Chapter XXXII

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                    El Vampiro Loco.

El vampiro loco, comenzaba a cazar. Vivía en el bosque de la sangre y el afán. No se sometía, por nada de hablar, solo bebía agua roja con sal. En el pueblo temían, cuando él se debía alimentar, todos se escondían con vehemente celeridad. Los niños cantaban dándole vuelta al fuego, mientras sus madres, iban con miedo al lugar.

Todas las familias, le temían al pasar. Menos una chica,  rubia y vivaz. Ella se empeñaba, en saber su verdad. Su nombre era Molly, una muchacha llena de gracia y naturalidad. Dieciséis años tenía, siguiendo en armonía, al vampiro loco y su sed. Seguía sin saber, lo que quería conocer, ignorando a la vez, los sentimientos del depredador.

El vampiro loco vivía en agonía. La mujer que una vez amó, al conocer su naturaleza, lo ultrajó de su afecto. Dejándolo abandonado a su suerte. Los milenios pasaban, mientras él, iba arrastrado por ellos. Su nombre era la semilla del terror, y una sentencia de muerte. Nunca más amó. Hasta que la latente gota de humanidad en su interior, brilló de esperanza, solo por Molly. Los rizos dorados de su cabello acompañaban su vestido rojo con margaritas de adorno.

Solo bastó una noche para verla, y un resplandor de luna para amarla. La maldición del vampiro era permanecer esclavos del sol, por ende, durante los bailes de la tribu en la oscuridad, Molly era espiada por el vampiro loco entre árboles y faldas danzantes.

Hablando de Molly, era nativa de la tribu apache. El este de Arizona se alimentaba de sus fuegos y creencias indomables. La apariencia caucásica de la chica, provenía de un amor con fuerza de corazón, pero descamisado por el poder de sus etnias. Kanda, su madre, se enamoró de un aventurero inglés, Adam. Los amantes dilataron sus sentimientos con alevosía. Pero manchados por el prejuicio, Adam ardió en llamas por desafiar a la tribu. Y Kanda comenzó a desfallecer después del parto. Dejando a Molly sola en el mundo. Su nombre fue Molly, por la sensibilidad de Adam, y la fortaleza de Kanda.

El vampiro loco conocía la historia de "La niña de ojos apaches y cabellos ingleses", aplaudía la bondad de su espíritu, pero repudiaba a los que la desafiaban. Noche tras noche, divisaba los desprecios y la crueldad del mundo, a la que ella estaba expuesta. Las niñas la empujaban, y los niños se burlaban de su aspecto refinado. La ira del vampiro, latía ferviente en los pesados suspiros que expulsaba cada vez que era testigo de las escenas.

La crónica del vampiro yacía en la siembra de ominosidad con la que azotaba a la aldea apache. El jefe militar de la tribu, Geronimo, atribuía las masacres a los demonios atrayentes de la luna y el sol. Una de sus leyendas contaba la historia de Kak'weet, un guerrero apache que bebía la sangre de los caídos en las batallas contra los estadounidenses. Se alimentaba de cada uno, como ofrenda a los seres de Luz que luchaban de día, y a los ocultos que danzaban de noche. Tras varias lunas, los dientes de Kak'weet comenzaban a ser más puntiagudos y sus ojos se llenaban de un sombrío estigma ante el hedor que poseía la sangre. Pues lo que parecía ser un tributo para estos seres, terminó siendo su mayor beneplácito de escoria. Con el tiempo se hizo esclavo del sol, quemándose al pasar y escondiéndose para salvaguardar. De noche salía a cazar, humanos era todo con lo que se deseaba alimentar. A sus hermanos apaches comenzó a espantar, era la maldición de Kak'weet, y nadie lo hacía notar. El tiempo arrastraba la historia del demonio de la noche, con bailes y danzas que contaban su leyenda, y con su aterrador final, confundía a los ciervos de cada clan.

La tristeza de Molly, era el quiebre del vampiro. Por la aldea ella caminaba agazapada, mientras él se escondía en el calor de lo arcano, evitando cualquier luz que no fuera propiciada por la luna. Sus almas bailaban al ritmo desolado de la lluvia. Cada anochecer se encontraban, con la ilusión intacta en cualquier encuentro. El vampiro la cuidaba, y ella lo consolaba, aún cuando en el pueblo desconocían que Molly al vampiro veía. Lo que arropaba la unión no era el principio romántico, era su naturaleza mística e incomprendida por los nefastos. Pero, Lo que significaba alivio para la tribu, era el contratiempo para los mancebos. Molly estaba enlazada desde el nacimiento con Denahi, un nativo fraternal y violento, marcado por el tótem del Lobo. Su
hermano mayor, Sitka había fallecido por un ataque animal, que el mismo Denahi se rehusaba a contar. Kenai era el hermano menor, un perdido de la tribu que cargaba el estigma del Oso sobre sus hombros. Nunca nadie oyó de nuevo algo de Kenai, y para indagar, nadie era el candidato ejemplar. La característica genuina de los actos, no se pueden revertir, la boda de Molly y Denahi, se debía cumplir.

El vampiro cayó en la verdadera demencia del corazón, que creía inexistente con la noticia. Con un ápice de esperanza, le propuso a Molly escapar, rápidamente a cualquier lugar. Al esconderse el sol, era la pauta del furtivo encuentro en el bosque. Se despidieron con afán, sin saber que entre la maleza los testigos comenzaron a aparecer. La vehemencia del relato, cubría las palabras de los guerrilleros apaches, hacia su líder. Gerónimo embargó su pensamiento de furia y superstición, lanzó dos demandas, y el destino estuvo echado para los dos.

El vampiro loco, perenne en el bosque, a la hora acordada, se refugió en la miseria de cada minuto que pasaba sin su rubia llegada. Sus sentidos se abrieron ante el ruido, alcanzó una flecha con su rapidez antinatural y se vio rodeado por una horda de nativos, entre pieles y lanzas, no distinguía diferencias. Denahi era uno de los infiltrados, se miraron con puro odio y el vampiro articuló primero.

- ¿Qué le hicieron a Molly?.- Preguntó con gélido acento. Las risas premeditadas y juerguistas se hicieron presentes ante la incertidumbre del vampiro.

- Está perfectamente, Demonio Inútil. Riéndose de tu poco ingenio y putrefacto sentido.- respondió Denahi con apariencia macabra.

El vampiro nublado de su razón, con rapidez inmensurable clavó sus dientes filosos en la carótida de uno de los nativos que lo rodeaban. Dejando yacente un cuerpo seco de sangre y de agua en el fango. Y con la misma celeridad se esfumó del círculo que lo apresaba. Colérico y decepcionado, preparó mentalmente una masacre donde Molly, sufriría.

Pero la suerte de Molly, también estaba puesta en marcha por parte de la tribu. El rumor de su fraternal alianza con el vampiro se esparció como polvo en el viento en cada familia apache, donde la tildaron como servidora del demonio. Todos creyeron que era la personificación del mal, como si de un oso, serpiente o coyote se tratara. Y fue llevada a la hoguera por un pueblo poseído por la ironía. Su cuerpo fue ofrecido como tributo de paz a El Dios de la Luna, conocido como el hijo del trueno. Y así ante el descamisado y abrasador cuerpo de Molly en la pira, mostraban alabanzas al Dios Calor, el mismo sol.

A la media noche, el vampiro llegó a la aldea, con una sed monstruosa de sangre y venganza, sus latentes emociones, habían sido extinguidas en su interior. Hubiera pasado de esa forma, si sus ojos no se hubiesen posado en un cuerpo calcinado en lo alto de la hoguera. Con fervientes y esporádicas llamas alrededor, y esa fue la inflexión del vampiro. Cayó de rodillas frente a la osadía y maldad del hombre, encontrando una pequeña y casi inexistente pluma roja con una hebra de cabello dorado. La pluma de Molly. Sus lagrimales estaban empapados de tanto sentir y vivir fatalistas experiencias. Había vivido más de diez vidas, pero ninguna gozaba con la valía de Molly. Su decadente existencia no tenía ningún valor, comparada con la de ella. De haber podido dar la vida, la daría. Porque la simple alegría de ella, era lo que más le importaba. Alegría que fue cruelmente apagada por su culpa. Por la culpa del Vampiro, el monstruo loco que marchitaba todo. O al menos eso pensaba él. Pero donde hay vida, hay esperanza. Y donde hay odio, nace una venganza.

Esa noche el vampiro, si concretó una masacre. En masa, toda la tribu fue asesinada. Bebió cada gota de sangre de los cuerpos morenos y emplumados. Dejando correr a los niños, con el temor en sus adentros. Denahi logró escapar de la matanza, viviendo recluso en las profundidades del bosque con tribus hermanas, donde cuentan los ancianos y sus humos, no pudo escapar de la sentencia del inmortal.

El vampiro loco enfrentó todas las edades del mundo, estando solo. Con una pluma calcinada en su mano y el agonizante llanto en su interior. Sumido en un espiral de culpa por su propia decepción e inseguridad. Guardando en sus pensamientos cada minúscula parte de la inocente esencia, en la que Molly estaba impregnada. Mirándola en efímeros sueños y extrañandola en frías realidades. Y es que, una muerte prematura, puede eternizar un romance. Así pasaron las siguientes vidas del vampiro loco, fundido en el alma rota del desprecio, lastimado por los susurros del destino.

Aunque otros prefieren creer que no se alimentó nunca más, y su cuerpo se secó en la necesidad de las brasas. Y por eso era el vampiro loco, loco por no estar loco. Loco porque amó tanto, que no amó en absoluto, con el fugaz vestigio de una mortal cabellera dorada en sus tiempos aciagos.

Violet Lee.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora