Especial: Chapter XVI

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- El Francés y la hija del terrateniente inglés.

Ellos habían estado dependiendo del amor del otro desde su primer encuentro. Él, un hombre que se ha familiarizado con la miseria y la gloria que esconden las calles francesas desde la niñez.
Ella, sumida en las pretenciosas y engreídas reformas de la edad moderna y contemporánea. Dos espíritus indomables que colisionaron violentamente a tal punto de crear un caos en el interior del otro. Eric y Clarise pasaron de la amistad entre la hija de un rico terrateniente y el simple vasallo del mismo, a estar sumidos en la esperanza y el deseo de mantenerse juntos hasta los confines del mundo de ser necesario. Aunque las circunstancias del futuro los separó, y ambos vivieron en carne propia la desolación y desesperanza de estar en caminos no adyacentes. Todo valdría la pena para volver a encontrarse, no sin haber pasado un decenio de constante necesidad y anhelo recíproco. En Eric ya no se encontraba la timidez de el vasallo que había sido. Criado en un burdel de París desde su nacimiento hasta su traslado a Inglaterra debido al encuentro con el Lord McQuaid. Y luego de la década pasada, ya era un hombre de treinta años con un negocio basado en las apuestas, el juego y el contrabando de licor en una Taberna clandestina que llamaba la atención de todos los hombres poderosos de Londres. Aunque el dinero y el poder nunca dejaron de eclipsar a su "Mon ange", apodo con el cual se refería a su Ángel... Clarise. Ella por su parte, la segunda hija del Lord, era vivaz y gentil, al cumplir diecisiete años fue enviada a París para tratar su enfermedad del corazón. Había nacido con una anomalía cardíaca, y para la época de 1823, eran pocos los médicos que podían tratarla estando en tierras inglesas lejanas, por lo que un reconocido médico parisino, fue la opción perfecta para la familia. Aunque en ella quedara el sentimiento más demoledor al separarse de su furtivo compañero... Eric. Y aunque los años pasaron, convirtiéndola en una mujer veintisiete años, amante de las letras. Sus sentimientos hacia su recordado vasallo, permanecían intactos. Tanto era el motivo de su afecto, que con poca civilidad rechazaba a cada caballero que con la osadía de su ser, le hacía una propuesta. Todo con el objeto de volver a verlo, solo una vez. Para primavera de 1833, Clarise y su familia volvieron a establecerse en las antiguas tierras de la Casa ancestral. Era de imaginarse que los rumores corrían como pólvora, por lo tanto no transcurrió mucho tiempo para que Clarise supiera las andanzas y el paradero de Eric en los suburbios callejones de Londres. Una noche, se adentró en ellos. Llegando al lugar que irradiaba el confín del sombrío Londres del siglo XIX. Pudo divisar el letrero del superior que enmarcaba un nombre francés "Boheme", era clásico saber que el nombre "Bohemio" de su establecimiento iba ligado a apartarse de las normas y las convenciones sociales de la época. Las cuales Clarise sabía completamente que Eric aborrecía.
Al entrar, pudo darse cuenta que todo era más grande y ostentoso de lo que se imaginaba. Incluso lo halló petulante. Las salas de juego al fondo, donde hombres elegantes tomaban Brandy y apostaban cualquier banalidad en los decadentes juegos que el lugar proporcionaba como principal atractivo. Mujeres con aspectos aristocráticos pero con ropas poco afines al primer criterio se paseaban sirviendo las bebidas de un lado a otro, teniendo sobre ellas toda clase de miradas lascivas.
Clarise pudo entrever a una de las mujeres sentada en una silla contigua a la gran escalera que conectaba el siguiente piso del establecimiento, donde seguramente se encontrarían habitaciones. Se acercó con tranquilidad a ella bajo las miradas extrañadas de los presentes al ver a una mujer de aspecto formidable y de "clase alta" fraternizando en un suburbio como ese. Al coincidir su mirada con la mujer rubia que yacía en la silla... por lo que preguntó.

- Hola.. Me llamo Clarise, me gustaría hablar con el dueño del establecimiento.- de manera amable se refirió a la chica.

- El dueño no suele aceptar visitas a esta hora, pero posiblemente a usted si la acepte, sígueme . - sentenció la mujer rubia de no más de treinta años.

Clarise siguió a la rubia por las escaleras, hasta que esta rompió el silencio.

- Soy Jolene, por cierto. - dijo con una sonrisa, a lo que Clarise respondió con una también.

Llegaron hasta una gran puerta de madera que se encontraba en un pasillo más alejado que el resto de las hipóteticas habitaciones principales. Jolene tocó con calma la puerta, y Clarise estaba consumida por la ansiedad. ¿Qué decirle al amor de tu vida, luego de diez años?...

Un sonoro y lúgubre "Adelante" traspasó la barrera de madera que las separaba del hombre internado en la habitación. Al adentrarse Jolene, y con una señal de espera, Clarise se quedó en el marco de la puerta entreabierta.

- He dicho que nadie me moleste, no me interesa quién venga y que intenciones traiga. - Replicó esa voz con un gran acento francés dentro de las paredes que lo resguardaban, a pesar de las precarias explicaciones de Jolene sobre la sorpresiva visita.

Clarise, tomó aire, y valor para entrar en el cuarto, y divisar por primera vez en tanto tiempo la silueta que tanto anhelaba.

- ¿Ni siquiera si se tratara de mí, harías una excepción?- preguntó con temeraria inocencia.

Eric al desviar la mirada furibunda de Jolene, pasó a la incredulidad con el paso de los segundos. Solo pudo decir...

- Mon ange.... - la conexión entre el azul de los ojos de él, con el marrón de Clarise selló el reencuentro que tanto anhelaban desde hace tanto tiempo.

- Los dejaré solos... Ehm... Adiós. - con estas palabras salió Jolene de la escena casi que corriendo.

Un ruidoso silencio embargó la habitación, ninguno sabía qué decir..

- ¿Cómo está tu corazón?. - alcanzó a preguntar Eric en casi un susurro.

Siendo tuyo, como siempre pensó ella.

- Luego de varios estudios y análisis, he podido vivir con lo que tengo... veo que, te ha ido bien en los últimos años. - precisó ella, mientras Eric ladeaba el gran escritorio del despacho para acercarse a Clarise.

- Estás casada?. - preguntó mostrándose evasivo con las premisas antes mencionadas por la chica.

- No, de estarlo dudo que estaría aquí. - respondió, aunque cierta mentira cubría esas palabras. No importaría su situación, como fuera, lo habría buscado.

Sin importarle nada, el francés la estrechó contra su cuerpo con la necesidad mutua que existía entre ellos. Acariciaba su cabello, y sus mejillas.

- Mon ange, diez años no son suficientes para olvidarte... No recordaban lo mucho que podía sentir hasta que te vi . - Sentenció, a lo que Clarise sonrió sobre su pecho.

Se había convertido en un hombre más alto y Fornido, su cabello largo estaba amarrado a la altura de su nuca. Y sus manos eran más toscas de lo que una vez lo fueron... Pero esos ojos... Seguían mirándola con la misma intensidad de siempre.

- Creí.. creí que estarías casado... Hasta que te vi en los periódicos locales como blanco de críticas por los políticos debido a.. Tu negocio. - explicó Clarise, a lo que Eric le sonrió con dulzura y respondió.

- Je t'aime trop et je ne pourrai jamais t'oublier, Mon Ange. - se sonrojó como la primera vez que él se lo decía. (Te amo demasiado y jamas podría olvidarte, Mi Ángel)

- Jamás he dudado de esto, te he extrañado como una posesa....- La silenció con un beso dulce en los labios, y sentenció.

- Si tu savais combien je t'aime. - (Si tú supieras cuanto te amo)....

"El amor no conoce de dimensiones, tiempos o distancias. Solo de sentimientos comunes que unifican los lugares más remotos y profundos de nuestros corazones".

Violet Lee.

La Inmensurable Travesía de un Alma Enamorada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora