Enamorada del chico malo.

Capítulo 54

Me desperté en los brazos de Álex, él aún estaba dormido y aunque estaba preocupada por el mensaje anónimo no pude evitar empezar a dormirme cuando Álex empezó a acariciarme el pelo con delicadeza. Aun así luché contra mis ganas de dormir para poder observar a Álex, él tenía insomnio por lo que era extraño verlo dormido y era un regalo del paraíso. Aunque no me sentía sexualmente atraída hacia Álex tenía ojos y sabía si alguien me parecía guapo y mi novio parecía modelado por el mismísimo Miguel Ángel.

El pelo de Álex era de un color chocolate igual que sus ojos y suave y desordenado. Tenía la nariz recta igual que todas las líneas de su cara eran rígidas dándole un aspecto que en vez de humanizarlo le daban un aire de divinidad. Álex empezó a dar vueltas en la cama, su mandíbula se tensó, arrugaba la frente y fruncía el ceño. Las venas de su cuello se empezaron a marcar y comenzó a decir cosas incoherentes.

-Mi amor- empecé sacudirle- Álex despierta.

Él seguía retorciéndose.

-¡Álex!-grité.

Se levantó de golpe completamente sudado y preocupado. Me acerqué a su rostro y lo besé.

-¿Quieres hablar sobre ello?-le pregunté.

-No me apetece hablar de ello- la misma respuesta que siempre-Pero necesito más tiempo ¿vale?

Me tocó los labios con sus dedos.

-Esperaré a que estés preparado- respondí sinceramente y eso pareció calmarlo consideradamente.

Se fue a duchar ya que estaba completamente empapado de sudor, mientras tanto yo bajé al restaurante a por el desayuno. Subí con un tazón de leche y un croissant para mí y para Álex cogí una botella de medio litro de zumo, un plátano, una tortilla y un trozo de bizcocho. Me alegraba de trabajar en un bar así tenía la capacidad de llevar todo sin derramar nada cosa que era ciertamente complicado pero es que Álex comía muchísimo. Cuando entré en la habitación Álex solo llevaba los pantalones. Me lo quedé mirando mientras dejaba la comida en la mesa.

-¿Te gusta lo que ves?- preguntó engreídamente.

El cuerpo de Álex era muy musculoso tenía una tableta perfecta y todo estaba absolutamente todo estaba cubierto por tatuajes.

-La primera vez que vi tus tatuajes en esa camiseta blanca que se transparentaba perfectamente me asustaron sin embargo ahora los amo- le conté

-Me aterrorizaba especialmente ese -dije tocando la calavera que estaba en cuello.-Pero el que más impresionante me parece es el fénix.

-Me alegro que te gusten-dijo sonriendo.

Desayunamos juntos tranquilamente, después me cambié de ropa y salimos para aprovechar nuestros últimos momentos en la grandiosa ciudad de Nueva York. Aunque Álex me prometió que volveríamos a ir para visitar a su familia.

En el avión, Álex estaba a punto de estañar y cargarse a todo quien pillase por delante. Yo no paraba de decir que iba a morir y estaba cerca hasta de llorar y Ella y Martín no paraban de discutir por alguna estupidez como siempre.

-Hasta aquí- sentenció Álex con una voz a la que nadie se atrevería a desafiar- Vosotros dejad de discutir, ¿queréis discutir? Me alegro ¿queréis tiraros de un puente? Me importa una mierda mientras no me molestéis como ahora.

Martín y Ella se callaron inmediatamente, Álex soltó la mano con la que sujetaba mi mano y agarró mi cara con delicadeza.

-Tienes que tranquilizarte- me dijo- Yo nunca dejaría que nada malo te pasase nunca, respira.

El alivio me inundo cuando por fin el avión toco tierra, me desabroché el cinturón y salí de mi asiento a la velocidad de la luz. Cogí mi equipaje, todos llevaban una maleta pero yo llevaba una mochila así que fue fácil encontrarla. Cuando llegué a la zona de los taxis mi madre me estaba esperando, corrí a abrazarla.

-Te extrañé- le susurré.

-Yo también te extrañé mi princesa- murmuró mientras me daba un beso en la mejilla.

Fui a donde estaba Álex y le abracé con fuerza.

-Te amo, ha sido un viaje maravilloso, gracias-le dije.

-Te amo mi ángel.

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