Especial: Chapter XVII

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-Especial (Parte II)

-"El Francés y la hija del Terrateniente Inglés".

Manteniéndose unidos y en silencio. Solo sus austeras respiraciones, brazos que entrelazaban sus cuerpos y labios buscando su atracción eran los estelares. Eric levantó la mirada, seguida de su mano con dedos callosos. Al notar las muestras de lágrimas en las mejillas de Clarise. Uno de sus pulgares se adelantó a enjugarlas y dejar un rastro de felicidad y tristeza en su rostro. Ella recordaba perfectamente el roce de sus manos. Pero ahora, era un toque arduamente masculino, que la llenaba de suavidad y delicadeza. Como si se tratara de un cristal en levitación que él debía resguardar.

Los labios entreabiertos de él, tocaron el salado camino de las lágrimas derramadas por la fémina. Siguiendo a lo largo de su mejilla, para luego dejar de lado su serenidad y darle paso al arrebato que consumía la escena del deseado y furtivo reencuentro. Su boca encontró la de ella con cálida y urgente presión. Ella elevó sus manos, paseandolas por las mejillas de éste, y por su espeso cabello castaño. Eric se sentió sublevado por el contacto de las manos femeninas y esplendorosamente suaves de Clarise.

Sus brazos la acunaron de tal forma que sus torsos parecían uno solo. Sus pechos subían desenfrenadamente y sus rodillas en poco tiempo comenzarían a ceder ante el momento que acontecía.

Levantando la cabeza, Eric la miró con cierto aturdimiento.

- ¿Cómo puedes estar aquí?... Es peligroso para ti este lugar. - exclamó con el poco aliento que le quedaba, de forma preocupada y de cierta manera imperativa.

- No me importaría adentrarme en el más peligroso de los terrenos... Solo de tener la certeza que tus brazos serían la recompensa por mis temerarias acciones. - dijo ella mientras acariciaba el perfecto arco de cupido que formaba su labio superior. A lo que él sonrió. Pero..

Repentinamente se apartó de ella. Como si hubiese estado delante del más aterrador de los espectros. Tal vez, de cierta manera lo fue. El terror del pasado, es el más eficaz enemigo de los tormentos que acaban con la severa tranquilidad del presente. Se alejó hasta el lado opuesto de la habitación. Dejó caer la cabeza sobre la pared y cerró sus durante eternos segundos.

Aturdida y temblorosa, Clarise intentó acercarse. Tratando de hacer contacto con él. Movió su cuerpo hacia donde él se encontraba recostado, y al intentar estirar su mano hacia donde él estaba, Eric se alejó de manera cautelosa diciendo.

- Si me tocas.- dijo con voz gutural. - No seré responsable de lo que ocurra después.

Clarise se detuvo, entrelazando los dedos con visible nerviosismo. No entendía lo que le ocurría. Seguía siendo el mismo temperamental de siempre. Terco, siempre sus inseguridades encontraban la forma de plantarse y echar raíces allí de ser oportuno.

Finalmente, Eric recuperó el aliento y la compostura para seguir sentenciando.
 
- La próxima vez. - dijo consecuentemente. - deberías dar alguna advertencia de tu llegada.- Clarise estaba entrando en cólera por la personalidad neurótica de Eric, exclamó.

- ¿Avisos?. - dijo ella con sorna. - No serviría de nada, siendo consciente de todas las cartas que te envié... Y que ninguna obtuvo respuesta. Fue una bienvenida cálida, ya que me ignoraste todos estos años.

- No te ignoré.

Clarise se concentró en el sarcasmo, siguiéndolo así cautelosamente, como si de una serpiente venenosa se tratara.

- Me escribiste una vez en diez años.

Eric la encaró con una expresión furibunda y sentenció.

- ¿Una vez?. - dijo con un tono donde la burla y la ira se peleaban por el trono. - ¡Te escribí durante todo un año!. Se las enviaba a tu hermana esperando que llegaran a tus manos. Nunca tuve una noticia de ti luego de la carta de despedida.- esto último lo dijo con cierta burla. - No necesitabas cartas mías seguramente.

Clarise quedó en el centro de la habitación estupefacta por lo que había escuchado. Su hermana, Amelia, nunca le dió alguna clase de señal sobre cartas enviadas por Eric. Nunca. Su hermana no sería capaz de ocultarle algo así. Ella estaba muy al tanto de sus sentimientos por Eric. No podría ocasionarle tal daño.

- No recibí ninguna respuesta, o al menos una señal de afecto en diez años, Eric. - lo miró con incredulidad mientras él permanecía en silencio con una mirada escalofriante.

Pasaron algunos minutos en un silencio casi inmensurable que los mataba a ambos. Hasta que Eric lo rompió.

- Tal vez, haya sido mejor así. Tú y yo no tenemos nada en común. Una señorita aristocrática como tú, con un vil estafador como yo. - mientras escupió esas palabras, una sonrisa macabra y sarcástica adornaba sus labios.

- Nunca me ha importado de dónde vienes, ni lo que haces. Sólo me interesas tú. Estoy aquí y ni siquiera lo entiendes. Vine a buscarte. Desde el primer momento que pisé Inglaterra, lo hice con la ilusión de verte de nuevo. - casi al borde de las lágrimas, Clarise se oscureció con lo que escucho después.

- Me alegra verte, pero nadie te pidió que vinieras. - dijo él con sorna.

Luego de esto Clarise comenzó a palidecer, intacta sin poder moverse. Como si de un espasmo se tratara. Logró articular casi inaudiblemente...

- Mírame a los ojos, y dime que me vaya. Pero te aseguró que si me dejas salir por esa puerta. También saldré de tu vida para siempre. Y será como si esto jamás ocurrió. - sentenció ella con ira y dolor en su interior.

Eric al escucharla, susurró casi para él mismo, en su idioma natal. - Je t’aime et je t’aimerai jusqu’à mon dernier souffle... - Clarise consternada por el sarcasmo de él, y al no poder entender lo que le decía. - ¿Qué has dicho?. - preguntó.

- He dicho que enviaré un caballero que te escolte hasta la mansión McQuaid Relish, la trayectoria de regreso a altas horas de la noche, es peligrosa. - al decir esto último, Eric no contaba con ninguna expresión en su rostro. Y simplemente le dió la espalda con desinterés. No parecía el mismo hombre que solo hacía escasos momentos la estrechaba con necesidad contra él.

Clarise con la poca dignidad que le quedaba, le dió una última mirada mientras temblaba por las emociones contenidas del momento. Giró rápidamente, y salió de la habitación dejando tras ella, solo el eco de un estruendo debido al sonoro golpe de la puerta al cerrar.

Eric, miró en dirección a la salida. Era un pensamiento estúpido, pero deseaba ver todavía su femenina silueta esperando por él. Nunca un rostro le había quitado tanto el sueño... Y ahora lo vería con mas anhelo al cerrar sus ojos. Con necesidad y angustia pudo decir lo que apenas ella pudo entender minutos antes.

- Te amo y te amaré hasta mi último aliento.. - al articular esto, como cada noche la melancolía lo atrajo hacia ella. El refugio de cada noche, donde lo único que brillaba eran los pensamientos. En los cuales ella, su Clarise, era la única protagonista.

Con una botella de Whisky, comenzó a ahogar sus aflicciones hasta el punto en que sus sentidos comenzaron a nublarse. Y lo último que pudo escucharse en la habitación esa noche fue...

- Tu es la femme de ma vie, Mon Ange.- (Eres la mujer de mi vida, mi Ángel).

Luego de esto, se dejó consumir por las penas. Como si de una historia nórdica se tratara, las Valquirias se regocijaban entre sus quebrados sentimientos y dolores latentes. Sus tribulaciones por Clarise, sin importar cuán sumido estuviera en la bebida, saldrían a flote, porque siempre encontrarían la forma de nadar hasta él y seguir con el latido ardiente de su corazón.

Violet Lee.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora