Marzo 1998
Fran apoya su cabeza en el hombro de Laura y duerme todo lo que no han dormido la noche anterior en el hotel de Figueras. En apenas unas horas estarán de vuelta en casa y habrá terminado la semana más emocionante de sus cortas vidas. En el autobús no se oye ni una mosca, señal de que todos están más o menos en el mismo estado catatónico y es que la madrugada ha dado para mucho.
Mientras que el resto de hoteles en los que han dormido a lo largo del viaje han sido lo esperado, el de Figueras ha sido la ruina más absoluta. Con sábanas y colchas roídas, picores desde que entraron el la habitación y el temor a cucarachas saliendo del cuerto de baño. A ello se ha unido la presencia de ingleses y alemanes borrachos, con la música a tope y gritos de madrugada que no han dejado de asustarlos, acabando todos en una habitación, la de los chicos, que parecía algo más limpia que la de las chicas. Un borrón en un viaje que, por lo demás, ha sido todo lo esperado y más.
Cuando se despierta ve que Laura está dormida contra el cristal y que no le ha soltado la mano en ningún momento. A lo largo de los últimos días la ha visto dormir a menudo, sobretodo en el autobús pero también algún día cuando se ha quedado frita en la habitación mientras todavía andaban por alli los demás. Una de las cosas que más le gusta de ella cuando duerme es como se descuelga su mandíbula, y como, de repente, parece mucho más pequeña de lo que es.
Al moverse la despierta sin querer.
- ¿Ya hemos llegado?
- No - le contesta acariciándole la cara - aún queda un poco, puedes dormir más
Y ella vuelve a quedarse dormida, esta vez sobre él.
Si tiene que quedarse con algún momento de los últimos días cree que elegiría la noche de Tours, tras visitar los castillos del valle del Loira, cuando sus amigos decidieron dejarles la habitación para ellos solos y con la adrenalina a tope, por el temor a que los maestros que habían acudido para controlarlos los pillaran, se besaron durante horas hasta quedarse dormidos los dos en la misma cama. Ahí, en ese momento, fue cuando le dijo algo que él ya sabía desde hacía tiempo pero que no se había atrevido a decir en voz alta, que la quería.
En eso está cuando Miguel lo saca de sus reflexiones. Lleva como él una camiseta del PSG, que decidieron comprarse la primera tarde en París, antes de recorrer el Senna en barco, y está sentado dos filas delante con Luisa en el mismo estado catatónico que Laura.
- Pss - le susurra de rodillas en su asiento - ¿qué haces?
- Me acabo de despertar
- ¿Laura está dormida?
- Sí
- Pues dame su cámara de fotos que vamos a tener retratos de toda la clase durmiendo
Ambos se ríen procurando no hacer ruido y se ponen a la tarea con Laura y Luisa como víctimas principales. Fran sabe que Laura lo matará cuando revele el carrete aunque está segura de que ella también le ha hecho alguna foto a él a traición a lo largo de estos días.
****
Si Laura se tiene que quedar con un día, uno solo, del viaje a París es el de Eurodisney. Un día mágico en el que todo fue perfecto. Lo piensa mientras el autobús se va adentrando en la ciudad en la que sus padres esperan para recogerlos a todos después de una semana de ausencia, el mayor tiempo que muchos de ellos han estado separados de sus hijos.
Aquella mañana, cuando desayunaban en el buffé del hotel Forest Hill ya sabía que todo iba a ser perfecto. Lo supo en cuanto vió aparecer a Fran con sus pantalones a de cuadros, a juego con Miguel, pareciendo más gemelos que nunca, y lo confirmó cuando corrieron cruzando los tornos y el parque apareció ante ellos, con su castillo de cuento y sus múltiples atracciones.
El laberinto de Alicia en el país de las Maravillas, el barco pirata de Peter Pan y la temible Space Mountain para la que hicieron cola nerviosos durante más de una hora y en la que se besaron en uno de sus giros infernales.
Laura había gastado gran parte de su dinero ese día, comprando tazas y vasos de los personajes disney para sus padres y sus hermanos, una cuchara de recuerdo para su tía Isabel, un dedal para su madre y un tazón para los cereales para ella. También había sido el día en el que había gastado mas carretes de fotos, más incluso que el día del Louvre o que el día de la torre Eiffel, a la que habían subido asustados ante su altura y en la que Fran le había obligado a mirar hacia abajo porque su miedo no le podía impedir disfrutar de una vista como esa.
Y ahora ya están en casa. Bajan del autobús derrotados, muertos de cansancio, pero felices. Laura ve a los padres de Fran que lo abrazan mientras ella hace lo mismo con los suyos. No les ha perdonado todavía pero les ha echado de menos.
Ya en casa, sin embargo, se pone triste. El viaje parecía el punto de no retorno. En el fondo sabe que su tiempo allí se acaba y tiene miedo. Miedo a no volver a ver a sus amigos, miedo a despedirse de Fran para siempre. Y se siente como la protagonista de una película antigua, porque ante todo a Laura siempre le ha gustado el drama, y piensa que, pase lo que pase, siempre les quedará París.
ESTÁS LEYENDO
El hilo invisible
RomanceLaura acaba de llegar a la ciudad y odia empezar de nuevo. Fran es el gracioso de la clase que odia ir al colegio. Una historia donde la amistad y el amor se dan la mano a través del tiempo y el espacio.