Chapter XXXVII

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Cuenta la historia que Clementina al nacer, en los cielos contaminados de estrellas a diario, los relámpagos se abrieron paso tirando a las estrellas a la peor de las desgracias, mientras ella llegaba

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Cuenta la historia que Clementina al nacer, en los cielos contaminados de estrellas a diario, los relámpagos se abrieron paso tirando a las estrellas a la peor de las desgracias, mientras ella llegaba. Una mulata de largos cabellos oscuros, con extraña marca en su nuca, comenzaba su Travesía. Sin conocer a dónde iría, ni el poder que la consumiría.

Con el bondadoso paso de los años, Clementina se convirtió en una hermosa mujer. Aclamada por su familia, pero repudiada por la muchedumbre. El tiempo no solo fomentó su belleza, también alimentó su poder. Y es que la familia de Clementina, contaba con orígenes mágicos y desafiantes a la lógica de la naturaleza. Su linaje ancestral era de Brujas, y brujos poderosos. Su madre, Gillian, era descendiente de Heraldo, el brujo más grande que había vivido, y cuyo paradero seguía siendo desconocido. Para muchos brujos, él había muerto. Para otros, seguía tan vivo como su inmortalidad se lo permitiese. Gillian y sus padres huyeron desde Inglaterra, hasta las tierras Altas. Curiosa e inexplicablemente, los abuelos de Clementina, no contaban con ningún atisbo de poder. Dando un ápice de razón a ciertas conclusiones basadas en si mismos, pensando que su descendencia mágica, había acabado con ellos. Hasta que nació Gillian, con hazañas mágicas que muchas brujas populares de Inglarerra no pudieron explicar.

Los talentos de las brujas variaban con las descendencias y los talentos de sus ancestros. Heraldo, según los textos de los viejos grimorios, podía influenciar tanto el cuerpo como la mente humana. Podía hipnotizarlos y manejarlos a su libre antojo. También se decía que Heraldo podía manipular la naturaleza y sus elementos (rasgos convencionales de los brujos). Gillian pertenecía a la cuarta generación de brujos, y con Clementina iniciaba la quinta. Esto era bien sabido por el nacimiento de los mulatos. Cuando el brujo naciente, era de tez morena y cabello negro, comenzaba una nueva generación. Así era su linaje, entre castaños, rubios y pelirrojos, nacía un mulato, y significaba un nuevo amanecer para las aldeas y pueblos brujos. Heraldo, efectivamente, era mulato. El primer brujo del mundo, propiciando la primera generación mágica.

Clementina poseía raíces arduamente escocesas. Su padre, un mundano del Clan Fraser, del cual su madre estuvo enamorada con una pasión tal, que consideró fugarse junto a él, y afrontar la vida con su compañía. Pero, pudo más el odio entre razas, que el ortodoxo amor que se profesaban. Dougal, el padre de Clementina acusó por brujería a Gillian y a sus padres. Dando comienzo a litigios tanto religiosos como judiciales en Inverness. La familia de Gillian pudo escapar de la persecución, en un barco de contrabando. No sin antes percatarse Gillian, de sus pocas semanas de embarazo. Los forasteros, llegaron a Salem, territorio de las colonias británicas en Norteamérica.

Los poderes de Clementina pasaron desde el dominio psíquico, hasta la manipulación absoluta del fuego. Ella, que ya había alcanzado la segunda década de su existencia, vivía muy recluida en sí misma y confinada en su humilde morada. Clementina no tenía el gozo de una vida social distinguida, como las muchachas de Salem que estaban en sociedad. Muchachas de rubias y largas cabelleras, acompañadas de safiros en sus miradas, veían en Clementina la personificación del repudio y escrutinio. La mulata siempre intentó formar alianza con alguna, pero todas terminaban declinando sus intenciones. Salvo una muchacha, Dariana.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora