Especial: Chapter XXX

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- Especial (Parte VIII)

- "El Francés y la Hija del Terrateniente Inglés"

La tenue luz del sol que entraba por la ventana principal, comenzaba a apagarse. La habitación de Clarise estaba decorada en colores rosa pálido y crema, que durante ese momento del día, gozaba de un matiz más opaco. Sus dedos reposaban en el mango de un cepillo con cerdas naturales, mientras sus brazos ejercían un baile alisando su oscuro cabello con éste. Su rostro lucía interesantemente pálido, y sus labios gozaban de un carmesí suave. Sus inseguridades y deseos parecían traspasar el reflejo que mostraba el espejo con ímpetu. De cierta manera, la cena propuesta por su madre escasas horas antes, lograba intimidarla. Desde hace mucho tiempo no compartían la mesa con Eric. En realidad, los años habían pasado, al igual que los momentos donde Eric se paseaba por la propiedad entrenando palafrenes y estando al servicio de la familia. Ahora, siendo un hombre con sus propios establecimientos, Clarise no sabía qué esperar. Pero la necesidad de verlo nuevamente, era rebosante ante cualquier pensamiento secundario.

Con ayuda de Beck, Clarise pudo enfundar su cuerpo en un sencillo pero elegante vestido de noche. Era de color verde pálido, con mangas largas y bordes blancos. Decidió soltar su cabello, utilizando el simple adorno de un broche en forma de flor, un regalo de su padre. Y un pequeño collar, abrazaba su cuello. Mientras se preparaba, sus ojos se posaban en la ventana, una y otra vez. Hasta que el cielo denotaba su oscuridad con lunares blancos que aludían tranquilidad. Beck se retiró, dejando sola a Clarise en su habitación.

Amelia por su parte, continuaba hundida en los escombros de su mente. No tenía noticias de Frank, y sabía que tendrían que pasar algunos días para tenerlas. Ya que, si su dignidad era mayor que su vergüenza, en ese preciso momento estaría en camino a Londres para hablar con ella. A pesar de la duración del viaje. Sus padres trataban fracasadamente de levantarle el ánimo, Amelia fingía tener su mente en otros asuntos, pero aquello era mposible. Lo único que le causaba felicidad en ese momento, era la sonrisa de su hermana al hablarle del francés. Solo por ello se sentía bien, y satisfecha de haber limado asperezas con Clarise.

Se acercaba la hora pautada para la cena, así que las hermanas McQuaid, comenzaron a salir de sus habitaciones, las cuales estaban en el mismo pasillo, por lo que al salir de ellas, se encontraron. No dijeron una sola palabra, ambas se limitaron a sonreír y tomarse del brazo, para dirigirse al salón principal.

Regina y Cam aguardaban por sus hijas en el salón principal. La señora McQuaid movía sus pies torpemente y con entusiasmo por todo el lugar, mientras su esposo leía en el sofá serenamente.

- ¿Crees que haya sido buena idea?.- dijo Regina con cautela, sentándose al lado de su marido. Cam la miró por encima de sus gafas redonditas, y asintió. - Por supuesto que lo ha sido, no podemos seguir ignorando las cosas, Cariño. - la voz de Cam fue suave, pero a la vez severa.

La expresión de Regina se tranquilizó, y alzó la mirada para volver a escuchar la voz de su esposo. - Sabes que Clarise y Eric se han querido en secreto desde jóvenes, incluso ahora lo hacen. Y yo solo quiero que mi hija sea feliz. - la sonrisa de Regina se hizo mayor al escuchar aquello, y acercó sus labios a los de su esposo para unirlos en un tierno y corto beso.

A pesar de ello, Regina no podía evitar contemplar los peligros a los que su hija se expondría junto a Eric. El trabajo del hombre Francés, no era precisamente el de un diplomático recatado.

Los relajados pasos de Clarise y Amelia se escucharon en el salón, dando previo aviso de su presencia a sus padres. Tomaron asiento en el sofá que estaba frente a ellos, al hacerlo, Amelia y Regina entablaron una acalorada conversación que Clarise no entendía. Bajo los ojos expectantes de su padre se acercó a la ventana, y solo se quedó allí de pie. Sin saber qué esperar, pero sabiendo muy bien por quién aguardar. Sus padres se miraban de soslayo y sonreían con ternura. Cam se levantó con cautela de su asiento, y se acercó a ella.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora