Capítulo 43

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Pasé toda la noche en vela. Estaba demasiado nerviosa para poder dormir, hice de todo para dormir: me tomé mis pastillas, me preparé un vaso de leche caliente, conté ovejas y probé a ponerme música relajante. Pero nada, empecé a jugar con mis dedos como siempre hacía cuando estaba atacada. De hecho estaba tan nerviosa que temía que de un momento a otro iba a empezar a morderme las uñas, cosa que nunca hacía porque me daba demasiado asco.

A las siete de la mañana ya estaba haciendo cosas a pesar de ser un sábado. Tengo que admitir que por lo menos la mañana me cundió como nunca. Hice todos los deberes y estudié todos los temarios de todos los posibles exámenes, limpié toda la casa de arriba abajo. Pasé la escoba, la fregona, limpié el polvo, puse varias lavadoras y colé toda la ropa.

Mi madre me miraba preocupada, pero la que estaba preocupada era yo. Hice de todo para intentar distraerme y fracasé estrepitosamente. Dios mío quería llorar más de lo normal porque yo siempre quería llorar.

-¿Lis? –me llamó mi madre- ¿Te encuentras bien?

¡¿QUÉ SI ME ENCONTRABA BIEN?! ESTABA A PUNTO DE TENER UN PARO CARDIACO O VOMITAR O LAS DOS COSAS.

-Me encuentro perfectamente- dije, se notaba que estaba mintiendo pero había una nota en mi voz que dejaba claro que era mejor que no siguiera por ese camino.

A las cinco en punto Álex estaba en la puerta de mi casa. Nos dimos un beso nada más vernos pero todo el trayecto transcurrió en silencio. No paraba de juguetear con mis dedos hasta que Álex empezó entrelazo nuestros dedos.

Me gusto que Álex no preguntara cuando entramos al centro para personas de discapacidad. Esperamos en recepción hasta que una enfermera me ofreció los papeles para el registro de visitas. Fuimos hasta la habitación número doscientos dieciséis. Como todo en este centro todo era de un blanco impecable. Toqué a la puerta como siempre aunque sabía que no iba a oír respuesta, entré con calma y con cuidado.

En la camilla donde siempre estaba tumbada se encontraba Margaret. Tenía la mirada perdida como siempre y ni siquiera se inmutó ante mi entrada. Me senté en la silla que se encontraba a su lado y le acaricié su pelo rubio.

-Hola hermanita- la saludé con cariño.

Álex pareció sorprendido durante un pequeño instante pero después sonrió.

-Margaret, Álex- les presenté- Álex, Margaret.

-Un placer-dijo Álex.

Margaret siguió en silencio como siempre.

-Pues ante todo pronóstico he conseguido novio antes que tú, hermanita- le conté- Aunque bueno, a veces a mí también me cuesta creerlo.

Estuvimos horas hablando hasta que el enfermero entró y nos informó de que el periodo de visitas había finalizado.

-¿Qué le paso?- me preguntó Álex cuando salimos del centro.

-Hace tres años cuando estábamos paseando se cayó bajando unas escaleras, con tan mala suerte de que se dio un golpe en un nervio y desde entonces se quedó tetrapléjica-empecé a llorar- Su cerebro funciona pero su cuerpo no.

-Pagó doce mil euros cada tres meses para que este atendida por profesionales para nada- dije llorando y con furia- Porque ella no habla ni come ni nada y todo porque yo la animé a que se diese prisa y por eso bajo las escaleras corriendo. Sabes lo que significa ¿no?

-Lis- empezó.

-Que todo le pasó por mi culpa- grité llorando pasé mis manos por mi pelo histérica.- Todo es por mi culpa. La paso a ver un día a la semana durante todas las semanas durante tres años. No sé ni siquiera como es que sigues conmigo. Soy una persona horrible.

-Lis no es tu culpa mi ángel- me abrazó mientras no paraba de llorar- No eres una persona horrible Lis, simplemente eres una persona a la que le han pasado cosas malas y que aun así sigue siendo la mejor persona que conozco.

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Enamorada del chico malo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora