Chapter XXXIII

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              El valle de huesos secos.
En el valle de huesos secos, yace mi Alma. Un poco sombría en partes, y gélida en ocasiones. Pero no es por el frío con el que me abate la intemperie, es por el aliento desollador de tus demonios. Seducidos por el castañeo de mis dientes y mis dedos temblorosos.

En el valle de huesos secos, yacen mis manos. Manos que tocan frutos envenenados por la escoria y sienten rosas muertas que mascullan mensajes desesperados. Pero la viveza de sus espinas sigue latente.

En el valle de huesos secos, yace mi mente. Que corre con el ímpetu del río al mediodía y desemboca en cuencas desconocidas. Casi como mi amor por ti, que arde con cada latido de mis adentros y se extiende por cada parte de mi espíritu.

En el valle de huesos secos, yace mi cuerpo. Un cuerpo abordado por el tiempo, con arrugas que son la simple alegoría de los golpes de tu desapego. Sentado en un valle donde la eternidad se acaba, y la vehemente maldad del mundo comienza.

En el valle de huesos secos, yacen mis palabras. Huecas e incongruentes palabras que no tienen respuesta, solo un inmensurable eco en la distancia, que remonta las montañas. Las cuales se oponen con un silencio feroz e inquebrantable, como única forma de marcar su hostilidad.

Y en ese valle de huesos secos, estaba yo. Con el alma ultrajada, manos atadas, mente desahuciada y palabras sin sonido. Lo único que no estaba desalojado de mi cuerpo eran mis afectos, pero todos eran irremediablemente, tuyos.

Y recuerda, todos tenemos una forma de ser, que trafica vivencias, emociones y sentimientos. Con una delgada línea entre la empatía y la crueldad. Necesitas la tenue soledad. Necesitas no esperar nada de los demás. Necesitas la cálida paz de tu mente. Necesitas no abarrotar el dolor. Necesitas incluso lo que piensas no necesitar. Pero lo más importante, necesitas ser poesía, y no el desolado poeta.

Violet Lee.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora