Enamorada del chico malo.

Capítulo 62

-¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO NO ME LO HAS DICHO?! DIOS MÍO, ÁLEX DE VERDAD TE FALTA SENTIDO COMÚN.

-Por eso no te lo había dicho-dijo rodando los ojos.

Si no estuviera conduciendo lo hubiese tirado al suelo.

-PERO COMO QUIERES QUE PONGA, VOY A CONOCER A TU PADRE ¿ENTIENDES LO GRAVE QUE ES LA SITUACIÓN?- no podía calmarme.

-Con mi madre no estabas nerviosa- observó.

Me di una bofetada mentalmente.

-Pero es que me caía mal tu madre por lo que me habías contado y no tenía que intentar caerle bien. Además tú nuca vas a poder conocer a mi padre- un nudo se formó en mi garganta.

Álex puso su mano izquierda en mi muslo.

-Seguro que era una persona maravillosa y tranquilízate, te ganarás su corazón igual que tú conseguiste el mío- dijo, se me calentaron las entrañas.

-Tienes que llevarme de compras, solo llevo este chándal y un pijama- le dije cambiando el tema de conversación.

-Si tú quieres- dijo- Será por tiendas en New York.

Cuando llegamos a New York, Álex me llevó a una boutique muy cara y me compró un vestido que valía igual que el armario de mi habitación pero él insistió así que no pude hacer nada al respecto.

-¿Has cogido el ordenador, cariño?- pregunté esperando a Álex en la puerta de la casa.

-Sí, ángel- me respondió, él cargaba dos mochilas aunque he de decir que yo llevaba una mochila.

Sacó su llavero, una bola de billar con el número ocho, cogió la llave más grande y abrió la puerta.

-Ya estoy en casa- gritó.

-¡Álex!- gritó una niña de cinco años que saltó a sus brazos.

Él la tomo entre sus brazos y la elevó del suelo.

-Yo también te he echado de menos Gwen- le dijo mientras le daba un beso en el pelo.

-¿Quién es?- le preguntó señalándome.

-Ahora os la presento a todos- dijo Álex sonriendo.

-Dios mío, es una copia tuya- comenté emocionada con la boca abierta.

Álex negó con la cabeza.

-Solo físicamente.

Entramos en lo que supuse que era el salón.

-Hijo- gritó un señor de unos cincuenta y cinco años el cual supuse que era mi suegro.

-Nieto- exclamó una mujer que estaba sentada en un sillón y que aparentaba ochenta y cinco años más o menos.

Mientras Álex le dio un abrazo a un muchacho de dieciséis.

-¡Has traído a una chica!- dijo la abuela emocionada.

Miré a Álex, pensaba que les había dicho que venía.

-Ya te lo había contado abuela- comentó mientras se sentaba y me animaba a sentarme a su lado.

-Aun me cuesta creerlo- dijo la abuela a la que le faltaba poco para llorar.

-Lis- me presentó Álex- Mi primita Gwendolyn, mi primo Marc, mi padre Christian y mi abuela Agripina.

Estuvimos un rato hablando sutilmente.

-¿Y dónde está mi nieta?- preguntó la abuela.

No estaba segura de que les había contado Álex al respecto pero sonreí, estaba muy emocionada de que Álex la presente como su hija. Yo sabía que estaba muy implicado el otro día lo vi leyendo unas guías para bebés y haciendo apuntes de las cosas más importantes en ese momento estaba dividida entre derretirme por la ternura o reírme a carcajadas.

-Pues está en Washington- le conté- Pero probablemente la siguiente vez que vengamos la traeremos.

El resto de la tarde la pasamos hablando y jugando al parchís algo muy típico para ellos y tengo que decir algo y es que... ¡Gané! La verdad es que todos eran muy competitivos y se mataban entre ellos sin piedad ni remordimiento. Creo que me salve de la ira del resto porque era mi primer día. El sábado por la mañana lo pasé estudiando mientras Álex se iba a ver a alguien, no me especifico mucho y yo estaba aprendiéndome fechas así que no le di mucha importancia lo que sí que es cierto es que después de ese recado Álex parecía muy feliz y relajado.

El fin de semana se pasó volando entre estudiar y pasar tiempo con mi familia política. Aunque me lo pase extremadamente bien tenía ganas de volver a Washington, no por los exámenes sino porque esta semana iba a cumplir dieciocho y ese mismo día era el juicio en el que lucharía por conseguir la custodia de mi hija.

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