Especial: Chapter XX

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- Especial (Parte V)

- "El Francés y la hija del terrateniente Inglés"

Durante la celebración varios de los condes y miembros de la capitanía General de su majestad estaban acompañados por sus engreídas esposas. Los mismos que llevaban a sus amantes al Boheme por las noches. Lo cual le causaba cierta gracia a Eric. El reencuentro con los McQuaid, fue bastante demoledor de cierta manera para Regina y Cam. Ambos conocían al muchacho desde muy joven, y se preocupaban por las nuevas andanzas en las que se desplegaba él. A pesar de ello, habían sido muy amables, y Eric les guardaba en su interior cierto cariño y respeto.

Cam era el único Inglés que Eric consideraba honorable. Siempre estaba concentrado en su familia, su núcleo como solía llamarlo. Además fue el primero en ver la miseria que lo consumía en Francia. El único que no dudó en brindarle una oportunidad distinta sin importar la precedencia que consumía su reputación. En ese entonces, Eric vivía de los robos, las peleas y estafas. Muchas veces tuvo que golpear Inocentes para ganar algunas sobras de comida. Todo esto para el simple entretenimiento de los burgueses. Eso había forjado en Eric un carácter sombrío y silencioso.

Al llegar y ser anunciados todos los invitados a la mansión Campbell. Bajo un pequeño brindis, Evan invitó a todos a un salón donde les aguardaba un ostentoso banquete, en uno de los salones principales. Una enorme y elegante mesa adornaba el centro de la habitación donde todos los presentes comenzaban a tomar asiento. La servidumbre se encontraba de pie y perfectamente arreglada en los laterales de la mesa. Formando una columna. Juegos de platería yacían sobre la mesa junto a finas copas de cristal. Uno de los principales atractivos gastronómicos de la noche eran el Filete Wellington, una caña de filete de res con un duxelle de hongos, trufa y cubierto en masa de hojaldre y también, Costillas de cordero con jalea de menta. A Eric esta mezcla culinaria le parecía muy extraña pero a la vez, ingeniosa. Ambos platillos comenzaron a consumirse con demanda luego de la victoria de la coalición ante el imperio francés. Arthur Wellesley fue nombrado duque de Wellington después de participar en la batalla de Waterloo y vencer a Napoleón. En su honor se hizo el filete de Wellington.

Los Campbell se encontraban a la cabecilla de la mesa. Mientras Eric se encontraba un poco más alejado junto a James y Amy. Justo al frente de Clarise y Lord John. Él se encontraba vigilando cada movimiento de la dama sentada delante de él. Inspeccionaba su rostro buscando cualquier rastro de emoción alguna. Ella no le había dirigido la mirada durante lo que llevaba de tiempo la cena, bajo comentarios mediocres y ortodoxos de los presentes. Con regularidad, Lord John le susurraba al oído ciertas palabras a Clarise, induciendo la risa de esta. Lo cual fatigaba a Eric, haciéndolo apartar en ocasiones la vista.

Lord John era parte de la guarnición de su gracia. Tenía una estirpe respetada por todos en Londres. Muchos de sus antepasados habían servido en Port Royal. Algunos de ellos se encontraban en la sede británica cuando el terremoto del 7 de junio, atacó el puerto en 1692. Los tsunamis subsiguientes erosionaron aún más el terreno, sumergiendo para siempre la mayor parte de la ciudad, aunque sin destruirla realmente.

Regina McQuaid se notaba con buen ánimo al ver a John y Clarise juntos. Él sería un buen pretendiente para su hija. Un inglés respetado, de buena familia y posición. Gozaba de carisma y elocuencia, mientras Eric para muchos era un vil callejero levantado de Francia, que pasó de preparar palafrenes, a propietario de uno de los establecimientos nocturnos más importantes de la ciudad. Todos intentaban inmiscuirse en la vida del otro más que en la propia. Sin importar el costo. Pero Eric solo yacía concentrado y en silencio, deleitandose con la rebosante y excelsa belleza que poseía Clarise esa noche. Se encontraba hundido en su lejana presencia.

Hundido en la vehemencia de su falta. Hundido en el iris color café intenso de ella. En el arco de sus labios y el fuego de su cabello. Por primera vez sabía lo que era sentir algo que no fuera desprecio por sí mismo. Ella encontró luz en Eric, que él nunca podría encontrar. Su temeraria inocencia ardía en sus ojos. Pero cuando lo miraba, Eric sólo quería ser consumido por las llamas de su ardiente clemencia. En las llamas del infierno cuando la distancia jugaba su papel. Porque se encontraba en un infierno sin tenerla. De cierta manera, estaba condenado a sobrevivir extrañandola. Escuchando su voz en la oscuridad. Acariciando su cabello, en una simulación exquisita del viento. Enamorándose de su sonrisa en la distancia... Amándola en silencio.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora