Especial: Chapter XXVII

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- Especial (Parte VII)

- "El Francés y la Hija del Terrateniente Inglés"

El último encuentro de Eric y Clarise había desenterrado sentimientos y emociones que los amantes habían dado por sepultados. Un par de domingos pasaron desde el tortuoso baile en casa de los Campbell, pero desde entonces, Eric mantenía facetas y matices de Clarise tatuados en su mente. Mientras ella refugiaba su gozo en la pintura, donde cada pincelada tenía un motivo común, el francés.

A pesar de ello, Regina se encontraba eufórica por comprometer a Clarise con Lord John. Pasaba días y noches enteras hablando sobre el regular británico, con Clarise. Aunque nunca contaba con la entera atención de su hija. El señor McQuaid solo reía ante las caras de tedio que adornaban a Clarise cada vez que el tema de Lord John era el platillo principal en las conversaciones. El almuerzo de los McQuaid fluía con tranquilidad, pese a los comentarios de Regina sobre el matrimonio.

- Mamá, ¿podemos cambiar el tema por favor?.- bufó Clarise con claro fastidio en su voz. Ganándose una mirada molesta de su madre, mientras que de soslayo su padre le ofreció un guiño. ¿por qué no puede ser como papá? pensó Clarise sobre Regina.

- Hija, es una verdad bien sabida que todo hombre rico.. ¡ Necesita una esposa!.- dijo con una sonrisa sonsacadora. Pero Clarise entendió la referencia.

- No intentes citar un preludio de Orgullo y Prejuicio durante esta conversación, madre.- al decir esto Clarise tomó un poco de agua. Estaba comenzando a sentirse acalorada con el tema.

- Solo piénsalo Clarise, es una buena oportunidad para una mujer que está llegando a la tercera década de su existencia...- bebió un poco de vino y siguió.- De lo contrario tu único futuro será como una institutriz amargada. - finalizó con una mirada de pánico hacia su esposo ante la idea.

- Preferiría ser institutriz, antes de acabar triste en un matrimonio. El mismo terminaría siendo solo una propuesta económica. - Clarise retó a su madre con la mirada, y Regina solo suspiro desganada como respuesta.

La mesa se inundó de un prolifero silencio que terminó siendo roto por la voz exhausta de Beck, una de las criadas de la propiedad McQuaid.

- Lamento interrumpir la comida de los señores.- lanzó una mirada rápida al piso, respiró y siguió.- Pero..ehm...la señora Amelia está en el salón principal... no se le ve muy bien. - dicho esto se hizo a un lado cabizbaja.

Los McQuaid se levantaron rápidamente y se dirigieron a la sala donde Amelia se encontraba. Seguidos por pasos tranquilos y temerarios de Clarise. La relación de las hermanas, seguía sin ser elocuente. En sus padres aún reinaba la intriga sobre lo que había pasado entre ellas, pese a fracasados intentos por saber la causa de sus diferencias. Por supuesto, Amelia escribió algunas cartas de Clarise, las cuales seguían sin respuesta.

Al llegar a la sala conjunta, se encontraba una Amelia hecha un mar de lágrimas. Levantó la mirada y se lanzó a los brazos de su madre, dejando a esta última perpleja al no saber lo que pasaba. Sus manos estaban temblorosas, sus ojos inyectados en sangre y la punta de su nariz era tan roja como una amapola.

- Amelia, cariño...qué...¿qué ha pasado?.- la voz de su madre sonó inquietantemente tranquila, pero con una pequeña dosis de temor en cuanto su sonido desaparecía.

- Madre, yo... ¡Es Frank!..- Amelia dijo esto para lanzarse a llorar nuevamente. Clarise se encontraba un poco apartada de la escena pero la preocupación por su hermana la hizo estremecer, por lo que decidió acercarse.

- ¡Me ha engañado madre... tiene un amorío con otra mujer!.- terminó de decir con un fuerte tono de dolor.

- ¡ Ese pusilánime !...- la voz de su padre, que había estado ausente de la situación, se abrió paso con un sonido gutural.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora