Capítulo 5

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-¿Disculpa?- pregunté más que indignada.

-Disculpas aceptadas- dijo mientras se encendía un cigarro.

¡¿PERO ESTE DE QUE VA?! ¡SERÁ IMBECIL!

-Creo que no entiendes la situación- empecé.

-La entiendo a la perfección- me contestó secamente.

¡Buf, SÍ! LO ENTIENDE A LA PERFECCIÓN.

-No, no la entiendes. Me importa una mierda si quieres hacer el trabajo o no. Del 0 al 10 me importa nada si quieres desperdiciar tu futuro para vivir como un chico malo que es niño de mamá y de papá. Así que como yo soy más inteligente que tú, vamos a hacer el maldito trabajo y va a ser tan increíble que va a salir hasta por la mismísima televisión.

La gente nos miraba cómo si fusemos a empezar una pelea de lucha libre y Álex me miraba con unos ojos que si fuese porque las miradas matan estaría a veinte metros bajo el suelo. Como vi que no contestaba tomé la iniciativa.

-Haber tienes entrenamiento de fútbol que acaba a las cinco así que entre que duchas para no matarme con tu olor a muerto son las cinco y media, pues quedamos hoy a las seis en la biblioteca.

-No- contestó haciendo contacto visual conmigo.

-¿No a qué?- pregunté cansada.

-No pienso ir a la biblioteca- sentenció.

Ni que lo fuese a matar una sal llena de libros.

-Pues te vienes a mi casa- dije tomé un papel de la mesa y apunté mi dirección.

Me di la vuelta para volver a la mesa en la que me esperaban mis amigas cuando un brazo me agarró con fuerza y me giró.

-Cuidado linda, no juegues con fuego- me advirtió.

-No me gusta el fuego, siempre he sido una princesa de hielo- nuestras caras estaban a milímetros- Te veo a las seis.

-El hielo se derrite.

Levanté mis cejas.

-Pues mira por donde la Antártida lleva miles de años y ahí sigue.

Volví a la mesa donde de Ella y Oliv donde me esperaban con preguntas y orgullo en su ojos.

-Antes de que expliques nada, eso es a lo que llamo poner la mierda en su sitio- sentenció Ella.

Olivia rió. Me gustaba el sonido de la risa de Liv, era hermoso y angelical, lleno de dulzura y contagiaba toda su alegría.

Les expliqué todo lo ocurrido en clase y mi opinión sobre el trabajo. Después de otras tres horas de clase volví a casa tranquilamente. Comí con mi madre e hice los deberes. Miré mi reloj de pulsera, eran las cuatro media tenía suficiente tiempo para echarme una siesta así que me puse mi pijama y me deje caer en los brazos de Morfeo.

Un pequeño ruido me despertó, froté mis ojos con las manos y mire la hora: las seis menos cinco.

¡MIERDA!

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Enamorada del chico malo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora