Capítulo 20

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Vi a Álex, llevaba como siempre su gorro azul y para algo más diferente llevaba un jersey negro. Observé su rostro con delicadeza y dedicación, intentando poder quedarme con todo detalle. Las líneas de su rostro eran firmes y duras, sus ojos marrones de color chocolate que parecían dos gotas de café en un fondo blanco. Su sonrisa era perfecta, y podía ver los hoyuelos que se le formaban al sonreír. Parecía que lo había esculpido el mismísimo Miguel Ángel. Podrías pasarte horas y horas contemplándole.

Me acerqué para abrazarle pero no podía moverme. Intenté dar un paso hacia delante pero mis pies no me obedecían. Era como si hubiese perdido el control absoluto de mi cuerpo. Álex se alejó de donde yo estaba y ahora estaba en el límite de un precipicio.

-¿Álex?- lo llamé temblorosa, mi voz apenas salió como un susurro.

Él me miraba en mi dirección pero era como si no me viese, se giró y cayó.

Un grito desgarrador salió de mi garganta mientras corría hacía el precipicio.

Desperté de golpe, estaba sudando como si estuviese a cuarenta grados, mi respiración estaba entrecortada y mi corazón latía cómo si acabase de correr una maratón.

Es solo una pesadilla. Es. Solo. Una. Pesadilla. No es real. No es real. No es real. No es real.

Aun con la respiración entrecortada cogí a ciegas mi móvil que se encontraba en la mesilla de mi derecha. La luz del móvil me cegó por unos instantes, me froté los ojos para quitarme las lagañas de los ojos y poder ver. Marcaba las cinco menos veinticinco de la madrugada.

Marqué el número del papel que me había entregado Álex.

***Inicio de la llamada***

-¿Hola?- preguntó.

-¿Álex?- pregunté con la voz rota.

-¿Lis?

Una lágrima mojó mi mejilla de la emoción y del alivio que llenó al escuchar su voz.

-¿Estás bien?- le pregunté con voz temblorosa.

-Sí, estoy bien. ¿Lis te encuentras bien?- preguntó preocupado.

Sequé las lágrimas que salía por mis ojos.

-Nada- dije ahora muy avergonzada.- Siento haberte despertado.

-Estaba despierto tranquila, ahora me puedes explicar porque me has llamado.-me pidió paciente.

Tomé una respiración y me tumbé en mi cama, mientras mis músculos se destensaban.

-Ahora me da un poco de vergüenza decirlo en voz alta, pero es que...He tenido una pesadilla en la que te tirabas por un barranco y tenía la sensación de que te había pasado algo malo- lágrimas intentaron salir de nuevo pero las reprimí- Ahora me siento estúpida.

-Ey, ey, no te sientas mal. Dios mío, cuando he dicho lo de antes no me refería en que en cualquier momento me voy a suicidar- se apresuró a decirme- Es que a veces siento que necesito castigarme un poco con algunas cosas pero no al punto de matarme. Es difícil de explicar. No tienes que preocuparte por mí ¿vale? Lo estoy solucionando.

-Deberías ir a un psicólogo – le sugerí- A mí me ayuda muchísimo.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Claro- respondí con confianza.

-No parece que estés triste pero tienes depresión ¿cómo es eso?- me preguntó.

-Es difícil de explicar. Siempre estoy triste y feliz a la vez, sé que es extraño y a un estoy intentando de descubrir como eso puede ser posible.

-La verdad es que me has decepcionado. No me puedo creer que sea el protagonista de tus pesadillas, yo te dije que quería ser el protagonista de tus sueños, recalco la palabra sueños por si no te había quedado claro.

Se me escapó una pequeña risita.

-Bueno- bostecé- Te dejo dormir que ahora mismo me tienes que estar odiando.

-Yo nunca te odiaría- dijo ofendido- Buenas noches lindura.

-Buenas noches idiota.

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Enamorada del chico malo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora