Malas noticias

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Febrero 1998

Cuando Fran descuelga el teléfono solo oye a Laura sollozando, incapaz de articular palabra. Y se asusta. Se asunta porque él la ha visto llorar, casi siempre por su culpa, pero nunca así. Sin embargo nada le prepara para la losa que cae sobre él cuando consigue entender sus palabras.

- Cuando acabe el curso nos volvemos a vivir a Madrid

Entonces es él quien llora, no como ella, que lo está haciendo a gritos, diciendo barbaridades sobre sus padres, su trabajo y todo lo que tiene que ver con ellos, lo hace en silencio, dejando que las lágrimas caigan por sus mejillas, porque aunque solo tiene 13 años ya sabe que ese es el principio del fin.

Nunca hay muchas opciones de que tu novia del colegio sea con la que te cases finalmente, o con la que estés para toda la vida, pero esas opciones se reducen de forma drástica cuando la chica en cuestión va a vivir a cerca de 600 kilómetros.

El drama no hace más que crecer a la mañana siguiente cuando Laura se lo cuenta en clase a los demás. Llora tanto que hasta los maestros piensan que se va a poner enferma y llaman a su madre que acaba yendo a buscarla a la hora del recreo y se la lleva a casa. Por la tarde, Luisa, Carmen y Fran suben a verla. Está encerrada en su cuarto y no deja entrar a sus padres, por eso la madre les deja pasar, tratando de romper la muralla que su hija a abierto frente a ellos.

Antes de entrar coge por el brazo a Fran.

- ¿Puedo hablar contigo un momento?

- Claro - contesta algo asustado

- Tienes que ayudarla en estos meses, tiene que asumir que no hacemos esto por hacerle daño, sino porque es lo que manda el trabajo

- ¿Y a mi quién me ayuda?

La madre de Laura le acaricia el pelo

- Tienes razón, pero tenéis buenos amigos aquí, que se quedarán contigo cuando ella se marche y tenga que volver a empezar de cero. De verdad que me parte el corazón ver a mi hija así pero no puedo hacer nada al respecto. Nuestro lugar está la lado de su padre, esté donde esté.

Fran asiente y entra en la habitación donde Laura se mantiene abrazada a sus amigas, con la cara hinchada por el llanto y ninguna gana de seguir adelante.

***
El paso de los días ha comenzado a amortiguar el golpe. Laura ha vuelto a clase aunque su actitud ha cambiado radicalmente. Se pasa las horas charlando con sus amigos, sin prestar atención a nada de lo que cuentan sus profesores y es que no está dispuesta a perder ni un minuto del tiempo que le queda atendiendo a cosas que no le importan lo más mínimo.

El cambio es tan evidente que la profesora de inglés, Carmen Mari, la única que no lleva el doña delante porque es una chica joven que se negó a aceptar ese tratamiento desde principio de curso, no duda a la hora de llamar a su madre, con la que se ha reunido varias veces a lo largo del año, para advertirle de su comportamiento y de los peligros que puede suponer en un momento tan delicado del curso.

En esos días ha escrito también cartas a todos sus amigos de Madrid para contarles que desde el siguiente curso regresaría, aunque las respuestas no han sido muy efusivas. Tan solo Edu le ha mostrado cierta alegria mientras que los demás se han limitado a explicarle lo mucho que han cambiado las cosas en los tres años que lleva fuera.

Cuando llega a casa ese día, sus padres la sientan en el salón y le dan la enésima charla, una charla que le entra por un oído y le sale por el otro. Una charla que hubiera sido una más si su padre no hubiera proferido la amenaza definitiva.

- Mira, Laura - le había gritado desesperado - Si no cambias de actitud, no irás al viaje ¡Y me da igual tenerlo pagado!

No tiene más opción que fingir, retomar las conversaciones tontas en la mesa con sus hermanos y comportarse en clase, sin embargo, con ellos no piensa hablar, no piensa hacerlo nunca más. Ellos son los que han decidido trasladarla de un sitio a otro, moverla como si fuera una muñeca de trapo, sin sentimientos... ellos han sido los que le han roto el corazón una vez más, arrancandola de donde es feliz.

Fran intenta que sonría pero también le resulta dificil. Bueno, en realidad ella no se lo está poniendo fácil a nadie. Cuando intenta animarla le dice que parece que a él no le duela que se vaya a tener que ir en cuatro meses. No quiere que nadie la anime, no quiere que nadie amortigüe su dolor... Pese a todo, él es el único que en algún momento consigue arrancarle algo parecido a una sonrisa, borrosa y triste como la sombra de lo que era.

Sus hermanos también la miman. Son pequeños pero se han dado cuenta de lo triste que está y por las noches se cuelan en su cuarto y se meten con ella en la cama. Solo espera que cuando ellos sean mayores no tengan que pasar por este tipo de situaciones. Ella, lo tiene claro, ya estará fuera de casa, irá a la universidad y no podrán moverla de donde esté estudiando. Es en lo único que piensa, en tener 18 años, estudiar periodismo y no tener que mudarse nunca más de ciudad.

El hilo invisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora