Junio de 1997
Laura espera a Fran en su portal con la mochila al hombro y el balón de vóley en la mano. Es el primer sábado de libertad para él y han decidido celebrarlo yendo a pasar la tarde a la playa.
Laura no ha tenido nada fácil convencer a sus padres para que la dejaran ir a la playa sin la supervisión de un adulto pero el hecho de que la mayor parte de su clase fuera a ir se lo ha puesto algo más fácil. Especialmente después de que su madre haya hablado con la madre de Luisa que le ha contado que ella ya tenía pensado ir a la playa y que daría una vuelta para ver cómo estaban las chicas a media tarde.
Fran llega apenas unos minutos después, casi sin resuello. Ha vuelto a bajar corriendo, como casi siempre. Y es que la puntualidad no está entre sus virtudes. Laura lo ve llegar corriendo con las chanclas y su bañador hawaiano y no puede más que sonreír. A veces sigue pensando que es un idiota, pero un idiota que le gusta y más desde el día del beso.
Un beso que, sin embargo, no se ha vuelto a repetir. Tampoco han vuelto a estar solos en un sitio sin peligro de ser vistos por sus padres o por alguien que pueda chivarse. Cuando llega a su altura, la sonríe y le coge la mano. Eso sí que lo ha hecho de forma casi continua desde aquel día, aunque aún no le ha pedido salir.
A Laura le gustan las manos de Fran. Son grandes. Son unas manos de hombre en un cuerpo todavía de niño que, sin embargo ponen en evidencia que va a crecer. Son nudosas y fuertes y a Laura le gusta su tacto y como encajan con sus propias manos, de dedos largos y finos.
Recogen a sus amigos y al resto de compañeros de la clase que se han sumado al plan y recorren el camino hacia la playa entre bromas y risas. Una vez allí buscan hueco junto a las pistas de vóley playa y las chicas ponen todas sus toallas juntas y se tumban al sol mientras los chicos lanzan sus mochilas cerca y corren hacia el agua.
Laura y Fran son el objeto de las conversaciones de todas las chicas. Quieren saber si le ha pedido salir, si son novios o si se han besado ya. Laura responde a lo que puede, que no es mucho, pero el detalle del beso se lo guarda. Tan solo a Luisa y Carmen les ha contado lo que pasó pero es que ellas son sus mejores amigas.
Están tan metidas en lo suyo que no los ven venir. Entre David y Fran cogen a Laura de los brazos y los pies y Miguel y Marco hacen lo mismo con Luisa. De nada sirven sus pataleos y gritos. Los chicos consiguen cargarlas hasta la orilla y lanzarlas al agua. Una vez dentro Laura nada para entrar en calor y vuelve para cobrarse su venganza. Ataca a Fran por detrás y desde abajo. Hundiéndole en una ahogadilla breve. Cuando emerge el la agarra y ella de forma instintiva se agarra a él, echándole los brazos al cuello.
***
Fran nota su risa en la cara y su cuerpo más cerca que nunca. Mira a ambos lados y cuando comprueba que nadie está pendiente de ellos le roba un beso con sabor a crema solar y sal. A continuación es él quien la ahoga levemente y corre alejándose, salpicandola.
Con Laura y Luisa ya en el agua, el resto de chicas también comienzan a meterse. De nada sirven sus intentos de hacerlo suavemente, los chicos las salpican desde dentro, lo que las obliga a entrar rápido en el agua y unirse a quienes salpican mientras el resto termina de meterse.
En medio de todo el jaleo, Fran observa a Miguel y Luisa que están en un aparte salpicandose entre ellos. Hace semanas que piensa que a Luisa le gusta Miguel pero por más que ha intentado sacarle a su amigo si le gusta alguna, no suelta prenda. Antes Fran pensaba que le gustaba Ángela pero en las últimas semanas ha tenido la impresión de que a lo mejor le gustaba Luisa.
En eso está pensando cuando nota un cuerpo que se le engancha por detrás, subiéndose a caballito. Laura ríe como loca y le ordena como si de verdad fueran caballo y jinete que ataque contra las hordas enemigas representadas, precisamente, por Luisa y Miguel, que cuando los ven llegar se colocan del mismo modo y no elude la pelea, consiguiendo derribar a Laura de vuelta al agua.
La tarde transcurre entre risas y juegos. Logran hacerse con la pista de vóley playa y juegan durante un buen rato, después vuelven a darse un baño rápido y comienzan a recoger para volver a casa. El camino de regreso lo hacen bastante más despacio, el cansancio del sol y el mar ha hecho mella en todos.
Fran acompaña a Laura hasta su portal. Le gusta mirarla mientras caminan. Esa tarde el sol ha subido a sus mejillas y está un poco colorada, no como cuando se moría de vergüenza a principios de curso, sino de esa forma que se traducirá en moreno en apenas unas horas. Él también nota su cara colorada pero tampoco tiene una piel especialmente sensible y pese a ser tan rubio, se pone moreno en seguida.
Se despiden en el portal y se prometen hablar a la mañana siguiente. Pese a ello, Fran sabe que la llamara esa misma noche, con cualquier excusa de los deberes, solo para oírla.

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El hilo invisible
RomansaLaura acaba de llegar a la ciudad y odia empezar de nuevo. Fran es el gracioso de la clase que odia ir al colegio. Una historia donde la amistad y el amor se dan la mano a través del tiempo y el espacio.