza-. ¿Hay quienes usen la palabra "bufonada" todavía?

Se rió y era una risa linda. Grave. Contagiosa. Sonaba como alguien que se reía mucho.

— Deberían, sonarían más inteligentes.

— Quizás.

— ¿Sabés? Me puse a pensar en cuánto menos... verboso serías si hubiera devuelto este diccionario a tiempo. - dijo con una risa divertida.-

— Soy una mejor persona ahora. -dije con ironía-

— Entonces, Akaashi, estaba pensando...

Pasados unos segundos, me cansé de esperar.

— ¿Pensando qué? ¿Que finalmente vas a devolver el diccionario? -exclamé y escuché su risa-

— Quizás, solo quizás.

Sentí esa hinchazón en el pecho nuevamente.

Alguien se acercaba a la mesa donde me encontraba por lo que me enderece y aclaré mí garganta.

— Fue un placer hablar con usted, pero ya es hora de que devuelva el diccionario. Nuestra colección se ve bastante triste sin él. ¡Que tenga buenas noches! -añadí y corté rápidamente.-

••••••

((Esto es un fragmento del libro que mencioné antes, llamado "Encuentros de película". Donde hay diferentes historias, la cual "El diccionario que nos unió" es en el que me basé para hacer esto. Así que nuevamente doy créditos a la autora de este.

Jennifer L. Armentrout.))

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