Spirit Bound Amane-chan || [Traducción]

XXI. El joven exorcista. (Final)

Los penetrantes ojos azules se estrecharon hacia ellos. Una espada brillaba a la luz del día. Manteniendo su distancia, la chica de cabello crema lentamente buscaba en su camisa.─ Quédate atrás.─ escupió la orden a su cargo. Ningún humano podría sobrevivir luchando contra un exorcista. El sonido de metal chirriante llenó el aire. Una espatula volteó a su mano. Ojos azules llenos de sorpresa, cejas rubias alzadas. Una sonrisa adornaba su rostro.─ Patético.─ las palabras se deslizan por sus labios con veneno. Amane hace una mueca. Los ojos magentas se estrechan molestos.─ Estaba seguro que mi abuela tenía que exorcizarte... ─ el chico se apagó y su espada se levantó del suelo.─ pero supongo que lo pospuso para que yo lo hiciera por ella.

Hanako-san agarró el mango rojo con fuerza. Entornó los ojos y empujó a Amane detrás de ella.─ Sin mencionar.─ los ojos de Teru miraron sobre su hombro.─ También tienes a ese niño entrometido contigo.─ Su sonrisa solo permaneció mientras inclinaba la cabeza hacia un lado.─ Es una pena que hayas cruzado con la gente equivocada, Yugi-san. Creo que te habrías encajado perfectamente como uno de los pequeños amigos de mi hermano.─ El chico tembló, con los ojos fijos en la espada en la mano de Minamoto.

La niña frunció el ceño. Ella sabía que el chico había venido a derribarla. Sin embargo, sus ojos también estaban centrados en Amane. La inquietaba. ¿Por qué se mantuvo firme en que el niño estuviera en esto? Sus labios se curvaron y respiró profundamente.─ Deja a mi asistente fuera de esto.─ siseó la niña y dio un paso adelante.─ Esto es entre un exorcista y una maravilla de la escuela, así que no lo arrastres a nuestra pelea.─ Sus ojos parpadearon por un momento antes de que la niña levantara la voz.─ ¡Hitoda-!

Antes de que pudiera terminar la oración, la niña observó con horror cómo su Hitodama se estrelló contra la nada. El sonido de un rayo crepitante llenó sus oídos. Sus ojos miraron hacia arriba, notando la cúpula translúcida que los rodeaba a los tres. Mirando hacia Teru, encontró al mayor sonriendo.─ No te dejaré convocar a tu Tsueshiro.─ inclinó la cabeza hacia un lado cuando el sonido de pasos se acercaba a ellos.

─ ¡Teru-nii-!

Mirando a un lado, Teru parpadeó hacia su hermano. Sus grandes ojos azules y su cabello rubio suelto sugerían ingenuidad. La expresión de confusión en su rostro indicaba inmadurez. Teru sintió que sus labios se curvaban.─ Kou.─ giró la espada en su mano por un momento. Suspiró, echándose el pelo hacia atrás con el ceño fruncido.─ Siento haberte dado una misión así.─ casi sonaba sincero. 

─ E-espera.─ los ojos de Kou se centran en el niño atrapado en la jaula.─ Yo... por qué... ¿por qué está allí? ─ Él pasa por alto la disculpa de la misión como si fuera un hígado picado. Su hermano inclina la cabeza con curiosidad. 

─ ¿Hm? ¿No te lo dije? ─ Él sonrió, apuntando la espada frente a Hanako-san.─ Iba a encargarme de este pequeño problema para ti como lo haría un hermano mayor.─ Frunce el ceño por un momento.─ Pero sabiendo lo firme que eres con él... ─ tiró de su muñeca, liberando una gran cadena de cuentas. Las cuentas rojas envuelven a Kou como una pitón.─ Al menos ahora, no te interpondrás en mi camino. 

Al ver a Kou caer al suelo, por instinto, Amane se adelantó.─ ¡¿Ah?! ¡Hola, princesa, no...! ─ La voz de Hanako-san apenas llegó a tiempo. Sus manos tocaron el corrosivo rayo negro. Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. Viajó a lo largo de su piel como un incendio forestal. La carne pálida comenzó a dorarse. El olor a piel quemada llegó a su nariz.─ ¡Maldición! ─ No siente los brazos alrededor de su cintura o las manos que lo arrancan. Todo lo que Amane parece concentrarse son las quemaduras que recorren su piel. Se ven como bonitos patrones rosados, derramando icor por todo el suelo.─ Creí que te había dicho... ─ Hanako-san sintió ira corriendo por su cuerpo.─ ¿que lo dejaras fuera de esto?!